Prólogo.

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—Recuerden orar por los fallecidos de ésta semana. Con ésto sería todo por la misa de hoy. Bajen sus cabezas, por favor. Les daré mi bendición. —Pidió el pastor de la iglesia, Armando Calle, hacia la comunidad en general. Era un Domingo más en el cual se efectuaba la misa semanal, después del canto y las plegarias, el evento estaba por llegar a su fin. Todos los oyentes acataron la petición, inclinando sus cabezas hacia adelante y cerrando los ojos. Sus manos estaban puestas a la altura de sus pechos juntas, formando la tradicional pose que se utilizaba al hacer una oración. —En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo, pueden ir en paz, hermanos míos.

Toda la comunidad se persignó por última vez mientras el coro de la iglesia interrumpía el silencio con los cantos. Todos comenzaron a aplaudir mientras veían al pastor caminar por el altar abandonando la iglesia, a su lado, dos chicas adolescentes le seguían. Una de ellas era Daniela Calle, hija del mismísimo pastor de la iglesia. Era una chica dulce, amable, inteligente pero sobre todo: creía fervientemente en Dios. Había sido educada siguiendo los pasos de la religión desde que tenía uso de memoria.

La misa finalmente dio su fin y las distintas familias se encontraban en las afueras de la iglesia, platicando entre ellas mientras que los pequeños querubines corrían sin ningún rumbo. Era un día soleado. El pastor Armando vio a Blanca Garzón, madre de María José. Aquella chica era todo lo contrario a un ejemplo espiritual: Grosera, floja, falta de interés y gustos raros, a su madre no le agradaba en lo absoluto aquello, por lo tanto, se encontraba en dirección del hombre mientras María José venía por detrás, con el ceño fruncido y los brazos cruzados, irradiaba molestia con el simple hecho de respirar.

—Pastor Armando, que gusto encontrarlo. —Mencionó la mujer, una vez que estuvo frente al hombre. Éste sólo asintió.

—Dime, hermana mía, ¿En qué puedo servirte?

—Quiero inscribir a mi hija en el coro de la iglesia, pastor. ¿Cree que aún exista algún puesto disponible? —Preguntó, con el tono formal que todos los miembros de la comunidad acostumbraban a utilizar entre ellos. El pastor les sonrió.

—Por supuesto que sí, hermana Garzón. Dios necesita más voces para ser alabado, y definitivamente hay un lugar para tu hija. Allá podrás encontrar a Daniela —Dijo el hombre hacia María José, apuntando a una chica que se encontraba sentada en una banca con una biblia y un crucifijo en sus manos. Estaba haciendo oración. —Ella también forma parte del coro, ve con ella, hermana. Daniela te explicará los horarios de los ensayos y todo lo que tenga que ver con las alabanzas.

La chica rodó los ojos mientras caminaba hacia Daniela. Arrastraba sus pies con notable molestia. Ella no quería estar ahí, no quería tener que ir a misa cada Domingo ni mucho menos tener que orar o leer la biblia. ¿Es que acaso era tan difícil entender para su madre?

—Hola. —Saludó amablemente una chica de pelo castaño. Llevaba un formal vestido largo de flores, digno de admirar de toda una señorita. Sus curvas estaban bien marcadas y su piel era blanca pero ligeramente bronceada por el sol. Sus ojos, grandes y redondos, eran atrapados por unas tupidas y espesas pestañas negras. No eran nada fuera de lo común, no eran verdes ni azules, simplemente color miel, pero María José juraba que aquel par de ojos cafés eran los más bonitos que pudo haber visto alguna vez. Se quedó sin habla, trataba de decir algo pero no entendía por qué las palabras se negaban a salir de su boca.

—Soy Daniela, puedes llamarme Dani. —Susurró mientras le extendía su mano en forma de saludo. María José suspiró, su voz era definitivamente otro nivel. Era calmada, serena y le trasmitía una tranquilidad que nunca antes había experimentado. Sonrió hacia la chica estrechando su mano.

—María José. Puedes llamarme Poché.

—Que lindo sobrenombre, Poché. —Dijo la castaña, esbozando una sonrisa. Poché sólo sentía el aire faltarle en sus pulmones y su corazón palpitar con fuerza contra su pecho, como una amenaza clara de que en cualquier momento se saldría de su lugar.

—Gracias. Espero seamos muy buenas amigas, Dani.

—Lo mismo espero.

~

¡Hola! Si llegaron hasta aquí, muchísimas gracias, de verdad. Aquí el prólogo, una pequeña introducción a la historia. Esta fanfic se ambienta en el año de 1968, por lo tanto la tecnología no estaba tan desarrollada como ahora. Espero les guste tanto esta fanfic ya que es hecha con todo el cariño del mundo.
Por favor, déjenme un voto y un comentario para saber qué les pareció, son muy importantes para mi y me animan a continuar ya que soy nueva :(

Infinitas gracias por leer.

Love, Mar.

Eres Mi Religión. [Caché]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora