Estocolmo

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Iba caminando por las tranquilas calles de Belleville cuando pasó. Ni siquiera pudo entender en aquel momento lo que pasaba, sólo se limitó a gritar, forcejear y pedir ayuda mientras dos hombres lo metían a un auto y se lo llevaban. Ya en el auto no dejó de gritar sino hasta que uno de los hombres le dió un puñetazo en el rostro, ordenándole que se callara, fue entonces que preguntó qué harían con él, a lo que los dos hombres respondieron con risas que le erizaron la piel. Tenía dieciséis años cuando pasó.
Fue llevado fuera de la ciudad, en algún momento le habían vendado los ojos pero él sabía, por el tiempo que llevaban viajando, que ya deberían estar fuera de la ciudad. Lo bajaron del auto con la misma rudeza con la que lo subieron, lo metieron a una casa, luego lo bajaron hasta el sótano y allí lo arrojaron al frío y húmedo suelo. Frank aprovechó para quitarse la venda y los miró, ellos sonreían mientras de entre los dos se acercó alguien más. Era un chico, parecía de unos veinte o veinticinco años de edad, tez blanca y cabello negro como la noche. Estaba vestido con una camisa y pantalones negros y una corbata que parecía haber sido blanca pero que ahora estaba manchada con lo que parecía, era sangre.

  —Bienvenido —Dijo el chico mostrando una sonrisa amarillenta en aquel sótano apenas iluminado por una lámpara de mala muerte.

  —Púdrete —Escupió Frank poniéndose de pie.

-¿No tienes miedo? -Preguntó el chico sin quitar su sonrisa.

-No le temo a los idiotas -Respondió Frank.

-Que bueno que no te temas a ti mismo entonces -Dijo el chico-. Estarás aquí por un tiempo, así que creo que debería presentarme. Me llamo Gerard ¿Y tú?-

-No te importa -

-Oh, vamos, Frank. No quería empezar con el pie izquierdo nuestra relación -Frank abrió los ojos.

-¿Sabes quién soy? -Preguntó.

-Sé todo sobre ti, Frank -

-Entonces sabes que tengo una familia que me espera -Sonrió.

-Oh, claro. Pero también sé que estos últimos días te la has pasado encerrado en tu cuarto sin hablarle a nadie, por lo que a nadie le parecerá extraño que no estés rondando por la casa o que no te presentes para desayunar o cenar. Además de que tus padres trabajan todo el día -A Frank se le fue el aire.

-¿Cómo sabes eso? -

-Sé todo sobre ti, Frank -Volvió a decir Gerard, se acercó hacia Frank con lentitud y lo tomó del mentón-. Sé todo sobre el amor de mi vida -Frank se quitó de su agarre con brusquedad.

-¿Sueles secuestrar a todo el que te guste, marica? -Gruñó y Gerard quitó su sonrisa, preparó su puño para golpearlo pero se arrepintió a último minuto.

-Tienes suerte de que no quiera lastimarte. Te amo, Frank -Volvió a sonreír-. Ahora debo irme, volveré cuando estés más calmado, precioso -Frank no respondió nada, iba a golpearlo, quería golpearlo y lo hubiese hecho de no ser porque ese tal Gerard tenía a sus dos gorilas, no podía arriesgarse a que lo mataran a golpes-. Atenlo, no queremos que escape- Dijo Gerard y subió las escaleras.

Frank se resistió a ser atado pero fue inútil, los dos gorilas tenían más fuerza que él y lo lograron reducir sin problemas. Estaba atrapado por un loco demente que decía amarlo. Los dos tipos lo dejaron acostado sobre un colchón que parecía nuevo, pero que a Frank de todas formas le daba asco, toda la situación le daba asco. Pasó un largo rato desde que Gerard se fue y Frank sólo esperaba que vuelva y lo mate de una vez o algo así. Estaba nervioso pero no quería llorar, llorar era de débiles y él era fuerte.
Pasaron horas hasta que Gerard volvió. Frank estaba hambriento, no había desayunado por elección y ahora se arrepentía terriblemente. Gerard se agachó a su lado y le tocó el hombro, llamándolo con suavidad, a lo que Frank no respondió, así que insistió un poco más y entonces Frank se giró, mirándolo con el ceño fruncido.

One Shots || FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora