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Era un sábado por la mañana y Jungkook, un hombre solitario, se encontraba en casa con un gorro de cumpleaños puesto en la cabeza y un pastel de varias velitas que él mismo había comprado. Esto no era nuevo para él ya que hace tres cumpleaños que se la pasaba solo en su día especial, y no me malinterpreten, él no tenía ninguna historia trágica o algo por el estilo, no.

Él solamente se había vuelto solitario con el pasar de los años, sus padres se la pasaban de viaje en viaje por el mundo, sus hermanos... Sus hermanos estaban enfocados en sus familias con sus hijos, y finalmente, sus amigos habían desaparecido con el pasar de los años a partir de traiciones y mentiras. Jungkook estaba solo, era un hombre que muchas y muchos desearían, pero lamentablemente, nadie lo sabía. Él era un tipo con una casa común de dos pisos, ni grande ni pequeña, una economía y trabajo estable, finalizando con un cuerpo ejercitado y tonificado.

Él era exactamente todo lo que la mayoría de personas buscaban, pero nadie se daba el tiempo de conocer al hombre.

Jungkook solo deseaba tener alguien en quién confiar, un compañero, alguien que lo esperara siempre en casa con una deliciosa cena, alguien para salir los fines de semana o quedarse acurrucados en la cama viendo series, Jungkook quería una pareja.

Así que ese fué su deseo. Juntó sus manos cual niño pequeño deseando con todo su ser lo que su corazón anhelaba.

»Deseo tener alguien especial, una persona que me quiera y pueda querer.

Y con ese deseo en mente, Jungkook sopló las velas del pequeño pastel que había comprado, esperando que su deseo fuera escuchado y cumplido. Seguido de esto se vió a sí mismo como un niño infantil, se dijo que esto solo eran cuentos de hadas, así que había terminado por no darle importancia a su pedido y dedicándose a vestir para ir al trabajo, porque desafortunadamente, en su cumpleaños tenía que trabajar.

Pero por algo dicen que tienes que tener cuidado con lo que deseas...

•••

Un jóven de 28 años se encontraba sentado en un callejón, con un cartón como lugar de descanso y una caja como lugar donde guardaba sus tesoros, Jimin era lo que muchos llamaban vagabundo, pero él prefería autodenominarse como un chico de la calle.

Jimin amaba encontrar tesoros entre la basura, le gustaba pensar que tenía un tesoro y que algún día tendría valor; gracias a esa pequeña pasión, había obtenido comida durante los últimos 11 años, el jóven a tan corta edad había sido echado de su casa a causa de la homofobia de sus padres, tenía tan mala suerte que incluso a quienes llamaba amigos lo rechazaron y le dieron la espalda, el jóven sin un hogar y sin dinero al que acudir, se había vuelto un vagabundo, un hermoso jóven vagabundo que sobrevivía a base de sobras de comida y ropa que la gente tiraba, a veces cuando obtenía algunas monedas, las utilizaba para bañarse en un baño público y lavar su apestosa ropa. Y aunque Jimin fuera un chico de la calle era alguien completamente limpio, o al menos le gustaba serlo, sus ropas agujeradas siempre limpias y su cabello impecablemente sedoso, a muchos esto les sorprende sabiendo que Jimin era un chico sin casa, pero a él no le importaban las opiniones de los demás, él solo se enfocaba en conseguir comida para sobrevivir.

Específicamente un día por la tarde Jimin se encontraba hambriento, los basureros que había frecuentado ya no tenían algo comestible, pues la gente lo había visto buscando comida ahí por lo que habían empezado a tirar la comida en buen estado revuelta con la podrida. Las personas solían ser despiadadas con él, pero ya no le daba importancia, el solo buscaba comida.

Tenía tanta hambre que fue en busca de comida al patio de una casa que se veía sola, era la primera vez que lo hacía y sabía que podría meterse en problemas, pero es que su pancita le exigía comida.

Entrando con éxito, Jimin empezó a hurgar en la basura de aquella casa, encontrando maravillas ahí, un atún a un día de caducar, algunas leguminosas y demás; había encontrado oro puro. Tomó entre sus pequeñas manos aquellos alimentos y siguió explorando aquel patio, esto ya era más por gusto que nada, pues el patio tenía un verdoso y suave pasto en el que le gustaría dormir a veces, sin pensarlo mucho, se acercó a la puerta intentando ver algo, y justo cuando iba a dar un paso más, se tropezó con la manguera tirada en el suelo, cayendo de bruces al piso, justamente al piso que estaba dentro de la casa.

Rápidamente se alarmó, él no pretendía entrar a la casa ni mucho menos robar, sólo quería comida, fue un accidente tropezar y caer dentro de la casa, no sabía que la puerta estaba abierta.

- ¡¿Hola?!- gritó sin obtener respuesta.

- ¡Disculpe, su puerta estaba abierta!- volvió a gritar para comprobar que no hubiera nadie.

- ¡Robaré su comida si no responde algo!- dijo probando su suerte una vez más, teniendo éxito de estar solo en aquella casa, dio grititos y saltitos celebrando por encontrar una casa así.

Lo primero que hizo después de festejar, fue ir a lavar su ropa, y de paso la que el dueño de la casa tenía ahí, era lo menos que podía hacer como pago por usar algo que no era suyo.

Después de secar y tender su ropa, y la del dueño, se fue a dar un baño, hacía tres días que no se duchaba, su cuerpo ya se sentía sucio. Así que fue al baño de arriba, donde se encontró una variedad de shampoos y acondicionadores, junto con productos de higiene personal, no dudó mucho en hacerlo, así que inmediatamente abrió la ducha, sorprendido por el agua calentita que salía, tenía años que no se bañaba con agua a temperatura, y la verdad que se sentía muy bien. Se tomó su tiempo en la ducha, disfrutó de oler bonito con el shampoo nuevo que destapó de olor a vainilla, amaba ese olor, sería la primera vez en mucho tiempo, que olería a algo más que jabón para manos.

Luego de un rato salió de la ducha al mismo tiempo que su estómago rugía. Se envolvió en una toalla, se lavó los dientes con su propio cepillo de dientes gastado y finalmente salió, pronto se dió cuenta que sus boxers estaban sucios, renegado a ponérselos de nuevo, fue en busca de unos que le quedaran, prometiéndose a sí mismo que los devolvería después.

Fué al cuarto donde dejó su ropa ya seca y se vistió con ella, disfrutando del delicioso aroma que esta desprendía, se sintió mejor que nunca con tan solo oler bonito, pero toda esa alegría se fue al caño cuando su estómago gruñó.

Se estaba haciendo tarde y tenía que apresurarse antes de que alguien viniera.

Casi corriendo, el chico de baja estatura se fue a preparar una vaga comida, queriendo utilizar lo menos para que quien sea que viviera aquí no se enojara porque alguien profanara su casa.

Después de empezar a borrar todo rastro de el en aquella bonita casa, se empezó a sentir culpable, tal vez el dueño se sentiría horrible al darse cuenta que alguien había estado ahí, así que se le ocurrió la maravillosa idea de preparar todo un bufete a quien llegara a casa.

Luego de un largo rato, había finalizado con toda la comida, y justo cuando dejó el último plato en la mesa, un auto se escuchó afuera.

Con el corazón en la mano, tomó sus cosas esperando no haber olvidado nada y corrió fuera de la casa por donde se había metido, dejando emparejada de nuevo la puerta para volver al día siguiente. No supo más desde que se fue corriendo, y tampoco lo quiso averiguar, solo sabía que iría de nuevo a esa casa para devolver lo que había tomado prestado.

└|Ladrón de comida|┐ ☞ KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora