Sweet Bunny _ K O O K M I N

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Mientras observaba los pájaros no cambiantes posarse en las endebles ramas de la copa de los árboles, Jungkook tenía la oportunidad de distraerse momentáneamente sobre la cosita adorable con orejas largas albinas que lo tenía abatido. Era fácil decir que no se iba a acercar más a Jimin, más en la práctica le nacía una urgencia por contemplarlo aunque sea a distancia. La razón por la que su iniciativa no calló tan pronto como olfateó el dulce aroma de Jimin, fue porque Yoongi lo tenía con la soga al cuello, en vigila de que no se acerque ni un centímetro donde se encontraba el omega.

Era triste para su lobo reprimir el instinto de olfatear y poseer cuando Jimin estaba cerca, Jungkook debía echar la cabeza a un lado mientras su lobo con anhelo miraba la distancia gélida que lo separaba del omega.

El sol brillaba a través de las ventanas del aula, iluminando el salón con una luz cálida y reconfortante, creando un fuerte contraste con la tristeza que embargaba a Jungkook. Justo en ese momento, sonó la campana para el almuerzo, interrumpiendo el silencio de la clase. Con un suspiro, Jungkook se recostó sobre sus brazos cruzados en el pupitre, se supone que debía ir con los otros, pero no tenía hambre y a medida que se vaciaba el salón podía escuchar algunas voces llamando su nombre; una de ellas era la de Taehyung.

-Kook, ¿Vienes? -. Taehyung llamó desde la puerta, su tono animado y jovial resonó en el aula una vez todos se fueron.

Jungkook notó la alegría en su voz, pero lamentablemente no compartía su entusiasmo en ese momento.

-No, no tengo hambre...-. respondió con voz suave, apenas audible.

No se percató de cómo el rostro alegre de Taehyung se transformó en uno lleno de preocupación y tristeza. Escuchó a su amigo despedirse antes de abandonar el aula con los demás, lo que dejó tras de sí un silencio pacífico que llenó el salón. Con los ojos pesados por el desánimo, decidió cerrarlos en busca de un momento de tranquilidad, permitiéndose una breve siesta mientras transcurría la hora del almuerzo.

Pasados unos cinco minutos, una onda aromática abordó sus sentidos. Primero suave y tierna, como la textura de un pastel esponjoso relleno de exquisita crema, luego, un toque ácido y frutal. Fresas. Unas fresas frescas y jugosas que le hacían agua a la boca, quería morderlas, saborearlas, sentir como el jugo se deshacía en su lengua junto a la crema blanca de dulce sabor.

Ronroneó somnoliento, sus fosas nasales expandiéndose en busca del aroma que asaltaba sus sentidos. Fue entonces que sintió una chispa de algo más en ese aroma, tan rico y tentador, le agregaba fuerza a la fragancia, le hacía querer, tomar, poseer...

Abrió los ojos de par en par, con sus irises brillando en un intenso color caramelo y las pupilas dilatadas. Su lobo hambriento, deseoso y preocupado le ordenó que corriese en busca del omega que desprendía tan tentador olor.

Sin importarle la silla que cayó al piso de baldosas con la fuerza de su empuje, salió disparado por la puerta del aula, sus pulmones ansiosos por absorber oxígeno mientras la adrenalina corría desenfrenada por sus venas. Cada latido de su corazón resonaba en sus oídos, su instinto alfa rugiendo en su interior, exigiéndole que encontrara al omega y lo protegiera. Sin detenerse a pensar, descendió las escaleras a toda prisa, sin importarle el ruido de sus pisadas resonando en el vacío del pasillo. Su única meta era llegar a Jimin, y nada ni nadie podría detenerlo.

Derrapó bruscamente al girar en el pasillo y prosiguió su veloz carrera hacia donde el penetrante aroma del omega se intensificaba. Detuvo su avance de golpe al divisar a dos Alfas, miembros de distinta sección, acorralando al indefenso conejito.

Su lobo rugió de ira al presenciar la escena, su aroma envenenado se intensificó y un gruñido profundo resonó en su garganta, obligando a los dos depredadores a girarse ante la inesperada presencia del Alfa intruso. Con los colmillos al descubierto, Jungkook gruñó amenazante, mientras el Alfa más alto, a quien conocía como Sunho, se volvió bruscamente hacia él, dejando al omega en manos de su compañero. Ambos mostraron sus colmillos y garras, listos para atacar como animales salvajes a punto de morder.