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La pequeña manita del castaño había permanecido en todo el transcurso entrelazada a la suya y Emilio realmente se sintió ido, porque el chico detestaba que lo tocaran o simplemente respiraban a su lado, su espacio personal se respetaba y hasta hace unos días el único con permiso para interrumpir su Preciado espacio era su mejor amigo. Pero eso había cambiado, o por lo menos lo había hecho con el pequeño adolescente a su lado.

Estaba confundido. La primera vez que Joaquin se había lanzado hacia el le había resultado algo extraño más que incomodo y ahora sentía el tacto del ojimiel tan común y relajante se asustó sin poder evitarlo.

-¡Emilio!- el grito de su compañero lo sacó de sus pensamientos, haciéndole notar que ya habían llegado a su destino-dios, realmente eres un torpe.

Emilio río- cállate, Niño tonto.

-oh! Romeo, acabas de enamorarme con tu dulzura- soltó sarcástico, dedicándole una mirada fulminante- que te jodan.

-¿Esa es la forma de tratar a tu novio?-preguntó esbozando una sonrisa de lado.

Joaquin sabía que no debía hacerse ilusiones con el rizado, pero no podía evitar que su corazón diera pequeños brincos en su pecho cuando le siguió su juego de "somos pareja" o se dejaba guiar por el. Le estaba entregando una partecita de su corazón a un desconocido no tan desconocido, y al chico a su lado parecía no molestarle su estupido enamoramiento-según el- a primera vista.

-Cállate- musitó con un leve color rojizo cubriéndole las mejillas- ¿este sábado harás algo?

Precio pensarlo algunos segundos, tratando de recordar si tenía que hacer algo aquel día, y finalmente luego de exactamente un minuto, negó.

-¡Genial! Porque iremos al cine- le comunicó dando un pequeño saltito. Su manita aún seguía entrelazada con la suya y Emilio bajo su mirada hacia ambas manos al sentir el ligero tirón en su mano por el salto.

Sonrió enternecido con la diferencia de tamaño y apretó un poco más su agarre.

-Bien- acepto sin borrar su sonrisa. Una baja carcajada escapó de sus labios al ver brillar los ojitos del castaño y no pudo contener el deseo de pellizcar su moflete izquierdo con su mano libre.

-Oye, no te he dado permiso para tocar mis cachetes- se quejo alejándose de su tacto.

Emilio enarcó una ceja y por más de que no quería soltar, soltó su manita- Yo tampoco te he dado permiso para tirarte sobre mi y sin embargo hoy estuvisteis todo el día sobre mi espalda- ataco recordando el berrinche que le había hecho el menor al no querer llevarlo en su espalda, logrando que el chico accediera luego de varios minutos ante tantas miradas curiosas.

El castaño sonrió con inocencia y tomó su mano nuevamente- y yo lo te he dado permiso de soltar mi mano.

-No quiero sujetar tu mano.

-Pues yo si quiero sujetar la tuya, así que te aguantas-finalizó tirando de su brazo con fuerza, provocando que el cuerpo mayor quedara a centímetros del suyo.

Emilio abrió sus ojos con sorpresa, mientras el castaño sólo se limitó a continuar sonriendo como si estar casi pegado al otro fuera lo más normal del mundo.

-Debes entrar, mocoso- murmuro. El corazón del adolescente se aceleró al sentir su cálido aliento contra su rostro y el olor a menta invadir sus fosas nasales.

Quería besarlo, realmente quería hacerlo, pero debía controlarse.

Sin borrar su sonrisa lo tomó por los para evitar caer al hacer puntitas, y cuando su rostro quedó a la altura del mayor, sus labios depositaron un tierno beso en la comisura de sus labios.

-¡Adiós, descansa!- gritó entrando realmente a su hogar, dejando al rizado perplejo por unos cuantos minutos.

Un tonto lindo[Emiliaco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora