Epílogo 5: Daddy

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Se dejó caer desnudo sobre sus rodillas, con las manos amarradas detrás de la espalda intentó que su respiración fuera menos pesada e irregular. Jimin, vestido completamente con uno de los trajes que solía usar cuando trabajaba en la universidad, pasó por su lado rozando a penas su piel desnuda y una vez detrás de él se inclinó y jaló sin demasiada fuerza del collar de cuero rojo que adornaba el cuello del menor para poder lamer su oreja. Jungkook jadeó antes de que el pelinegro vendara sus ojos y lo dejara completamente a oscuras.

Ciego, sintió su piel volverse más sensible, su olfato y oído más agudos. Podía oír a Jimin moverse en la habitación y sentía como la casi imperceptible ráfaga de viento veraniego acariciaba su cuerpo y volvía la habitación más caliente, comenzaba a inquietarse un poco, ¿qué le estaba llevando tanto tiempo al pelinegro, por qué debía dejarlo a ciegas y solo por tanto tiempo? Sin embargo, obediente, permaneció inmóvil en su posición, muy conciente de su desnudez, del silencio abrumador en el que se había sumido el cuarto unos instantes atrás cuando Jimin parecía haberse marchado y del leve olor a fresa que comenzaba a inundarlo todo.

Un hormigueo incesante se expandió en su estómago, el mismo que provocaba que todo su cuerpo se sintiera extraño y alerta, el mismo hormigueo que lo hacía ponerse cada vez más duro.

Los pasos suave de Jimin lo sobresaltaron apenas comenzaron a retumbar en la habitación, caminaba ligero, sin prisa, con una lentitud que comenzaba a desesperarlo. Quería verlo o al menos sentirlo y escucharlo, pero había prometido ser obediente, a pesar de que añoraba —de alguna forma que todavía no terminaba de comprender— que el mayor lo castigara por haberlo desobedecido. Los pasos de Jimin se detuvieron enfrente de él, podía percibir todo aquello que emanaba del pelinegro, su perfume, su respiración completamente bajo control e incluso son los ojos vendados sabía a la perfección que el mayor no se había quitado ninguna prenda. Jungkook jadeó cuando Jimin lo obligó a levantar la cabeza con la fusta, y luego usó ésta para acariciarle el rostro. El castaño no podía estar seguro, pero sabía que Jimin tenía aquella lasciva sonrisa plasmada en el rostro y ese brillo tan particular adornando sus ojos. Tragó duro, con la boca entreabierta, una vez que la fusta rozó sus labios.

—Eres un cachorro muy obediente, ¿no te parece?

La voz ronca de Jimin le erizó la piel, anticipándose a lo que el pelinegro haría una vez que simplemente ver al menor arrodillado delante de él dejase de ser suficiente. Jimin se inclinó con la misma lentitud con que había entrado una a la habitación, provocando que sus rostros quedaran solo a un par de centímetros de distancia. Jungkook necesitaba decir algo, suplicarle que lo tocara de una vez por todas, pero, sin importar cuán desorientado estuviera con la respiración de Jimin llegándole en los labios esporádicamente, se quedo en silencio una vez más. El mayor rio complacido. Así que lo había entrenado bien después de todo.

– ¿No tienes nada que decirme? –preguntó en tono socarrón, acercándose más al rostro del castaño, intentando que Jungkook fallara una vez más. El menor se lamió los labios y luego negó.

Jimin mordió su labio inferior y se puso de pie mientras lo observaba sobre sus rodillas, ciego y atado, con el collar haciendo que su cuello luciera incluso más llamativo que el resto de las veces. Podía distinguir una ligera capa de sudor sobre su piel, después de todo, incluso si era una posición simple, mantenerla por demasiado tiempo podía ser incómodo. Y sin embargo no era solo el deseo de ser obediente lo que mantenía a Jungkook firme, Jimin sabía que su propia terquedad lo empujaba al límite, a resistir hasta el último momento, a no decir la palabra de seguridad incluso sabiendo que no podía, obligando a que fuera Jimin quien detuviera el juego. Pese a ello, el pelinegro debía ser honesto y confesar que probablemente aquello era lo que volvía la situación incluso más excitante, saber que podía hacer cosas y que Jungkook resistiría siempre lo sacaba un poco de sí mismo.

Lo rodeó acariciándolo con la fusta y viendo como su cuerpo se contraía y temblaba. Disfrutaba ver cómo el cuerpo del menor era receptivo incluso a los toque más mínimos. A sus espadas comenzó a acariciar con el cuero desde la línea de su trasero y pudo escuchar como el castaño ahogaba un gemido. Se acercó más y acarició sus hombros, aparentando más mientras estaba más cerca del cuello, la piel de Jungkook era tan suave y blanca, tan reconfortante, pero él solo quería morder y hacer que perdiera su tono lechoso, quería marcarlo y oírlo pedir que por favor lo hiciera de nuevo, convertido en un total desastre.

Decidió  entonces separar más sus piernas, empujando cada una a un costando con su pie. Jungkook se tambaleó perdiendo el equilibro por un momento, pero se recuperó rápidamente y volvió a su postura inicial, haciendo que Jimin se sintiera totalmente satisfecho.

–A ver, chico listo –dijo el mayor, sonriendo–, ahora inclínate.

Escuchó como tragaba pesadamente y se tardaba un poco antes de moverse, necesitaba encontrar la forma de llegar abajo con las manos atadas sin caer. Entonces Jimin lo vio inclinarse agraciadamente y apoyar la mejilla izquierda en el suelo, estremeciéndose una vez que captó el frío de la cerámica. Esta vez fue Jimin quien tragó, observando el levantado trasero de Jungkook apenas podía mantener la compostura para mantener las manos quiera, no sería él quien arruinara el momento por estar demasiado desesperado por tocar al chico.

–Buen chico –mencionó una vez que su respiración se volvió estable. Se sentía mejor sabiendo que no era el único necesitado en aquel momento, bastó ver el líquido preseminal que ensuciaba al menor cuando entró a la habitación para saber que ambos habían estado anticipándolo.

Sacando el lubricante de su bolsillo y empapando sus dedos se permitió cerrar la distancia que quedaba entre el cuerpo del menor y sus manos. Comenzó a masajear su agujero lascivamente mientras Jungkook soltaba reiterados jadeos, para finalmente meter el pequeño vibrador que lo haría soltar un gemido roto, en medio de la sorpresa y el placer que le provocaba el objeto extraño. Necesitaba preguntar qué estaba pasando, pero pronto el vibrador comenzó a moverse dentro de él, haciéndolo soltar una seguidilla de gemidos que no había podido mantener. Apoyó la frente en el piso y respiró por la boca, fallando en su intento de dejar de gemir. Necesitaba... él necesitaba...

Sintió como Jimin jalaba cuidadosamente de la delicada cuerda enganchada a su collar. Se puso de pie con ayuda del mayor y volvió a gemir sonoramente una vez que, ya de pie, sintió la ropa de Jimin rozar con su desnuda y sensible piel. El pelinegro lo sujetó por la cadera y luego le apretó vagamente el cuello, esparciendo escalofríos por toda su espalda. Luego se acercó por segunda vez a su oído y lo dejó sentir su respiración unos segundos antes de hablarle.

– Has sido un chico muy bueno hoy –afirmó apretado un poco más el cuello del menor, sacándole un jadeo–. Así que puedes hablar, dime qué necesitas.

Jungkook apoyó la nuca en el hombro del mayor, sintiendo el corazón retumbar en su pecho.

–Por favor, solo deja de jugar, yo... Por favor.
– ¿Por favor qué?
–Por favor, daddy.

DADDY | Jikook Donde viven las historias. Descúbrelo ahora