Capítulo 11: Oficina de Aurores

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¿Dónde demonios estaba Harry en esos momentos? No tenía ni idea, llevaba media hora esperándolo a él y a la pareja que formaban parte del “Trío de Oro”.  Elle miraba hacia todos lados, sin comprender en qué había errado: el lugar, la hora, el día. No quiso asegurarse o esperar mucho más, era momento de inspeccionar el segundo piso del Ministerio de Magia: el Departamento de Seguridad Mágica. Era pleno domingo a las 8:30 de la mañana, era entendible que no hubiese mucha gente. De igual manera, había pedido a Harry que trajera su capa para hacerse invisible, sólo por si las moscas. 

Al verse desprovista de ese pequeño detalle, no le quedó otra que intentar pasar desapercibida. ¿Cómo? No tenía ni idea, pero a Elle tampoco le importó mucho eso, de todas maneras no era de las que se ponía a pensar mucho las cosas. Simplemente las hacía y fin del asunto.

Más de una vez se quedó sin aire al enfrentarse a alguna persona y tuvo que desmayarlo. Al llegar al segundo piso, todo se complicó el doble, en cuanto vio que había “controles” para permitir el paso. Se tranquilizó un poco cuando el supuesto guardia se ponía de pie vaya a saberse para qué. Iba a ser sólo una rápida mirada al mapa de Azkaban pero, había algo que le decía que no iban a dárselo si se justificaba con un posible intento de fuga que quería llevar a cabo. Así que debía tomarlo prestado sin permiso por unos momentos, pero no sabía cuánto tiempo tenía.

Se dispuso a buscar una puerta con una placa dorada con la inscripción “Oficina de Aurores” aunque fue fácil de encontrar. Era la segunda y la más grande de las cuatro que ahí se encontraban, me detuve un segundo. ¿Por qué demonios estaba haciendo eso? Draco Malfoy no sólo se había acostado con ella a pesar de su mujer y su hijo, sino que probablemente con muchas otras. Nunca vas a significar más que una noche para él. Suspiró, estaba haciendo una movida por la que podrían arrestarla para… ¿qué? ¿Para ir a rescatar a un hombre que, puede que sea inocente, pero que debe haberla usado todo el tiempo? Se le fueron las ganas de seguir con eso, aunque hacerlo justo cuando un guardia la veía con la mano en el picaporte con un aspecto de que intentaba forzarla. “¡Ey!” escuchó tras ella antes de ver al hombre. Con un susurro abrió la puerta y se encerró ahí. Demonios… pensó, ahora el plan debía continuar, encendió una luz y se vio frente al pasillo más grande y lleno de archivos que, en su vida, había visto. 

- Tiene que ser una broma –susurró mientras se disponía a buscar de alguna manera el archivo que contenía la información que ella necesitaba.

Pronto se dio cuenta que estaba todo archivado en siglos y, luego, en años y meses. Tardo un rato en descifrar los números romanos que para ella lucían como palitos enojados y peleando con espadas. Finalmente, cuando llegó al lugar que debía buscar, el archivo que debía decir “Draco Malfoy” no estaba. Comenzó a desesperarse y a revolverlo todo, hubiese sido más fácil mirar hacia la mesa que estaba junto a la puerta por la que había entrado que tenía un expediente sobre ella. Pero, no se dio cuenta hasta que alguien golpeo la entrada gritando que saliera de allí, fue cuando lo notó, resoplo e intentó controlarse para no escupir una maldición al aire. 

En efecto, era la información que necesitaba. El informe decía la pena, el motivo, la sección de la cárcel en la que se encontraba, sólo faltaba la ubicación de Azkaban pero, eso iba a ser menos suicida que lo que estaba haciendo en ese momento. Un golpe seco y duro se escuchó que azotó la puerta, se asustó. Intentaban entrar y vencer el hechizo que la protegía. Fue entonces cuando la vio: una chimenea. Sonrió, perfecto. 

Tomando todos los papeles que estaban sobre el escritorio, corrió hacia la chimenea, tomando el tarro con polvo flú. Fue cuando la puerta se abrió, les sonrió a las personas que estaban tras ella y dejó caer el polvillo, susurrando su destino para que no pudiese ser seguida.

Estaba llena de hollín en cuanto pudo salir de la chimenea, estaba todo oscuro en aquél lugar pero, de ninguna manera había cambiado, salvo claro, la cantidad de personas que circulaban por ahí en ese momento, es decir: ninguna. Las luces estaban apagadas pero, algo de la luz del sol entraban por las viejas, desgatadas y horrendas cortinas de aquella casa. No esperaba que hubiese nadie allí, por eso al escuchar una voz se sobresaltó.

Volver a Verte (Miradas Cruzadas #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora