11.

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Rusia no sabía elegir un regalo, planear una fiesta o algo parecido. No le importaba demasiado, pero en ese día sí lo hizo.

Porque quería decirle a Canadá que lo amaba y que celebraba esa fecha especial para verlo feliz.

Pero pasó días pensando en algo y nada se le ocurrió.

—Russie... ¿En qué piensas tan temprano?

Rusia se paralizó porque sin pensar, el tiempo se le acabó. No podía creer que ni siquiera durmió y aun no tenía una idea de algo especial que obsequiarle a Canadá.

—Lo siento.

—¿Por qué? —bostezó antes de restregar sus ojos para despertar.

—No sabía qué regalarte.

—¿Regalarme?

—Quería tener algo bonito que darte a la vez que te decía feliz cumpleaños —suspiró mirando a su recién despierto Canadá—. Pero fallé.

—Russie —sonrió enternecido y se deslizó hasta esos brazos—. Gracias.

—Lo siento.

—Pensaste en mí todo este tiempo —se acurrucó en el pecho de Rusia—. Es un detalle muy bonito.

—Debía comprarte algo.

—Me gustan los obsequios —rio bajito—. Pero sé que no eres bueno en eso, así que te diré lo que quiero y tú me lo darás.

—¿Qué?

—Que tu regalo sea cumplirme un deseo —elevó su rostro para darle un beso—. ¿Qué te parece?

—¿No estás enojado?

—No podría, cuando ni siquiera dormiste pensando en alguna forma para hacerme feliz —deslizó sus dedos por esas ojeras—. Russie... tú me haces feliz.

Rusia sonrió antes de negar. Susurró un feliz día sobre esos labios, y se dejó juguetear durante largo rato en la cama que siempre olía a miel y a felicidad.

Y después cargó a su chico maple como una princesa para deslizarse hasta la sala donde se acomodaron para ver caricaturas, beber leche, y besarse entre risas.

Indispensable [Canadá x Rusia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora