Prólogo

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Había hace tiempo atrás un lugar en especial que conocí por casualidad, pero que empecé a visitar con frecuencia. 

En mis recuerdos siempre se mantenía bajo una liviana cortina de lluvia que con delicadeza caía en las coloridas calles de New York. Ese ambiente siempre estaba sumido en su estilo de música clásica tan agradablemente sutil, que se podía decir fácilmente que las suaves melodías de aquella música charlaban de manera amistosa con tu audición en una pacífica armonía. 

Era ese paraje que envuelto en sus encantos se podía admirar desde otra perspectiva bastante singular, y es que si no lo vieras bien, te diera la impresión de ser casi mágico cómo con el simple hecho de tener una taza humeante de café frente a ti, el entorno toma un rumbo distinto que se aferra a ti con una sensación cálida y reconfortante que alberga en tu pecho y que se fortalece aún más cuando entré tus manos yace un libro con una historia bastante interesante y emotiva para leer...

Ese santuario de paz no era más que un simple café para muchos, pero para mi ese café era un acogedor espacio en dónde podías recordar como respirar para liberarte de ciertas presiones, un lugar en donde podías pedir una bebida oscura de tu preferencia y desviar tus preocupaciones mientras charlabas con una nueva amiga o donde bien podías sumergirte en un libro con una trama de amor apasionado e incluso guardar entre sus paredes el secreto de un romance severamente prohibido.

O quizás, guardar otras clases de secretos...

El secreto del café.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora