The real Singto Prachaya

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— ¡Y Plan me dijo que las hormigas se volverían gigantes si las metemos en la piscina! Pero me mintió... — bufó Krist, cruzándose de brazos. Singto río.

— Seguro Plan tampoco tenía idea de que las hormigas no iban a crecer si se arrojaban a la piscina. artículo Singto, con la vista fija en la carretera.

— Plan siempre me miente... pero lo amo... es mi mejor amigo... — empezó a balbucear el chico, soltando pequeñas risas. — Pero Singto... no te pongas celoso. Yo también te amo a ti.

Singto no dijo nada, pues su vergüenza no lo dejaba.

— Es ahora cuando me dices que tú también me amas. — le recuerda Krist, sonriendo ampliamente, pero sin mostrar sus dientes. Ante aquella mirada de cachorro, Singto simplemente no pudo negarse.

— También te amo. — murmuró, sonriendo ruborizado.

Krist se calló en ese momento y los que siguieron después y Singto le agradecía, pues no quería tener que morir de la vergüenza por otras cosas que se le pudiesen salir a Krist en ese estado de ebriedad, donde parecía no tener filtro alguno a la hora de hablar.

Un par de minutos después, ambos estaban frente a la casa de Singto, quien hace tan solo un par de meses vivía solo con su hermano mayor, Tay, quien le había recibido con los brazos abiertos cuando volvió del intercambio estudiantil en Estados Unidos. Sus padres le habían pedido que volviese a Samut Songkharm pero Singto prefirió vivir con su hermano en Bangkok y, después de conocer personas tan fantásticas como las que eran sus nuevos amigos, no se arrepentía de su decisión.

Salió del auto, pensando que tendría que abrirle la puerta a Krist y llevarlo él mismo hasta el interior de la casa, pero se sorprendió en cuanto el pelinegro abrió solo la puerta y salió por su cuenta, caminando entre tropezones a la entrada.— ¡Prae! — gritó Krist, deteniéndose unos metros antes de llegar a la puerta.

— Prae no se encuentra aquí, esta es mi casa. — le hizo saber Singto parándose frente a Krist, quien le miró con el ceño fruncido.

— ¿Por qué me trajiste a tu casa, Singto? — preguntó Krist enarcando una ceja.

— No tenías dónde pasar la noche. Me ofrecí a darte hospitalidad porque sé que mi hermano no pasará aquí la noche, además, sé que no le molestara. — le explicó Singto, esperando que Krist le entendiese. Éste sonrió.

— Si querías que durmiera contigo no tenías que inventar una excusa... — Krist hipó. — Yo hubiese venido... si era contigo... sin importar nada...

Singto sintió calientes sus orejas.

— No... yo... y-yo...

Krist abrazó a Singto, acercando demasiado su rostro al del castaño.

— Silencio, Singto... despertarás a Prae... susurró Krist, mirando fijamente a los labios de su acompañante, quien empezó a entrar en pánico de inmediato. ¿Y si Krist lo besaba? ¿Qué se supone que debería hacer si eso llegaba a ocurrir? ¿Aceptarlo? ¿Y si se sentía rechazado?

Pero no tuvo tiempo de pensar mucho más, pues Krist le besó en la nariz y se apartó, tambaleándose hasta la puerta, donde empezó a golpear aparatosamente, sin cuidado alguno. Singto tuvo que respirar más de tres veces contando hasta diez.

El moreno caminó hasta él y lo apartó levemente de la puerta, dándole tiempo para mirarlo con una sonrisa boba y abrazarlo por la espalda, trepándose como un pequeño koala.

El mayor sonrió y abrió la puerta, luchando por no caer hacia atrás y herir a Krist.

Cerró la puerta de su hogar una vez ambos estuvieron dentro. Krist enredó sus brazos en el cuello de Singto y apoyó su mejilla en el hombro del pelinegro, suspirando pesadamente.

ꜰᴀʟᴏꜰɪʟɪᴀ  [SingtoxKrist]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora