Capítulo 2

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Cuando la luz al fin alcanzó mis ojos, no era tan potente, exactamente con ese brillo tan tenue y característico de un solo lugar, en el mismo el cual me desmaye. No sé cuando desperté, solo que cuando lo hice mi cabeza estaba cubierta por una bolsa de tela, llevaba las manos atadas y que no tenía la misma ropa.

Por dios, en qué me metí. Le prometí a mi abuela que no me metería en problemas y eme aquí, sin saber si saldré con vida de esta locura. Todos al rededor nos miraron, porque no era la única víctima, otros chicos de la misma edad estaban asustados o aterrados como yo. Técnicamente se trataba de personas con las mismas túnicas, pero con máscaras en los rostros, máscaras siniestras, hasta que una voz femenina habló.

—Acólitos —captó la atención de todos, hizo señas con las manos y nos levantamos, desataron nuestras manos quedando libres —Bienvenidos a la Orden Hermética De La Rosa Azul, a partir de este momento están a prueba.

Se sacó la máscara, dejando ver a una mujer adulta con cabellera negra y rasgos finos, se trataba de la líder de todo esto, si no acertaba sería tal equivocación. Busqué rostros conocidos, en cuanto vi al profesor Hamish fui en su dirección, al parecer nadie planeaba hacerle daño a nadie. El hombre se encontraba de espalda buscando con la mirada a algo.

—Profesor, qué pasó, qué es todo esto.

Él se gira y me mira enojado, me toma de los hombros y me lleva a un sitio apartado. Las personas al rededor hablaban felices con conocidos, copas con cócteles acompañaban su encanto. Tal vez me metí en alguna de esas iniciaciones tontas, aun así fue muy extraña la forma en lo que lo realizaron.

—No me hiciste caso, ahora tendré que decirle a Vera que una chica entró a la orden por equivocación. Que bien suena eso, preocuparle más de lo que está desde que...

Su silencio y las palabras que dijo me dejaron claro que me había equivocado, le generé problemas con alguien el cual le tiene afecto y me siento una total imbécil por eso. Entonces, entre tanta multitud busqué una salida y la hallé, no causaría más problemas, el tour quedaría para otro día. No es de resentida, sino de cobarde.

Caminé a paso firme, despistando al profesor, un sonido un tanto llamativo me contuvo, una luz potente saliente del aire mismo me dejó boquiabierta, como aquella chica que provocó que me desmayara, el chico que hacía el resplandor tenía un tajo en la mano. El espectáculo se salió de orden y desapareció dejando atrás un humo que se evaporó. Esa peculiar escena hizo que el resto del público estallara en risas, ¿se burlaban? Yo solo caminé a pasos más apresurados. A un costado de la salida me detuve, había olvidado que llevaba una tela muy fina como ropa, pero abrí las puertas llamando la atención de todos.

Salí corriendo, descalza, sin mi mochila. Con una vergüenza reflejándome, me metí en un bosque tenebroso, pero no lo pensé dos veces, me adentré  tanto que me perdí de vuelta, las ramas me rasguñaban los tobillos y el  rostro. No me importó, quizás exageraba, como siempre... Pero me sentía con tanta adrenalina que seguí por aquel denso bosque, como una desquiciada. Hasta que la energía que tenía se me agotó, mis pies se detuvieron al notar que un cofre o un baúl estaba en medio, otra cosa extraña que presenciaba.

Junto con mis inseguridades y el malestar que llevaba, me acerqué cuidadosamente y me arrodillé para leer lo que llevaba escrito, "Goldenwolf" En el momento no entendía, después tampoco. Me alejé cuando este se empezó a sacudir, ¿había un animal dentro? Tres, cuatro, cinco pasos lejos. El cofre se abrió como arte de magia, me estiré para ver que había, pero en ese instante algo salió y se balanceó a mí.

Mi piel se estiró tanto que un grito se me escapó, el resto de mis huesos retumbaban en mis oídos, la carne se desgarraba, aquella cosa me envolvió hasta que me sentí asfixiada.

(...)

Desperté, de vuelta.

Un amanecer presenció mi sorpresa, me encontraba desnuda, sucia y cubierta de una sustancia con mal olor. Miré mis manos y hallé pintura roja cubriéndome parte del cuerpo. En mis diecinueve años nunca me imaginé que estaría perdida en un bosque, cubierta de pintura y desnuda. Con esfuerzo logré levantarme, me dolía el cuerpo entero, quizás hasta el alma. Mis recuerdos eran limitados, me acordaba de salir corriendo como paranoica y... Después de eso el disco se raya.

Kyle y Miranda me contaban que después de una fiesta con mucho alcohol te pasaba algo parecido a lo que estaba experimentando. Caminé completamente avergonzada hasta hallar una carretera de tierra vacía, sin poder creer que en mi primera vez bebiendo ya estaba como cuando encontraba a mamá por las mañanas. Aunque es poco probable que en aquel templo hubiera ingerido alcohol porque en ningún momento tomé de aquellas copas, me pareció lo más coherente. Si no qué podría ser, algún bajo de azúcar.

Sin intenciones de vivir a lo lejos veo un portón, eso significaba que había una casa, no me importaba si me veían desnuda porque se supone que estamos en el siglo veintiuno, aunque tampoco hacia el bien. El espesor de los árboles a mis costados me quitaban ganas de seguir, pero el cariño a mi abuela me hizo llegar hasta la puerta y tocar, toqué y toqué. Revisé por la ventana y la casa parecía sola. Sin pedir permiso entré, en alguno de los cuartos debe de haber ropa para que me ponga.

Subí unos escalones y en una de las habitaciones vi mi mochila y mi ropa a un costado, definitivamente extraño, la tomé y me la puse. Saqué el arma que por suerte aún estaba y me aliste para irme. Pero unos ruidos en la planta baja me detuvieron, para aclarar estoy arriba.

Apunté directo a la puerta de entrada y esta se abrió de lo más común, topándome con una chica morena y un chico pelinegro. Ambos me vieron con el semblante fruncido, yo solo pensaba en disparar, practiqué de pequeña a usar esta cosa porque mi abuela me decía que tenía que estar preparada para cualquier situación peligrosa.

—¿Quién eres? Baja eso.

Mi larga vida me esperaba, no quería ser arrestada y perder años en la cárcel, pero si estas personas me amenazaban tendría que hacerlo. Que mi mochila estuviera en esta casa me hacía sospechar, pero también yo era un huésped no deseado.

—No me dirán qué hacer, los que responderán preguntas serán ustedes, después de todo yo tengo el arma y ustedes no.

—¿En serio crees eso? Estás muy equivocada.

La chica iluminó sus pupilas a lo que me generó más intriga, cómo lo había hecho.

—Gabrielle, no. —El chico la freno con su brazo —Qué buscas.

Esas palabras me despistaron, exactamente como me había preguntado ayer el profesor Hamish, ahora que me doy cuenta falté a clases. Será que lo que pasó ayer con el cofre no lo soñé. Imposible. Sin embargo no sé por qué me gastaba en dudar si debería de estar preocupada por la situación, el chico aprovechó y golpeó mi mando haciendo que el arma cayera y soltara un disparo accidental, sin dañar a nadie.

Muy pronto me encontraba rodeada por los brazos del chico, apretándome hasta mi ser, yo me resistí hasta la muerte. El chico le dijo a la morena que trajera unas sogas para atarme e interrogarme. Por más que intentara hacerle daño al chico una fuerza involuntaria me decía a gritos que no lo lastimara. Me pusieron en una silla, atada a ella por supuesto y en medio de una sala.

—¿Quién te envió, fue Vera Ston? ¿Y esa sangre?

Yo me callé, ese nombre lo había escuchado de cierta persona, pero ya me había prometido que no lo metería en más problemas. Sobre la supuesta sangre no tenía nada, ¿acaso la pintura era sangre? Si la única familia que tengo me viera. La chica morena se levantó bruscamente al darse cuenta de que no respondí para hacer quién sabe qué, pero en ese momento se abrió la puerta dejando ver al profesor Hamish.

La Orden Secreta -Caballeros De San Cristóbal- © [Wattpad]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora