La saliva apenas podía pasar por la garganta de Raquel Murillo aquella mañana.
Se encontraba a las puertas del mismísimo infierno, y lo peor era que estaba entrando voluntariamente.
"Qué haces, Raquel?? Debe haber alguna otra manera", le gritaba su voz interior. Pero ya era vano.
Había demasiado en juego... Y esa era su única oportunidad.
Cerró sus ojos tratando de recordar aquella sonrisa, esa con la que despertaba cada mañana desde hacía ocho años y la cual se le había Sido arrebatada
Ella... Su niña...1 mes antes...
Aquella tarde de agosto Raquel llegaba como siempre a eso de las 6 del trabajo, deseosa de encontrarse con lo único bueno que le quedaba en la vida...
Su familia.
Después de un día entero viendo horrores y atrapando criminales, lo que más deseaba era poder abrazar a su pequeña de ocho años y ver una peli a su lado hasta ser vencida por el sueño.
-Mamá? Paula???- llamó la inspectora mientras dejaba su arma y su placa sobre la cómoda -Dónde estarán metidas estas dos?- murmuró para sí misma al no encontrar señales de ambas.
Al llegar a la cocina, no pudo evitar sonreír al encontrar Miles de notas pegadas por doquier.
Su madre hacia un año que había Sido diagnosticada de Alzheimer, por lo cual ahora cada paso que hacía lo anotaba en una nota y lo pegaba en un sitio visible de la casa. Así si algo sucedía sabrían cuál había Sido su última acción.
En un principio, Raquel lo encontró triste. Pero con el paso del tiempo, logró encontrarle el humor al igual que Mariví. Quién al final del día se reía a carcajadas por las tonterías que podía llegar a escribir en sus propias notas."Hija, Paula no quiso almorzar las verduras que dejaste. Así que le di pizza"
-Ah, mamá, cuándo aprenderás?- suspiró Raquel sabiendo que Paula hacia lo que quería con su abuela.
Siguió observando nota tras nota. En la que Mariví le comunicaba todo lo que habían hecho durante el día. Hasta llegar a la última..."Cariño, Paula me insistió mucho en ir al parque. Así que si llegas y no estamos no te preocupes. Volveremos antes de la cena"
Raquel asintió para sí misma asimilando aquella información. Volverían antes de la cena, así que dentro de media hora estarían ahí.
Me daré un baño entonces, pensó mientras se quitaba la chaqueta que cubría su cuerpo y se encaminaba hacia el baño principal.
Nada como un baño de agua caliente para alejar los males del día. Amaba su trabajo, sí, pero sin duda atrapar a los malos era un labor un tanto agotadora.
Unas vacaciones no me vendrían mal, se dijo a sí misma mientras se miraba en el espejo.
Ya las ojeras eran cada vez más predominantes en su rostro. Pero qué podía hacer? Era ella sola contra el mundo.
El sonido de la puerta principal abriéndose, hicieron que en el rostro de la castaña se dibujara una sonrisa. Ya estaban aquí...
Sin borrar la sonrisa de su rostro y tratando de parecer lo menos cansada posible, Raquel bajó las escaleras hacia el salón principal. Lista para recibir el fuerte abrazo de su hija...
Pero ese día fue distinto.
No hubo abrazo... Pues no estaba su pequeña.
Mariví era la única persona en el salón, quién totalmente despreocupada recogía unas cartas que de seguro antes estaban en el buzón.
-Mamá- la llamó extrañada, mientras miraba alrededor del salón buscando a su pequeña
-Ah, hija. Qué bien que llegaste. Hay que preparar la cena porque no me dió tiempo y...- comenzó a hablar como si nada
-Mamá!- habló Raquel esta vez un poco de fuerte -Y Paula?-
-Paula? Qué Paula?- preguntó la señora totalmente confunfida
Al oír aquello el corazón de Raquel comenzó a latir desesperado a toda velocidad. Dónde estaba su hija???
-Mamá, dónde está Paula???-....
Un aire frío circuló su cuerpo por completo a medida que las prendas de ropa desaparecían de este.
Nunca antes en su vida se había sentido tan expuesta... Pero debía hacerlo.
Qué más daban las humillaciones??? Las revisiones un tanto exageradas?? Incluso hasta el dedo que metieron dentro de sus intimidades... Todo le daba igual.
En su cabeza solo tenía un propósito...
-El día en Cruz del Norte comienza a las 7 de la mañana. A esa hora todas deben estar vestidas y listas para un recuento- comenzó a hablar la funcionaria a cargo de su ingreso
De su ingreso en el infierno...
A medida que la chica con cara de mal follada explicaba las reglas de aquel lugar, la mente de Raquel volvía al pasado.
Aquel pasado que la había llevado a dónde ahora estaba...Un mes antes...
La mano de Alberto junto a la suya, era irónicamente lo único que la calmaba en aquellos momentos.
Se odiaban, sí, pero en esas situaciones hasta los peores enemigos podían hacer las paces
Ambos comportían el mismo dolor... Un dolor que les desgarraba por completo el corazón.
-Efectivamente hay testigos que vieron a tu madre con la niña en el parque, Raquel- habló el inspector a cargo del caso
Hacía ya más de 10 horas que la niña llevaba desaparecida, por lo que ninguno de los dos dudó en llamar a la policía.
-Pero nada más. Dicen que la niña estaba en los columpios y de un momento a otro ya solo se encontraba tu madre- dijo el viejo gordo, que dirigía el caso
-Cómo es posible, Castillo??!! Alguien debió ver algo!!- dijo Alberto alterado.
La rabia y la desesperación salía por sus poros de solo pensar en que algo mano le hubiera podido pasar a su pequeña.
Castillo miró a la pareja en silencio para luego negar lentamente con la cabeza
-Lo siento, chicos. Pero no hay testigos de nada. La policía sigue buscando por los alrededores pero...-
-Pero no hay una puta pista- fue la primera vez que Raquel habló en toda la noche -Eso es lo que nos quieres decir??!! Qué mi hija desapareció y tú no tienes ni puta idea de cómo buscarla?!!- gritó enojada
-Murillo, estamos haciendo todo lo que está en nuestras manos pero...-
-Pero y una mierda, Castillo!! Quiero a mi hija de vuelta!!-...
Gritos, chillidos, groserías... Ese fue su recibimiento a medida que entraba en aquel lugar.
Pero que esperaba? No estaba entrenando en un museo ni en un colegio de monjas, no. Estaba metiéndose en la puta cárcel...
En la boca del lobo... En la sucursal del infierno, donde iría a estar rodeada de hijas de puta.
"Sal de aquí" volvió a gritar su conciencia.
No....
No podía irse... En ese lugar se escondía la única persona capaz de decirle dónde estaba su hija. Y no se iría de ahí hasta averiguarlo.
Qué más daba si moría en el intento??
Debía salvar a su angelito...
-Raquel Murillo, celda 234- habló la gobernanta presionado el botón de la celda que tenía delante...
De su nuevo hogar...
De su pesadilla...
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Los escorpiones no sabemos amar... (Raquel y Zulema)
RastgeleTen cuidado... los escorpiones no sabemos amar...