Capítulo 4

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La carta #4 no llegó ese día, una cierta decepción y preocupación se instaló en el pecho de Severus, ¿cómo era posible que no le hubiera llegado la cuarta carta? Estaba demasiado desilusionado, y estaba seguro que esa niña sólo intentó jugar con él. ¿Qué lógica tiene que un día le escriba lo mucho que lo ama para que n día después deje de enviarle cartas? Realmente extrañaba mucho a aquellos sobres blancos con el remitente desconocido.

¡Sólo había pasado un maldito día y ya extrañaba las palabras de ella!
Se encontraba meditando sobre ello después que el estudiante a quien había castigado ese día se hubiese retirado.

“¿En qué momento me referí a esa chica como ella? Si bien, era cierto que él no creía que después Lily y su madre alguna mujer lograra interesarse en él, ¿Quién querría estar con un tipo como él? Por unos instantes apareció en su mente la escena de un montón de chicas gritando que lo aman y rió ante lo patético que era esa alucinación.

“No llegó la carta, ¿le habrá pasado algo? A ella no, por supuesto ¿Quién se interesaría si algo le pasaba a ella? Tal vez la carta se habrá perdido, no había alguna lechuza que la trajera o simplemente se maltrató y los del correo muggle-mágico no habían querido mandarlo en esas condiciones, sí, eso era. Porque preocuparse por ella, jamás ”

O al menos eso era lo que Snape intentaba obligar a creer a su mente, pero no podía manipular y engañar a su corazón, a la mente sí, pero al corazón nunca. Porque muy pero muy en el fondo él moría por saber de ella, leer las cartas que ella escribía con su puño y letra, que le repitiera que lo amaba. Aunque para ella, él sólo fuera un personaje ficticio. Un amor imposible, una pasión irreal y todo esto, eterno.

Dos días sin cartas.

Se encontraba sentado en su sillón frente a la chimenea, con la tercera carta en mano y una botella de Whisky de Fuego en la otra.  Había sido uno de los peores/mejores días de su vida: no había recibido la carta, fue el segundo día que ninguna lechuza llegó a su lugar, pero al menos se sintió un poco feliz y se distrajo al tener ese día dos horas con el grupo de Potter y le había restado sus merecidos puntos a los Gryffindor, bueno, no tan merecidos, pero si de por sí lo odiaban, no pasaba nada si lo hicieran un poco más.

¿Qué más daba si el odio que le profesaban sus alumnos incrementara si ya eran muchos días sin leer una palabra de ella? ¡La única persona en verdad le importaba!

—¡Sólo ha sido una maldita y estúpida ilusión!— exclamó mientras la botella 
se estrellaba en el suelo haciéndose añicos.

La desesperación le corrió por las venas y golpeó fuertemente la pared lastimándose los puños que segundos después comenzaban a sangrar. No le importaron sus heridas, en algún punto de su sala de estar, se encontraba un pequeño armario de donde sacó otra botella de Whisky, lo destapó y sintió arder su garganta cuando el liquido entró en su interior.

Momentos después se dio un golpe mental, él era Severus Snape, el hombre más despiadado y vil que pudiese existir en el mundo mágico, ese era él, no el Señor Tenebroso, Voldemort era sólo un monstruo despiadado y sanguinario. Él no podía
dejarse derrotar emocionalmente por una chica un tanto trastornada. 

Él sabía perfectamente controlar sus emociones y disciplinar su mente. Por lo que ahora se encontraba sumamente avergonzado por su tan infantil y ridícula acción. Él se había comprometido en ser alguien fuerte y temido por todos y no podía permitir que una mujer descontrolara eso, no, no le daría el gusto.

Dejando a medio vaciar la botella, se dispuso a irse a la cama a descansar, deseaba no volver a recibir otra carta cuando su corazón le decía que no se  siguiera engañando.

¡¿Quién demonios me envía estas cartas?!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora