capítulo 43

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Mis ojos se abrieron, mi mandíbula se aflojó y el bombeo de mi corazón se volvió anormal. Jennie Kim estaba de pie frente a mí. Las lágrimas corrían por su rostro mientras estudiaba mi cuerpo frágil y demacrado con el más mínimo gesto, antes de volver a mirarme a los ojos.

―Lalisa― esa voz. La voz que me persiguió durante meses, la voz que escuché en mis sueños, la voz a la cual le gritaba que regresara.

Abrí la boca pero no salió nada, era inútil.

―No sé qué decir― admitió, con la voz quebrada. Mis lágrimas finalmente cayeron al darme cuenta de que estaba realmente aquí, conmigo, y que no era un sueño.

No podía pensar en nada más, así que agarré el DVD de debajo de su mano, lo escaneé, agarré el dinero que había dejado en el mostrador, puse la película en una bolsa y coloqué sobre el mostrador, antes de desaparecer en el interior de la habitación de empleados.

Me quedé allí por cerca de media hora, apoyada contra la puerta hasta que oí la campana de la puerta señalando que se había ido. Me golpeé a mí mismo por haber hecho eso, pero ¿qué otra cosa podía hacer? No podía hablar con ella, y yo no iba a estar allí toda la noche sólo mirándola.

Suspiré y caminé de vuelta hacia la tienda, sólo para ver a un cliente enojado esperando en el mostrador con una pila de DVD's

―Lo siento― murmuré. Miré hacia la puerta para ver si el sonido de la campaña era otro cliente que entraba. Exploré la habitación y la vi a un lado del mostrador, mirándome directamente. Gemí internamente, y cuando terminé de cobrarle a aquél hombre me dirigí a la habitación de empleados, pero, antes de que pudiera desaparecer, ella habló.

―Lalisa― sólo eso bastó para matarme por dentro y enviar simultáneamente escalofríos por todo mi cuerpo. Me volví hacia ella y se acercó al mostrador de nuevo. ―¿Cuándo acabas tu turno?― preguntó.

Miré el reloj en la pared y eran las 9:15.

―09:30― le respondí de mala gana. Ella sonrió ante el sonido de mi voz, y entonces la vi mirar el reloj.

―¿Puedo llevarte a tomar un café?― preguntó, jugando con sus dedos nerviosamente.

―Yo... no lo sé― le contesté. Inmediatamente su sonrisa desapareció.

―Oh, sólo pensé que podríamos hablar...

―¿Hablar?― la interrumpí. La ira que había mantenido dentro de mí desde hace tantos meses, finalmente estaba saliendo. ―Claro que vamos a hablar.

Hizo una mueca ante mi tono.

―Vamos a hablar de cómo me dejaste, sin decirme dónde estabas. Vamos a hablar de cómo me enviaste un texto y luego bloqueaste tu número. Vamos a hablar de cómo diablos tu casa se puso en venta tres días después de que desapareciste del puto planeta― ella no decía ni una palabra. ―Adelante, ¡habla!

―Me arrestaron, Lalisa― suspiró.

―Así que, ¿bloqueaste tu número antes de decirme que ibas a prisión? Allá permiten hacer llamadas, Jennie. Podrías haberme llamado, y por lo menos hacerme saber que estabas bien. Maldita sea, ¡yo podría haberte visitado!― en ese momento hervía de rabia, incapaz de controlarme.

―Lisa...

―¿Sabes tú en el estado en que yo estaba? Yo estaba putamente deprimida. Mi maldito padre tuvo que poner pastillas para dormir en mis bebidas porque no podía cerrar los ojos por un maldito segundo, porque todo lo que veía y en lo que pensaba era en ti. Mi peso se desplomó. Me iban a ingresar a un puto hospital mental, Jennie, porque yo ya no podía pensar con claridad. ¡Todo esto se habría evitado con una puta llamada telefónica tuya!― grité. Mi corazón latía con fuerza.

Lujuria Oculta [Jenlisa; adaptación]  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora