Visiones Reales

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Seis pares de ojos clavándose en mi, que proyectaban un rango de emociones que se me clavaron como agujas en el cuerpo. Los nervios que eso me provocó debieron de ser tan obvios que una mano se entrelazó con mi izquierda, transmitiéndome buena parte de la tranquilidad de la que últimamente había gozado en su compañía. Sin embargo, tiró de mí algo mucho más fuerte que él.

—No puedo. No... No puedo hacer esto.

Me deshice de su agarre y me marché corriendo de allí. Me entró el pánico de una manera tan abismal que la segunda razón por la que no pude detenerme fue querer alejarme de la vergüenza que tan rápidamente se acercaba a mí. Aunque el lugar en el que terminé fue frente a la casa de mi tía. Hacía tiempo que estaba en una residencia, pero esa casa siempre me traía el recuerdo de un refugio. De pequeña, en los días lluviosos, la hacíamos alguna visita para asegurarnos de que estaba bien. Ahora lo que llovía era miedo y la que necesitaba estar bien era yo.
Evidentemente, no era la única en pensarlo y al pararme, me alcanzó algo más que la vergüenza.

—Carolina, hija —su voz, prudente, me devolvió a la realidad—. ¿Qué te ha pasado? ¿Por qué estás haciendo todo esto?

No tenía la respuesta ni la energía para pensar en una. Así que me dejé llevar y me dejé caer en sus brazos abiertos. Me llevó a un banco cercano, donde nos sentamos, y me acarició cariñosamente el pelo.

—No quiero agobiarte cariño, pero tenemos que hablar. Tu padre y yo... Nos hemos informado y creemos que será una buena idea que nos acompañes.

—¿De qué hablas?

No esperaba en absoluto un discurso así. Es más, ni siquiera comprendía a lo que se estaba refiriendo. Y ella parecía temer aclarármelo.

—Te quiero muchísimo. Y papá también. No sé qué hemos podido hacer mal... —se quebró su voz, pero no la enmudeció—. En parte sí, y lo siento tanto. Nosotros sólo queríamos lo mejor para ti. Y cuando te fuiste nos dimos cuenta de qué era lo que estaba pasando. Nos informamos y ahora vamos a ayudarte. Estamos para ti y vamos a hacer lo imposible por ti.

—Me está empezando a doler la cabeza. No sé a qué viene todo esto, es demasiado. Necesito descansar.

—Toma, bebe un poco de agua y volvamos. ¿Te parece?

Dejé que se encargara ella de todo. Sólo el amago de pensar hacía que todo me diera vueltas. Tal era así que tampoco cuestioné que cambiáramos la cafetería por la casa. Sin que ella me lo pidiera, yo misma me acosté en mi cama. Tal vez si cerraba los ojos un momento y conseguía descansar, el mundo volvería a seguir las leyes de la física y tener sentido.

Fueron unos murmuros, más ruidosos de lo normal, lo que me despertó de una siesta que podría haber durado veinte minutos o cuatro semanas. Con un poco de suerte sería lo segundo y todo habría sido un mal sueño. Aunque no sabía hasta qué punto me habría gustado estar en coma y que nada de lo que había pasado fuera real... Chris era real. Necesitaba que lo fuera.

—¡Chris! ¡CHRIS!

Casi de forma inmediata se abrió la puerta y me tiré a quien pensaba que era él, pero pronto me di cuenta de mi error.

—¿Tú quién eres? ¿Y Chris?

—Carolina, cielo. Siéntate —dijo mi madre, que apareció detrás del desconocido. Me acompañó a sentarme junto a ella en la cama. El tipo y mi padre aprovecharon a sentarse en dos taburetes que trajeron del salón. Antes de que pudiera formular las millones de preguntas que se estaban atorando en mi cabeza, la cara sin nombre se presentó.

—Mi nombre es Marcos Peña. Soy el médico jefe de la planta de psiquiatría del hospital universitario. He estado siguiendo tu caso desde hace unos meses. Sé que ahora mismo todo esto te está viniendo de sopetón y tendrás muchas preguntas. No es la mejor manera de hacerlo, pero tus padres han estado muy preocupados. Lo que quiero que hagamos, si tú estás de acuerdo, es que me acompañes y te ingresemos unos días.

—¿Esto está pasando de verdad?

—Me temo que sí. Es duro de asimilar.

—Duro de asimilar... Ni siquiera tengo claro que esto sea real.

—De eso se trata, Carolina. De diferenciar lo que es real de lo que no lo es. Seguro que muchas veces te has hecho esa pregunta o has dudado de si estabas teniendo visiones. Incluso has podido encontrarte muy mal y pasar mucho miedo, incluso ahora mismo.

Exactamente la sensación de estar muy ocupada haciendo algo y que suene el despertador y darte cuenta de que tienes una vida que retomar, que te corta todo el rollo de lo que estabas soñando aunque parecía de verdad, es lo que yo sentí en ese momento. Solo que tenía miedo de todo lo que eso podría significar. Porque mientras continuaba explicándome la situación, yo me estaba dando cuenta de todo, lo estaba entendiendo y estaba siendo lo más triste que jamás había escuchado. Les pedí un rato a solas que me concedieron sin problema.

—Así que, todo esto ha sido un montaje de mi cabeza. Incluido tú.

Podía verle, tan claro como veía mis brazos delante de mí. Pero no hablaba, no tenía expresión. Igual que un juguete sin pilas.

Así, de la nada, todo se había convertido en una serie de sucesos muy precipitados sin ninguna clase de sentido, que en resumen se explicaban de una manera muy sencilla: estaba genuinamente loca.

Y era cierto, mi vida había sido real pero al mismo tiempo supe que no era nada tangible. Empezaba a ser consciente de todo y apenas era el comienzo. Necesitaba ayuda, eso era innegable, así que acepté el consejo del médico y fui a ingresarme al hospital, aún envuelta una irónica confusión con destellos que me dejaban verle el sentido a todo.

Lo que tenía por seguro era que a partir de ese momento iba a necesitar mucha fuerza, porque me iba a caer una buena dosis de realidad encima.

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