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Él me mira desde lejos, al fondo del pasillo.

Estoy en un charco de sangre, otra vez corté cerca de mis muñecas. Me sentía tan patética, depresiva, humillada.

—Por favor no se acerque, estoy sucia... —mi voz rasposa avisa que estuve llorado hasta quedarme dormida entre la sangre ya secándose.

—Eres un desastre.

Era ya de tarde, el cielo se pintó de naranja, esos rayos de la poca luz que quedaba entraron por toda la casa.

—Déjeme, ya no puedo estar con usted. Le prometí que no me acercaría a ningún hombre, y lo hice... Ya no soy bonita, ya no soy pura —los recuerdos de ese hombre abrazándome me hacen sentir náuseas, ya no quiero nada. Me destroza el alma y volví a llorar amargamente.

—¿Quién era ese hombre? —Muzan trata de acercarse, con la poca fuerza que tengo me arrastro para evitar esa cercanía.

—Hoy me encontré con uno de los cazadores. También olía a uno de los pilares cerca.. —retrocedo hasta llegar a la puerta de la entrada. —Huye antes de que vengan, por favor —él da un paso por última vez. —Déjame sola, no merezco tu cariño —tocaron la puerta donde estaba, el sol se escondió por completo. Inmediatamente, el olor a personas se filtró por mi nariz. —Ya están aquí, vete por favor.. —dándome un último vistazo, se da media vuelta y desaparece en el pasillo. Suspiro tranquila, pero esos golpes más fuertes suenan más fuertes.

—¿¡Están todos bien!? —el zarandeo en la puerta era fuerte, sentía los golpes fuertes en mi espalda, pero no le movería de ahí, no los dejaría entrar. O al menos eso en mi mente funcionaba.

Solo el ruido se vidrios caer me avisó que habían entrado a casa.

Un humano con cabeza de jabalí se dejó mostrar, esa persona había entrado a la fuerza por mi ventana; portaba dos espadas mata demonios, sin duda un cazador de demonios.

—¿¡Todos están bien, Inosuke!? —esa voz, creo que ya la había escuchado.

—¡Sólo hay una persona herida! Hay mucha sangre —su tono agresivo me hace saltar levemente.

—¡Dios mío! ¿¡Estás bien!? —otra persona entra por la ventana, un pelirrojo. Corre hacia mi, y casi resbala con mi sangre casi seca. —Perdiste mucha sangre... —rapidamente, de su haori verde y negro de a cuadros saca un recipiente con tapa; lo abrió y colocó la crema que había en mis muñecas. Rasgó su haori y colocó la tela como venda en mis heridas.

Como estaba en ropa interior sentía como examinaban mi cuerpo, cicatrices y moratones aún sin sanar decoraban mi ser.

—Oh, pobrecita, has pasado un infierno —otra figura aparece, bueno, son dos creo, veo borroso.

—Mi verdadero infierno, es no poder estar con él —respondo y algunas lágrimas salen de mis mejillas. Mi garganta se siente seca, y el malestar de mareos empieza a pasar, la adrenalina se va bajando.

—Te llevaremos a un lugar seguro, aquí no lo estás —el pelirrojo trata de levantarme, pero yo meneo un poco mi cabeza en señal de desaprobación.

—No, no me lleven lejos de él —suplico, pero era inútil, me carga al estilo nupcial. —Larguense, una de las doce lunas sangrientas viene hacía acá —le murmuro al chico, trato de ver su cara bien, pero por más cerca que esté, no veo nada.

—¿Acaso...?

—No, no soy un demonio. Y no quiero que la gente se lastime. Por favor, váyanse, déjenme aquí —es mentira lo de la luna sangrienta, no quería que me llevaran.

—Sí vives cerca de esos monstruos, con mucha más razón te llevaremos con nosotros —esa voz suave, ese olor dulce que dejan las mariposas al tomar el polen, la pilar del insecto.

—Por favor, no... —es inútil. No puedo moverme, no puedo hacer nada para negarme, soy como una muñeca de trapo, soy manejable como querían mis padres.

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Que intenso. ಥ‿ಥ

T O X I C |•| Kibutsuji MuzanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora