Él odiaba a los chicos nuevos. Odiaba lo despistados que eran, la ilusión en sus ojos, odiaba verlos llorar cuando recibían una mala calificación y sobre todo odiba tener que explicarles una y otra vez que él no daba segundas oportunidades. Que si les iba mal era su propia culpa y qué él no iba a consentirlos solo por ser los más pequeños de la carrera. Pero ahí estaba, sin poder apartar la vista del chico dormido en al última fila. El mismo con el que había chocado en el pasillo la primera semana de clases.
No estaba seguro de si eran aquellos ojos brillosos, o que pese a lucir como un desastre y no entregar todos los trabajos de la asignatura, en su clase solía tener buenas calificaciones, tal vez simplemente le intrigaba la nula molestía que se manifestaba en su estógamo cuando lo veía hacer el tonto en medio de una catedra o cuando se quedaba dormido tal como ahora, esperaba que no fuera culpa de la sensación de inquietud que aparecía cada vez que el chico parecía demasiado agotado y rendido, pero sin duda alguna de todas esas opciones hacían que apartar la vista del muchacho se volviera difícil. Así como era difícil dejar de pensar en él, en sus labios rosados, la piel bronceada, en la voz calmada y serena.
Se regañó mentalmente, no es que Jimin fuera el cliché de maestro que cae por su estudiante diez años menor, pero desde aquel incidente en el pasillo y la sorpresa que se llevó cuando lo vio sentado en su aula, la imagen de Jeon no había abandonado su cabeza y con dificultad podía ser igual de cruel con él a como lo era con el resto de sus alumnos, molestarlo como molestaba a otros cuando algún informe no estaba sobre su escritorio el lunes temprano o ser tan estricto con él como le gustaría y debería. Solo podía agradecer que el chico parecía lo suficientemente despistado como para no notarlo y tomar ventaja de ello, porque Jiminse lo permetiría sin pensarlo dos veces, sin siquiera considerar las consecuencias.
Se quedó de pie junto al castaño y se permitió gozar de los murmullos que se apoderaron de la sala rapidamente. Jungkook dormía sobre su tarea a medio hacer con las labios entreabiertos y el cabello cayéndole sobre el rostro, apenas se dejaba escuchar un leve ronquido, Jimin tragó antes de agacharse para quedar a la altura de la cabeza del menor y preguntar "¿Te traigo una manta, Jeon?".
El castaño dio un pequeño salto en su asiento y miró a Jimin vagamente desorientado, desde una de las filas más alejadas podía ver de reojo a un pelirrojo llevarse las manos a la cara. El mayor examinó el rostro del castaño, percibiendo como este se tornaba de un leve tono rosaceo, en la comisura de sus labios sea asomaba un pequeño rastro de baba y sus ojos aún parecían somnolientos. Ergido en su asiento, Jungkook debía verlo hacia abajo, seguramente el rojo de sus mejillas se debían a la intensa mirada que el catedrático le daba incluso cuando estaba de cuclillas.
— Hazme un favor y ve a lavarte la cara —dijo Jimin poniéndose de pie, sin apartar sus ojos de los contrarios. —Da una vuelta por el campus, ve a comprar café, no tengo idea. Solo no vuelvas si lo que harás es dormir.
El castaño se puso de pie rápidamente luciendo avergonzado, y pasó junto al mayor murmurando un débil "lo siento". Jimin bajó las escaleras detrás de él y lo miró desaparecer por la puerta antes de poder llegar a su escritorio. Una vez detrás de la elegante pieza de madera, observó el asiento vacío que Jungkook había dejado, son el cuaderno en la misma posición y algunos lápices dispersos por el piso.
— ¿Alguien más quiere tomar una siesta?
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DADDY | Jikook
FanfictionJungkook solo necesitaba algo de dinero. #2 en Homoerotico (24/07) #5 en Homoerotico (20/07) #2 en Lemmon (06/01) #1 en Lemmon (08/02)