Capítulo siete.

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Domingo 29 de Septiembre, 1968.

Era un día agradable. El sol no había salido en su totalidad, más el clima en sí no era frío; las nubes blancas opacaban la extensión del cielo mientras eran ligeramente opacadas por destellos amarillos que se lograban escapar por las esquinillas. La brisa corría agradablemente por el lugar, audaz, libre. Daniela sonrió mientras terminaba de peinarse. Las semanas transcurrían con rapidez; le aterraba un poco la idea de saber que todo resultaba ir siguiendo su curso. Desde aquel día las cosas con Poché iban bien, por primera vez se sentía verdaderamente feliz, sentía que tenía un principio, un motivo, una razón por la cuál debía luchar.. Y lo que le dejaba tranquila era que el sentimiento era mutuo, cada beso que compartían se seguía sintiendo como el primero, su corazón seguía latiendo de la misma manera como lo hizo al ver a Poché por primera vez.. Eran un par de enamoradas yendo contra las reglas, sin saber aún la crueldad del mundo exterior.

Simplemente dejándose llevar por el momento, viviendo el presente y sin preocupaciones por lo que sucedería en el futuro. Seguía siendo un secreto claramente, pero aquello no le quitaba el hecho que se amaban con cada parte de su ser. Después de todo, lo prohibido siempre era más placentero.

Salió de su habitación una vez que estuvo lista, su familia le esperaba en el living. Una vez que desayunaron, subieron al coche para arribar a la iglesia. Estaba totalmente emocionada. Ese día tendrían la feria anual organizada por la comunidad, con la finalidad de recaudar fondos para la iglesia. Cada familia llevaba algo para vender, así fuera una tarta, galletas o bizcochos, su madre no se había quedado atrás y había preparado sus típicos pero exquisitos brownies de chocolate. "Los mejores del pueblo" opinaban algunos. A Daniela le encantaba aquella fecha, le seguía emocionando como la primera vez, tal y cuando era una pequeña de cinco años que corría por las calles del pueblo, emocionada de participar para ganar algún peluche.

Una vez que llegaron, Armando Calle se encargó de acomodar en sus puestos a las numerosas familias que habían llegado dispuestas a ayudar. Colocaron los letreros, los más jóvenes prepararon los juegos y decoraron el lugar, las madres pusieron las mesas con bocadillos y los más pequeños ayudaban a sus hermanos mayores. Después de una hora y media de arduo trabajo, por fin la feria había sido inaugurada.

Daniela tenía mucho trabajo. Al ser la hija de los dueños de la iglesia, la responsabilidad recaía en gran parte sobre ella. Anduvo de un lugar a otro, brindando ayuda a todo aquel que la necesitaba. No tuvo tiempo de pensar si quiera en Poché, la cual no había llegado. Y cuando cayó en cuenta lo entendió, no podían arriesgarse a ser descubiertas por la madre de María José pues sabía de ellas dos, y según la mujer tenía entendido que su primogénita no frecuentaba más a la castaña. Pero era una total ingenua que al irse a dormir no caía en cuenta que su hija escapaba a la mitad de la noche para poder encontrarse con la menor en aquel lago.. Y ahí estaba de nuevo, jugando con las normas, burlándose a las espaldas de sus padres, conduciéndose al pecado. Pero después de todo, lo prohibido siempre era más placentero..

Despidió sus pensamientos cuando un pequeño le solicitaba un muffin de frutilla, al mismo tiempo que le cobrara y el querubín se iba saltando de la alegría con el pastelillo en sus manos. Secó un poco la capa de sudor que comenzaba a formarse en su frente. Estaba exhausta y necesitaba definitivamente un pequeño descanso, así que dejó encargada a su compañera de puesto mientras partía a los sanitarios.

Una vez llegó enjuagó su cara con algo de agua fresca, tanta gente comenzaba a provocarle jaqueca. Sus mejillas se habían llenado de carmín y pequeños cabellos rebeldes se escapaban de su coleta. Suspiró molesta, su cabello era imposible de ser controlado por más que lo intentase.

—Deberías dejarlo así, te ves preciosa de todos modos. —Saltó en su lugar al escuchar una voz al fondo de la habitación. Al instante volteó su cuerpo viendo a la chica al fondo con una sonrisa ladina, observándole fijamente y luciendo más hermosa que nunca.

Eres Mi Religión. [Caché]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora