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—Luchar contra tus instintos omega no es saludable, Russie.

—No tengo instintos —bufó.

—Los tienes, pero está bien —Canadá suspiró—, si no los quieres demostrar, lo respetaré.

—Ya te dije que no los tengo... Soy diferente de todos los omega.

Pero unas horas después ocurrió lo inesperado.

O más bien... lo esperado.

—Russie, ¿qué haces escondido en el armario? —miró extrañado a su pareja.

—Nada —lo habían descubierto y aun así lo negó.

—¿Por qué mi ropa está en el suelo?

—Hubo un huracán.

—¿En el armario?

—Sí.

—¿Y eso incluye la ropa que aún no lavé? —Canadá sonrió divertido—. La ropa que tiene mi aroma.

—Deja de preguntar... —apretó los labios— y vete.

—¿Quieres hablar de esto?

—No.

—¿Quieres que te traiga algo más?

—Quiero café con leche.

—Lo que sea por ti, mon amour —besó la mejilla de Rusia.

Lo dejó en aquel escondite, y si Rusia no podía lidiar con sus reacciones, Canadá fingiría que no vio el nido que el eslavo estaba fabricando en el armario.

Aunque pensaba que ese lugar era de lo más incómodo para algo así.

Indispensable [Canadá x Rusia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora