12 Primera noche de hotel

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Entraron en el hotel y ya parecían esa pareja soñolienta de años de romance. Hicieron el check-in como quien tiene la costumbre. El recepcionista dio por sentado que se conocían desde lustros atrás. Nadie hubiera negado ese pensamiento. 

El hotel se encontraba frente a una bulevar de arcos de piedra y comercios de barrio con algún cosmopolita bar de copas. Era a la vez una zona que juntaba del mismo modo y en la misma calle decadencia y optimismo; como dos épocas diferentes, alejadas en el tiempo, pero que conviven y no se han separado lo suficiente. A la una de la tarde, la carnicería podía vender callos y entresijos a unos ancianos y a las ocho de la tarde, espléndidos ejecutivos y jóvenes de luz en el pelo rubio podían estar revolviendo la pajita del último cocktail de moda; la pareja había alquilado una habitación de noche frente a un cuento pasado que no sabía que se estaba terminando. 

Tiziano dejó que fuera Julia la primera en entrar. Ella abrió las cortinas y vio a los dos ancianos de antes salir de la carnicería con un paquete de papel del que era imposible establecer su contenido, quizás fuera un pollo entero (la última vez que esa pareja mayor iba a disfrutar de un pollo entero guisado con verduras), quizás, pensó Julia, que se volvió a Tiziano que comprobaba la caja fuerte de la habitación dentro del armario corredero. El televisor estaba en una esquina, podía moverse con un brazo articulado a la pared; la cama era de matrimonio y había un escritorio con marcas de bolígrafo ocultas bajo los folletos de presentación. No había mueblebar, ninguna bolsa de frutos secos ni tampoco bebida. Julia vio que Tiziano la miraba con el mismo deseo que en la gasolinera, pero quizás ni siquiera, como antes, él era consciente de eso.

-Lo dejamos para más adelante -dijo ella- no rompamos tan rápido el deseo.

De vuelta a la habitaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora