Capitulo 2

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Sergei Kuznetsov beso la mejilla de su bebé y olió su olor dulzón. Suspiro encandilado y la meció suavemente. La niña era muy parecida a él, tenía su mismo color de pelo negro. 

  Joven de casi veintiocho años, casado hacía dos años y flamante padre de una bebé de dos meses, hijo de Alexander Kuznetsov y hermano de tres jóvenes Elena Kuznetsov que ostentaba su misma edad con una diferencia de seis meses, Larissa dos años menos y su hermana pequeña Oksana. Todas ellas casadas o a punto de hacerlo. Llevaba adelante el navío familiar y dedicaba el resto de sus días en su familia. 

 Su esposa Emmaline estaba poniéndose los zapatos y lo miró con una sonrisa. 

— ¿Ya terminaste de vestirte? 

— Si. Estoy esperándote. 

— ¿Crees que Cooper hablará hoy con tu padre? — Ella se sentó en la coqueta y se puso el anillo de boda y unos aretes pequeños. 

— Supongo que sí. Después de todo no necesite que me lo digas. 

 Emmaline sonrió. 

— Finalmente ha sido capturada esa niña escurridiza. 

 Él le sonrió y después miraron hacía la puerta debido al ruido y escándalo. 

— Iré a ver. — Emmaline se levantó; pero Sergei le tendió la bebé. 

— Iré yo. 

 Cuando bajó las escaleras se sorprendió al ver lo que pasaba. Conocía el hombre que estaba desvanecido y su fiel sirviente. 

   Tenía varios negocios con ese hombre impasible, miró a la joven que la acompañaba y frunció las cejas. La muchacha era parecida a él, con esos ojos ámbar y su piel dorada. 

— Señor. — El sirviente se acercó. — Pido su misericordia para que ayude al señor Gurevich. 

— ¿Qué fue lo que pasó? 

 Él asintió y sus lacayos los ayudaron a subir las escaleras para llevarlo a la habitación. 

— Busca al médico. — Le ordenó a otro sirviente. 

 Emmaline apareció y se llevó a la joven que miraba aprensiva al enorme hombre desvalido. 

  Sergei había visto las cicatrices de su padre, pero esas palidecian al lado de las de este hombre, su padre tenía algunas pequeñas y otras largas debido a cortadas, este hombre tenía largas cicatrices en el pecho y la espalda, las muñecas estaban fuertemente marcadas con evidentes marcas de amarre. Profundas cicatrices verticalmente arriba de sus fuertes brazos sin contar los nuevos golpes. 

  Frunció el ceño confundido, los golpes aunque seguramente eran dolorosos no se acercaban a lo que evidentemente ya había sufrido. 

— Necesita calor. — Le dijo en ruso el criado 

 Los ojos dorados se abrieron y se clavaron en Sergei. 

— Kuznetsov. — Lo miró intensamente. — Svetlana. — Levantó la mano temblorosa. — Cuida a mi hermana Svetlana. — Pidió en ruso. 

— Lo haré. — Le dijo tranquilizando. — Dígame su nombre. — Pidió Sergei. 

— Ilya. — Murmuró sorprendido por el halo de poder que demostraba ese hombre sin siquiera pensarlo demasiado. 

— Dígame qué pasó. 

— Mi señor está con frío, caminó por los bosques helados de Rusia. 

 Sergei se volteó y lo miró sorprendido. 

— Entiendo. — Sergei se tomó las manos a su espalda. 

Entre Orquídeas y Secretos ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora