Era uno de esos lugares en que la gente de las películas se pierde: el bosque lejano. Qué cosas no ocurren allí: asesinatos, persecuciones y huidas, secuestros (con las búsquedas desesperadas que provocan), misterios y más. El otoño acentúa en ellos el aspecto aterrador; los árboles deshojados y las ramas con sus extrañas contorsiones; los senderos difuminados por las hojas y por el viento, que borra las pisadas más recientes; y el cielo que es gris de día, más oscuro que nunca es por las noches (que le da ese efecto de fotograma de cine)... ¡Las noches! Silenciosas, frías, lúgubres; algún crujir que resuena y en su eco el estruendo gélido que recorre varios metros y barre todo el silencio del lugar.
Allí ocurrió lo que contaré más adelante.Esta mañana desperté y un vaho de alcohol invadió mi nariz a la vez. En la cocina volaban botellas de vidrio, gritos feroces que prometían la peor de las muertes, puñetazos (seguramente) y humo de algo quemado que se calentaba en una olla. Me fui sin desayunar. Al bosque, claro está. Me había acostumbrado a la soledad y a los lugares solitarios, buscaba siempre la tranquilidad que mi hogar (hogar: por decirlo de alguna manera) no me proporcionaba. En fin, como decía, ahí estaba yo otra vez escapando por la ventana, lo cual me llevaba directo al bosque ya que vivíamos muy cerca de él.
Al pueblo casi nunca iba cuando pretendía escapar, estaba solo a unas cuadras y todos me conocían ahí como el chico que siempre deambulaba por las calles; los vecinos, al verme, solían encargarme pequeños favores bien remunerados que me dejaban algo de dinero para solventar mis vicios... bueno, estos consistían en pura, insana pero deliciosa comida chatarra.Me adentraba en lo profundo de aquel bosque con toda confianza, cuando vi una luz que casi me deja ciego. Era una luz extremadamente blanca. Al principio creí que se trataba de algún rayo de sol que se intercalaba entre los árboles abriéndose paso hasta alcanzarme, pero no recuerdo haber sentido su calidez característica. Además, los rayos dejan en la retina un color amarillento al pasar. No, esta luz era fría y no tenía un color, tampoco pude ver de dónde provenía. Fueron segundos, luego mi vista volvió a la normalidad, mis ojos volvieron a habituarse a la claridad del bosque en la mañana y, sin embargo, no vi absolutamente nada. No habían rastros de aquella extraña luz. Volví a casa.
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Diario de Morris
Science FictionTodo aparentaba estar bien en el pueblo hasta que algo raro sucede cerca de la casa del protagonista. Cual detective, él intentará esclarecer los hechos por medio de la deducción. Pero como un círculo vicioso todo lo conducirá hacia su destino... En...