Singto Prachaya, the satyr.

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Singto soltó un pequeño gemido cuando sintió, de nuevo, aquél roce en su entrepierna. No estaba seguro de lo que estaba pasando, pero tenía demasiado sueño, no quería abrir sus ojos.

O al menos, así fue hasta que distinguió un gemido más... que no era suyo.

Abrió los ojos en el momento preciso que todos los recuerdos de la noche anterior se desbordaron en su mente como una avalancha. Se sobresaltó un poco, abriendo los ojos de golpe y encontrándose con la castaña cabellera de Krist recostada en su pecho cómodamente.

Movió las piernas un poco, notando de inmediato la razón de sus gemidos y los de Krist; ambos tenían las piernas enredadas con las del otro, por lo que era de esperarse que sus entrepiernas quedasen juntas y frotándose constantemente entre sí.

No le tomó demasiado darse cuenta de que no podía moverse, pues los brazos de Krist estaban fuertemente aferrados alrededor de su cintura, dejándole inmóvil.

Cerró los ojos con fuerza, intentando plantearse una idea de lo que le diría a Krist y cómo éste podría reaccionar a la historia nada trágica que Singto estaba deseando contarle, pues quería que Krist entendiese el porqué de su actitud de siempre y la de anoche.

No sería algo fácil de contar, porque probablemente el menor se reiría de él. Pero Krist le gustaba... y quería intentar algo con él. Por más que eso le costase autocontrol, deseaba que con Krist no fuese únicamente algo sexual.

Sintió un par de cosquillas en el cuello y miró hacia abajo, encontrándose con que Krist parecía estar despertando, pues se movía inquieto por lo que su cabello cosquilleaba en el cuello de Singto, quien no reprimió sus impulsos y acarició sus suaves y castaños cabellos.

Krist paseó sus manos por el abdomen de Singto, poniéndole nervioso.

— ¿K-Krist?

Krist le miró en ese momento y Singto temió que pudiese escuchar el inquieto y fuerte latido de su corazón, pues éste se había agitado notablemente al ver el adorable rostro de Krist recién despierto, con sus hermosos y perezosos ojos medios abiertos, sus carnosos y rosados labios y sus cabellos apuntando en todas las direcciones, dándole una apariencia más que preciosa.

— Buenos días, Sing... — Krist murmuró.Y  Trepó hasta quedar sobre él y besó su mejilla— ¿Cómo dormiste?

Singto le miró, estupefacto. ¿Acaso había olvidado lo sucedido en la madrugada? Era cierto que deseaba que el menor recordará cada minucioso detalle, como él lo hacía, pero, de cualquier modo, aún no sabía cómo lidiar, así que no tenía idea qué hacer o decir.

— B-bien... — se limitó a decir, nervioso. — ¿y tú?

Krist rió, sacudiendo sus hombros, confundiendo a Singto.

— Hace un par de horas estabas "Krist, me gusta el control", "Krist, cállate", "Krist, eres muy inquieto" Krist, Krist, Krist... — se burló el menor, enarcando una ceja. Singto enrojeció por completo. Krist apoyó sus codos en el pecho del mayor, y en sus manos, su cara. — Es un poco inverosímil que ahora te sonrojes.

El mayor se muerde el labio inferior. Debía admitir que se había estado armando de valor para contarle todo a Krist desde hace más de una semana pero, justo en ese momento, ni una sola palabra era capaz de salir de su boca.

Pero parecía no necesitarlo, pues, estando completamente hundido en sus pensamientos, lo único capaz de sacarle de allí, fueron los gruesos labios de Krist posándose sobre los suyos.

Krist se acomodó de modo que quedó sentado sobre el abdomen de Singto y enredó sus dedos en el cabello creciente de la nuca del mayor, quien se derritió instantáneamente ante el toque, enlazando su lengua con la de Krist.

El pelinegro se recostó contra el cabecero de la cama, sentándose haciendo deslizarse a Krist por su estómago hasta que su trasero cayó en su entrepierna. Krist se acomodó, moviendo sus caderas contra las del más alto, a lo que éste no pudo evitar jadear en medio del beso, apretando los ojos y apartando al castaño, quien lo miró con ojos anhelantes y brillosos, con los labios hinchados y rojizos.

— No puedo... no puedo... — murmuró Singto, revolviéndose el cabello.

— ¿Qué no puedes? — inquirió Krist, enarcando una ceja. Singto dudó muchas veces antes de mirarlo, pero al final, lo consiguió.

— No puedo hacer nada contigo hasta que sepas... todo. — confesó Singto mordiéndose el labio inferior. Krist sonrió, comprensión brillaba en su mirada y Singto tuvo que contenerse un infierno para no lanzarse encima en ese momento.

— Bueno... empieza. — pide Krist, acariciando levemente las clavículas del mayor.

— Primero... siéntate en otro lugar, no puedo concentrarme si estás ahí. — le hace saber Singto, señalando un lugar al lado de él en su cama. Krist soltó una risita traviesa y se acomodó donde le indicaron.

— Ahora, empieza.

El pelinegro se lamió los labios, ansioso.

— Soy un sátiro. — soltó de golpe, haciendo sobresaltar a Krist.

— Ehm... bien... supongo que...

No he terminado. — lo interrumpe. — La primera vez que tuve sexo fue a los dieciséis, fue con una chica y fue... horrible. — la mueca de asco que hace Singto en ese momento, hace reír a Krist. — No lo intenté hasta medio año después... pero esta vez fue distinto, fue con un chico. Él no quería dejarme ser el activo por mi falta de experiencia, pero me negaba a ser el pasivo, así que esa noche sólo nos tocamos y no pasamos del sexo oral. A pesar de eso, fue una de las mejores noches de mi vida. Así que asumí que el problema eran las chicas. — hace una pausa. — Entonces me eduque en el tema del sexo homosexual y empecé a hacerlo con chicos... demasiado seguido. No podía estar un fin de semana sin estar entre las piernas de un chico... con el tiempo empeoró porque los chicos no eran suficiente para mí. Por más que me había traumado con el tema de las chicas, no pude resistirme. Empecé a hacerlo con chicos, chicas y con ambos al mismo tiempo. Llegué al punto de no poder pasar un día sin tener sexo. Mi resistencia se volvió aterradora.... — Singto hace una mueca de angustia. — Podía hacerlo cinco veces seguidas... Incluso a veces sentía que no quedaba satisfecho. Mi familia se dio cuenta... fue lo más vergonzoso que tuve que admitir ante ellos, pero, en ese punto, yo ya sabía hace mucho que tenía un problema de hipersexualidad, así que fui a tratamiento durante un año y medio. Para cuando salí, tenía dieciocho, que fue cuando me fui de intercambio.
Cuando llegué a América me di cuenta que llamaba mucho la atención, las chicas y los chicos literalmente me caían por todos lados. Así que pensé que no era bueno para mi autocontrol si tenía la tentación tan cerca. Siempre he sido un chico un poco tímido, así que me encerré en mí mismo, así fue... Pareció funcionar porque nadie me prestaba atención... Hasta que tuve que volver a Bangkok y entonces tuve que entrar en el equipo y ahora todos están detrás de mí...

Singto se calló de repente. Quizás una apresurada confesión después de una historia tan patética como aquella no era una buena idea... lo mejor era esperar por la reacción de Krist.

Volteó a mirarlo, encontrándose con los adorables ojos del menor muy abiertos y perdidos en la nada, procesando la información recibida.

— Bueno... yo no sé qué decirte. — admite Krist, encogiéndose de hombros. — Lo único que puedo pensar es que no te va a servir de nada reprimirte sexualmente. Todo saldrá peor. Además, tienes las bases de tu tratamiento y las pautas a seguir, sabrás qué hacer cuando sientas necesidad de tener sexo... como lo has hecho todo... este tiempo.

Hay un problema más grande que ese... murmura Singto, mirándolo fijamente. Krist le devuelve la mirada sonrojándose.

— ¿Cuál es el problema? — pregunta el castaño para volver a su posición anterior, sobre el regazo del mayor.

Singto traga saliva desviando su mirada de los labios a los ojos de Krist en repetidas ocasiones.

Que me gustas.

ꜰᴀʟᴏꜰɪʟɪᴀ  [SingtoxKrist]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora