Victoria salio de la casa y se sentó al lado de su cuñada que estaba mirando las rejas cerradas con candado en la lejanía. La casa le parecía tenebrosa y lúgubre. El brillo y la felicidad habían sido aplastadas por un hombre que solo tomaba vodka y rompía los amados iconos de su marido.
Tomo a Svetlana de las manos y le acaricio el cabello con cariño. La obligó a mirarla y limpio las lágrimas que caían suavemente de sus ojos asustados, el ojo izquierdo estaba morado e hinchado casi cerrado.
— Debes aguantar un poco mas cariño. — Le dijo en un susurro.
— No se como haces para no querer matarlo. Es un tirano.
— No es el primer tirano con el que trato. Hable con algunos lacayos. — Victoria miro alrededor y se levanto. — Caminemos para poder hablar, hay oídos cerca.
Svetlana miro la casa y noto que los hombres que siempre acompañaban a Vladimir las observaban.
Hacía una semana que estaban aguantando ese infierno y su cuñada se había llevado varias cachetadas e incluso un puñetazo, ella lo había golpeado para defenderla y Victoria podría jurar que había perdido la mitad de su cabello de la forma en que el le tiraba el pelo.
— Pude hablar con algunos de nuestros empleados.
— ¿Como lo lograste? — Pregunto Svetlana.
— No importa. Lo que importa es que logre una esperanza.
— ¿De que hablas?
— Detrás de la casa, pasando los arboles frutales hay un pequeño cenador.
— Si. — Murmuro la joven.
— Emilia ¡bendita sea! esta dejando algo para ti en el. — Musito ella mirando la casa mientras se dirigían hacía adelante pasando el camino de árboles.
— ¿Que?
— Un pantalón y botas, una capa, ropa que necesitas.
— ¿Un pantalón? — Pregunto extrañada.
— Deja de interrumpirme. — Le dijo impaciente. — Cierra la boca y escucha atentamente. A las tres de la mañana de esta noche saldrás de la casa y te dirigirás hacía el cenador, te pondrás esa ropa y rodearas la casa, caminaras bien pegada a las paredes.
— Es imposible salir sin llave. El tiene el portón cerrado.
— Dejame terminar. Un caballo estará esperándote en el sur de la propiedad, del lado de afuera. Tendrás que trepar el portón.
Svetlana miro las puertas de hierro de dos metros y medio de alto.
— No estas hablando en serio. — Susurro con temor.
— Lo estoy, estoy hablando muy en serio. Es la única oportunidad que tenemos. La treparas y te iras en ese caballo.
— Nos iremos juntas.
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Entre Orquídeas y Secretos ✓
RomanceLa vida para Mikhail Gurevich había perdido el encanto hacía muchos años, cuando había sido desprovisto de alma, familia, tierra y nacionalidad. Pero conocerla a ella le había impactado, con sus suaves ademanes, sus ojos azules y sus flores. El...