Capítulo XI

210 19 3
                                    

Sobre la mesa descansaba una libreta con un bolígrafo encima y varias anotaciones con letra desgarbada al igual que varias migajas de lo que había sido la cena, las charolas de comida estaban en el suelo con los platos vacíos mientras la proyección de las cintas continuaba en la gran pared blanca de la habitación.

Llevábamos ya unas cuatro horas viendo las grabaciones que nos habían mandado los del cuarto de inmersión, los ojos me ardían y el sueño cada vez me hacía más difícil concentrarme pero debía hacerlo si quería hacer el mejor equipo con ellos. 

—¿Qué tenemos hasta ahora?

—Creo que debemos centrarnos en el manejo de armas de fuego —respondo jugando con el bolígrafo sin despegar la miradas de las proyecciones—. Algunos parecen tener miedo de ellas todavía.

—Toma, por cierto, es el archivo que me pediste —habla sacando un folder de su mochila y dándomelo—. No hay gran cosa en su archivo.

Abro el folder notando que la primera hoja venía su nombre y su foto: Aster Holm, 22 años de edad, posición de recluta bajo mi comando, hijo único, excelente con las tecnologías y buenas calificaciones en los exámenes. 

—¿Registro de rechazos anteriores? 

—Ninguno, aparentemente este es el primer ingreso que tiene en las fuerzas militares —responde tomando del vaso de agua que tenía a su lado—. No cuenta con datos de formación previa o familiares que se desarrollen en este ámbito. Sólo parece ser alguien dotado.

Me muerdo el labio jugando con el mientras pasaba cada una de las hojas dando una revisión rápida de cada cosa anotada en el registro pero no parecía haber algo que justificara la incertidumbre que sentía hacia él, aquel manejo del arma no parecía ser de un dotado sino de alguien que había entrenado casi los mismo años que yo. 

—¿Crees que hay algo mal en él? ¿Quieres que investigue más?

—No, déjalo así —contesto tras unos segundos—. Hay que dormir.

Me levanto estirándome viendo a Ereth recoger todo y apagar el proyector para despedirse y salir del cuarto dejándome a solas, miro el archivo una vez más con varios pensamientos fluyendo en mi interior. Con el poco entrenamiento que teníamos no podía tener una puntería y un manejo tan perfectos como eso y no quería dudar de Aster pero había algo que no quedaba claro en él así que de momento decido conformarme con creer que simplemente es alguien con suerte.

La mañana siguiente, Ereth era quien dirigía la clase del día sobre como mejorar la puntería a la hora de realizar el disparo así que mientras hacia la demostración dando las indicaciones necesarias por lo que me acerco a Kieron haciéndolo alejarse del resto.

—Diré esto una solo una vez, recluta —hablo con seriedad a su lado—. Si me entero que ellos hacen algo, el castigo que se les imponga tú lo harás dos veces, ¿entendido?

—¿Por qué tengo que hacerlo, teniente?

—Porque estos idiotas parecen no reconocer la autoridad o el poder que yo poseo por eso siguen a alguien tan patético como tú así que o los controlas o cargas con el castigo. 

Me dejaron de el acercándome a la mesa donde estaban las armas y los chicos practicando la puntería, acaricio el metal frío de la pistola con la punta de los dedos, sabía que estaban cargadas con balas de fogueo para evitar accidentes y fue por eso que decido sacar mi pistola de su funda y quitar el seguro mirando el blanco más lejano.

—¿Crees poder darle?

—Estos están a 5 metros y aquello a 25 —hablo señalando los blancos volteando a ver a Aster sintiendo aquella sensación de que algo no cuadraba con él—. He disparado a cosas más lejanas.

Alma de AceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora