El extraño caso del pastel de queso

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Entré a la casa y la escena me dejó petrificado: un gato negro de pelaje brillante y bien cuidado yacía con su pequeña lengua asomándose por su entreabierto hocico que tenía una tonalidad verde azulada. Sus patas estaban estiradas y tiesas. Tenía una espeluznante mueca, como una sonrisa, como si se hubiese muerto de un infarto en medio de un chiste de suegras.
    El gato de seguro había sido envenenado. ¿Quién haría algo tan atroz? Mi cliente lloraba desconsoladamente.
    Todo empezó hace unas horas.
    Estaba en mi oficina de Nueva York en el Bronx. Había despedido ayer a Sally..., mi secretaria, los números ya no daban.
    La puerta de mi despacho se abrió de golpe.
    —¡Tiene que ayudarme detective García! —exclamó un hombre de frente amplia y anteojos redondos.
    —Cálmese, ¿le puedo ofrecer un vaso de whisky?
    —Sí, está bien, uno doble por favor... es mi gato, fue terrible no lo puedo creer no ahora —decía sudoroso y con manos temblorosas.
    Le serví el trago y se lo bebió de golpe.
    —¿Qué le pasó a su mascota señor...?
    —Ismael... Ismael Schrödinger es mi nombre, soy doctor. Mi gato ha sido asesinado, necesito... necesito que encuentre al culpable. Le puedo pagar diez mil dólares, si acepta.
    «Por diez grandes aceptaría cualquier cosa. Tal vez incluso podría contratar a Sally de nuevo, como echaba de menos ver ese escote...
    » Teníamos planes de ir de vacaciones, a una isla griega, y desatar toda nuestra pasión. Antenoche, pensando en ella, lo único que pude desatar fueron mis cordones para sacarme los zapatos. El capitalismo no perdona a nadie, menos a mí...»
    —Acepto, vamos al lugar de los hechos.
    Así fue como me metí en el caso de: ¡el asesinato del gato de Schrödinger!
    Después de analizar el lugar del crimen, me dirigí a Ismael.
    —¿Tiene una foto del mici-funto?, je, je, je, perdón, no lo pude evitar.
    —Si tengo una..., tome usted.
    Me mostró un gato de raza angora negro, noté un collar de cuero rojo y una inscripción en el mismo que no se leía bien.
    —Gracias. ¿Cuándo vio por última vez a su gato vivo?
    —Cuando abrí la caja —me dijo.
    —¿Cuándo lo vio muerto?
    —Cuando abrí la caja.
    El caso se estaba poniendo difícil.
    —Discúlpeme pero su gato no puede estar vivo y muerto a la vez —dije carraspeando.
    —Este, sí, era un gato especial. Ahora que fue asesinado, ya no es ni lo uno ni lo otro. No lo puedo poner de vuelta en la caja del misterio. Mi experimento será un fracaso. Ya que no sé a quien mataron si al vivo o al muerto.
    —O sea, la caja y el gato especial, ¿hacían que estuviese vivo y muerto al mismo tiempo? ¡Eso es increíble Doc!
    Mientras hablábamos, observé en la ventana otro gato igual al occiso, que estaba muy interesado en la cocina.
    —¿Hay algo en su cocina?
    —Sí, estoy preparando pastel de queso.
    Intrigado, saqué mi revólver .38, le dije a Ismael que me siguiera detrás.
    Había una jaula con un canario en una esquina. Pensé que el felino iría por el ave, pero me equivoqué. Observé de reojo como el minino olisqueaba el pastel, parecía disfrutarlo. En un instante se lo devoró por completo. Al verse sorprendido, nos arrojó con sus garras un pequeño frasco con un líquido verde, falló y le disparé. El líquido fue a dar sobre el pájaro que quedo tieso colgando cabeza abajo. Le acerté al gato justo en el pecho. Murió en el acto.
    ―Creo tener resuelto su misterio, señor.
    ―¿Cómo...?
    ―Si no me equivoco, sus pasteles de queso han desaparecido de forma inesperada en las últimas semanas.
    ―Sí, es cierto... ¿como lo sabe?
    ―Porque este gato, señor... ¡es una rata! Procedí a sacar la cabeza falsa que cubría al animal y quedó al descubierto la de un enorme roedor.
    ―No entiendo.
    ―Es simple, el roedor se disfrazó de su gato para poder comerse el pastel, pero como no sabía si estaba vivo o muerto decidió asesinarlo para que no lo delataran. Fue un crimen de pasión... de pasión por el queso. Hay algo más, en el collar de la seudomascota dice: Lab 001. Dr. Jekyll.
    ―El Dr. Jekyll, es el vecino de enfrente, hace experimentos químicos con mutágenos.
    —Eso justifica el tamaño de este asesino ratonil —Miré a mi cliente y le hice el gesto de contar plata con la mano...
    —Oh, por supuesto, aquí está lo prometido. Excelente trabajo detective García, ahora que sé lo que pasó puedo usar otro gato. Mi experimento es muy importante.
    El buen Doc, quedó satisfecho, yo obtuve mi pasta y el caso de: ¡el gato de Schrödinger! quedó resuelto.
    Lo mejor fue que pude seguir disfrutando del panorama del escote de Sally cuando me servía el café. Le tenía una sorpresa, dos boletos para un crucero a Santorini. Ahí disfrutaríamos de un estupendo queso Feta y podría desatar algo más que mis cordones.

Cuentos trasnochadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora