Jueves

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Me había quedado dormido en un auto viejo. Algo me despertó de un sobresalto cuando ni siquiera amanecía y al instante una luz se encendió sobre mí. Esta vez pude localizar su origen.

La entidad que se presentó frente a mí no era de ningún lado, de ninguna parte de la tierra. Bajo su halo me sentía atrapado, pero no de una manera agobiante; solo querían comunicarse conmigo. No sé cómo describir las sensaciones que experimenté durante toda esa extraña sesión. Me dejaba llevar y aquello me atraía y me envolvía más y más. Fue ahí cuando percibí una mirada, me miró y comprendí, me fundí con su ser en una dimensión intangible donde únicamente ambos podíamos coexistir. Emergía de él y de mí como una intimidad proyectada en el aire, un espacio paralelo. Aunque todavía no sabía ante qué tipo de ente me encontraba.
Allí, me transmitió lo que hacían y buscaban; me habló de su naturaleza extraterrenal, de su visión cósmica, pero en parte, ya que aún no podían revelarme toda su realidad. Lo más importante era que me querían. Sí, a mí. Que yo había sido elegido y que el otro fue algo así como una prueba, un ensayo (no llegué a entender del todo esa idea). Querían ofrecerme un propósito. Les creí. Lo único que debo hacer es caminar hasta la pequeña pendiente que se encuentra a la salida del pueblo.
Finalmente, me transmitió paz y confianza; me identifiqué con su esencia desconocida. Luego, todo se esfumó, salí de aquella especie de ensoñación y quedé solo otra vez. Miré hacia atrás, en dirección a mi pueblo; sentí un desapego inmediato hacia ese lugar que, ahora, devenía en algo claramente insignificante y banal. Armé el rompecabezas desde que cada pieza apareció.  

Ya salió el sol y mis pasos parecieran ser la única cosa en movimiento. Este diario quedará justo aquí donde me despido y si alguien lo encuentra será porque ha podido salir también; sabrá que, ciertamente, las respuestas están muy lejos de aquí. 

Diario de MorrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora