002

1.1K 182 33
                                    

-No, me niego rotundamente, no lo haré- declaró el menor cruzando de brazos, observó con desinterés a su molesto mejor amigo con el peluche empapado en sus manos.

-¡Por seguirte a ti se me cayó el oso, así que irás!- espetó apretujando al peluche entre sus manos, imaginando que era la cabeza del rizado- y fin, se acabo la discusión. Mañana a las diez en punto te quiero fuera del centro comercial.

-¡¿De la mañana?!

-Si

Emilio suspiro rodando sus ojos con irritación- ah, tu enserio adoras verme sufrir.

-También te quiero- de burló el mayor, brindándole una cálida sonrisa antes de marchase del hogar de su mejor amigo.

....

-Si te separas de mi juro golpearte y tirar tus planes para derretir al frentón por la borda- murmuro aferrándose al brazo de su mejor amigo, o en ese momento, su novio falso.

-Y tu cállate si no quieres que deje de fingir ser tu novio y me encargue de buscar al castaño- dijo fulminado con la mirada al rizado, quien bufo encogiéndose de hombros.

Caminaron en busca del mismo local en el que Camilo había conseguido el peluche y Emilio se sentó en un banco con su celular mientras esperaba a que su mejor amigo consiguiera un peluche nuevo para su conquista.

Suspiro, no lograba entender la extraña obsesión del moreno para enamorar al presidente del centro estudiantil. No iba a negar que el chico era realmente guapo, es decir, vamos, ojos miel, labios de líneas gruesas y casi perfectas, nariz recta, cabello liso y negro, y ni hablar de sus atractivos hombros anchos con cuales su mejor amigo fantaseaba millones de veces.
Si, Camilo Valdez se había declarado homosexual y pasiva al ver aquel chico caminar por los pasillos del instituto con una sonrisa perfecta en su rostro. Y aunque el presidente no le agradaba demasiado decidió no cortarle las alas a su amigo, después de todo debía agradecer que se enamoró de alguien que mantiene los pies en el piso y no de alguien como Mauro Mariscal, el apuesto y arrogante capitán del equipo de fútbol que más de una vez había intentado llevarlo a su cama, o Eduardo Barquín, el irresistible dios griego que cumple a la perfección su papel de chico rudo intimidando a todo el instituto. Y claro no puede faltar Nikolas Caballero, el estúpido bromista a quien para su desgracia debía soportar cada vez que lo enviaban a detención, pues el muy imbécil se la pasaba encerrado en aquel cuarto de castigos por jugar malas bromas.

-¡Amor de mi vida!

Oh! No, no, no, no, no. Esto no podía pasarle a él.
Apretó sus ojos sintiendo como el castaño lo abrazaba por detrás y de la forma más descarada hundía su rostro en su cuello, embriagándose con el agradable aroma del mayor.

-¿Qué... qué se supone qué haces?- pregunto frunciendo ligeramente el ceño-mocoso, aléjate.

-Ño-murmuro, aferrando su agarre en el cuerpo ajeno. Emilio quiso salir corriendo, no podía sentirse más incómodo y extraño. Lo habían acosado anteriormente, incluso había chicas que le ponían sus senos en la cara, pero nunca jamás habían invadido su espacio personal de tal forma.
Luego de unos minutos el castaño se alejó, sonriendo al ver las mejillas sonrojadas del mayor.

-¿Lo ves? Te lo dije, es el destino- hablo emocionado parándose frente al rizado. Emilio enarcó sus cejas y bufó.

-O eres tu muy pendejo buscando en el centro comercial- hablo con notoria molestia, cosa que provocó que la sonrisa del menor se estirara más.

-Me haz descubierto- río- entonces... ¿como funciona esto? ¿Me darás tu número para poder contactarte o deberé venir todos los días para poder verte?

-Piérdete

Un pequeño puchero se formó en los labios del menor y Emilio trago con fuerza- vamos, no seas así, eres un jodido dios griego, no puedes prohibirme perfecta vista.

El leve color rosa en sus mejillas pasó a un rojo intenso, delatando sus nervios.

-No digas tonterías.

-Le estás pidiendo a, según tu, un tonto muy muy lindo que no diga tonterías, explícame eso.

El mayor sonrío inconscientemente olvidándose de su incomodidad- nunca dije que fueras lindo.

-¿Sufres perfidia de memoria?- preguntó en un susurro, inclinándose hacia el.

Emilio arrugó su nariz- claro que no

-Supongamos que si- sonrío- Yo recuerdo que me dijisteis tonto lindo, una lástima que no lo recuerdes.

-Pero...

-Shhh, tu secreto sobre tu pérdida de memoria esta a salvo conmigo.

Un tonto lindo[Emiliaco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora