Estaba...solo.

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11:00pm||11 de diciembre del XXXX

Estaba nevando, hacia frío y los copos de nieve caían como lluvia, el cielo estaba nublado y las estrellas junto con la luna no se podían ver, las luces de la ciudad seguían encendidas y algunos carros aún eran visibles en la carretera.

Bajo ese frío invierno caminaba un hombre de cabello negro, alto y elegante, probablemente de unos 27 años o más, con ese rostro no se podía suponer su edad. Tenía una mirada perdida y en sus ojos se notaban aquéllas ojeras que marcaban su demacrado rostro. Una mirada de tristeza era lo único rescatable, esa mirada vacía, sin alma, sin emoción hacían resaltar a este hombre, un hombre triste y solitario.

¿Por qué estaba triste este hombre?
Bueno...
Este triste hombre que vagaba en la nieve había perdido recientemente a su familia, a su mujer, sus hijos, estaba solo, asustado, decaido, a pesar de que su vida pintaba lleba de gloria había perdido lo que más amaba. ¿Qué se sentía perder lo que más amas? Ojalá poder comprender a ese hombre...

Aún así era tan miserable que nunca pudo apretar el gatillo, tirarse de un puente o colgarse de un tubo. No era capaz, no lo era, de que serviría eso, de qué, no lo sabía pero por más que lo intentaba él mismo se arrepentía.

Su camino se dirigía a un supermercado abierto, sus pisadas dejaban huellas en la nieve que eran borradas a los pocos minutos, iba a un paso lento y decaído. ¿Qué iba a comprar? Quizás alguna bebida alcohólica que saciará su triste corazón.

Estaba a punto de llegar a su destino,  le faltaban unos cuantos metros sin embargo algo sucedió que lo hizo detenerse antes de llegar.

Dos niños, dos solitarios niños salían corriendo del supermercado con algunas bolsas en sus manos, salían corriendo a toda velocidad con un oficial de turno detrás de ellos. Al parecer eran ladrones.

Nuestro triste hombre solo miró, tampoco iba a intervenir, que perdida de tiempo, el oficial ya los iba a capturar sin embargo escuchó algo que lo hizo detenerse, algo que lo hizo...sentir.

– ¡Gustabo tengo miedo!

Ese grito, ese solo grito hizo levantar la mirada del hombre observando fijamente la persecusión. Ahora que lo miraba bien notó que esos dos niños estaban con las ropas rotas, ni siquiera tenían algo que los cubriera del frío adecuadamente, sus zapatos tenían algunos agujeros incluso. Su mirada solo estaba estática teniendo un fuerte flashback de aquellos pequeños que perdió, esto hizo que nuestro hombre derramará unas gotas de su rostro. ¿Lágrimas? A quién carajos le importaba eso. Nuestro hombre tomó fuerza y comenzó a seguirlos llegando a correr detrás del oficial, se habían alejado y la vestisca nublaba su visión sin embargo como si sus piernas tuvieran vida lo guiaron por el camino a donde habían ido terminando en un callejón dónde se escuchaban los gritos de uno de los menores.

– ¡Déjalo por favor! ¡Lo devolveremos!

La escena se vió, el oficial estaba golpeando al que parecía ser el mayor de los niños con una porra de policía, se veía que dolía pues aunque el pequeño niño derramaba lágrimas silenciosas no perdía su postura, estaba defendiendo al menor de ellos que no paraba de gritar y llorar detrás del mayor, el mayor actuaba de una forma rabiosa pues a pesar de los golpes soltaba gruñidos y soltaba patadas, era como un extraño perro.

Nuestro hombre no pudo observar más y con rabia se acercó antes de que otro porrazo golpeará al menor deteniendo el brazo del oficial con firmeza y una mirada fija que con solo verla, temerias por tu vida. Antes que el oficial hablará nuestro hombre sacó de su bolsillo una placa con el nombre de: Jack Conway.

Una placa un tanto peculiar pero a la que un triste oficial temería, era el superintendente Jack Conway encargado de la ciudad.

Jack hizo presión en el brazo del hombre lastimandolo pero finalmente lo soltó y este se alejó corriendo de allí, sintió al diablo a su lado, joder que miedo.

Por parte de los pequeños, nuestro hombre vio que era un rubio de ojos azules y un castaño de ojos color miel, el mayor era el rubio y el menor el castaño. El rubio estaba sangrando de sus brazos y tenía ya un moretón notable en su ojo izquierdo el cual mantenía entrecerrado por el golpe. Jack intentó acercar su mano pero como si fuera un perro este gruñó tomando al menor y a las bolsas para escabullirse y huir. Jack estaba procesando la situación pero solo notó como se marchaban, se sintió un tanto enfadado sin embargo el sentimiento desapareció una vez que el menor gritó para despedirse.

– ¡Gracias, papá!

Eso heló a Jack, su cuerpo comenzó a temblar y sus ojos no se contuvieron más y comenzó a llorar intentando ir tras los pequeños, sin embargo, ya se habían ido totalmente.

Nuestro hombre estaba perdido, era como si esas simples palabras hubieran roto su corazón congelado, estaba confundido pero si de algo estaba seguro era de que encontraría a esos dos niños a toda costa, lo iba a hacer, era una promesa.

Una promesa...

Debo protegerlos||AU||GTAV SP||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora