Singto Prachaya

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Alguien "normal", podría decirle a Krist que está demente, pero a él le importaba muy poco.

Anotarse como ayudante del equipo de fútbol (lo que implicaba lavar sus apestosas camisetas y toallas), solamente para poder ingresar sin impedimento alguno a sus vestidores y observar de cerca sus posibles siguientes presas, era algo que sus mejores amigos, habían calificado como «descabellado». Pero, como anteriormente se ha mencionado, a Krist le importaba realmente muy poco.

No era absolutamente nada divertido tener que cargar con una asquerosa y maloliente mochila, llena de toallas y camisetas sudadas, por todo el pasillo de la universidad y en su auto, para ir a la lavandería más cercana, pero todo era gratificantemente recompensado en el momento que sus compañeros ingresaban a las duchas después de su juego, y a medio vestir.

Krist sabía cómo disimular a la hora de pasar cabina por cabina en busca de sus prendas sucias y al mismo tiempo, echar una breve mirada a los musculosos cuerpos de cada uno de los jugadores.

Gun no había recibido información falsa. Todos estaban considerablemente bien dotados... Sin embargo, ninguno llegaba a sorprender al exigente de Krist Perawat.

Incluso había tenido que descartar a Bright de su lista en el momento en que se supo que comenzó a salir con un chico de intercambio recién ingresado. Por lo que su búsqueda continuaba tranquilamente... O al menos así fue, hasta que apareció Singto Prachaya.

¿Quién demonios era Singto Prachaya?

Singto Prachaya era otro más de aquellos estudiantes de intercambios recién ingresados a esas alturas del año.

Un chico bueno, educado, inteligente, aburrido, en exceso respetuoso... Un cerebrito, ratita de biblioteca, un Sheldon Cooper 2.0, entre otros calificativos aún más graciosos. Usaba unos grandes lentes redondos, pantalones muy anchos, y se abotonaba la camisa hasta el cuello.
También usaba un suéter increíblemente grande con un cuello de tortuga. Prachaya era el clásico chico nerd que no mostraba más piel de la necesaria.

Krist no tuvo absolutamente nada que ver con el chico (de hecho, desconocía de su existencia) hasta que Singto se vio obligado a ser parte del equipo de fútbol americano.
Contrariamente, a lo que todos pensaban, Singto era increíblemente bueno en los deportes, tan sólo odiaba practicarlos, pero las chicas de toda la universidad, enloquecieron cuando el muchacho se dejó ver por primera vez con el uniforme del equipo puesto.

¿Quién diría que un nerd como él, podría tener tales muslos gruesos y fibrosos, y brazos dignos de un modelo a la altura de Armani?

Sí, ni siquiera Krist se habría dado cuenta de ellos, de no ser porque el chico necesitaba ganar puntos extras en el área de gimnasia y educación física, ya que era lo único en lo que no destacaba.

Desde aquel día, el pobre Singto no pudo tener más momentos a solas en la biblioteca por las tardes, pues las chicas le perseguían hasta en el almuerzo.

Sin embargo, Krist, aunque podría admitir que el chico tenía un rostro que podría derretir los polos y unos brazos en los que te quisieras morir lentamente, no lo encontraba demasiado llamativo y eso era debido a que era un mojigato; el chico esperaba a que todos sus compañeros salieran de las duchas, para poder ingresar él y hacer su aseo privadamente.

Krist no lo entendía, pero no le importaba.
O al menos así fue, hasta ese insignificante día en el que tuvo que quedarse hasta tarde, recogiendo la ropa sucia de los jugadores.

El día anterior había faltado a la universidad y, por lo tanto, a sus horas extras como ayudante del equipo, por lo que la ropa sucia se acumuló, y se vio obligado a buscar formas creativas de poder llevar dos tandas a la lavandería sin morir en el intento, así que decidió (por mucha flojera que le diera), hacer dos viajes.

Y justo ahí, cuando volvía de la lavandería por la segunda tanda, que vio por primera vez, en lo que se convertiría en el mayor de sus deseos más oscuros; Singto Prachaya se desnudaba de espaldas, sin tener la más mínima idea de su presencia y sin ser pudoroso, como Krist se había acostumbrado a verlo.
Y, oh, santo infierno...

Singto era jodidamente lo más delicioso que Krist había visto en mucho, mucho tiempo.

Krist ahora se podía sentir identificado con aquellas chicas que lo perseguían hasta en la hora del almuerzo.
Porque el chico era... Era sublime. Joder, se había quedado sin palabras. Su piel, no era pálida pero se veía realmente suave y apetecible. Cada vez que se movía, incluso en lo más mínimo, los músculos de su espalda se flexionaban y salían a la vista, viéndose tan imposiblemente exquisitos que Krist estaba empezando a delirar; se podía ver a sí mismo, lamiendo con dedicación cada uno de esos preciosos músculos, pliegue por pliegue, quería pasar su lengua por todo ese perfecto y tonificado cuerpo de dios griego que le estaba causando un dolor inmensamente terrible en la...

¡AAAH!

Krist saltó en su lugar, asustandose, de modo que avanzó dos pasos al frente y se resbaló, gracias al agua regada por todo el lugar. Cerró los ojos un segundo, intentando recomponerse, y cuando los abrió, creyó haber sido realmente una excelente persona en su pasada vida, pues el enorme (realmente enorme) miembro de Singto era lo que estaba frente a su rostro en el momento que abrió sus ojos.

"Madre santa, esos son mínimo veinticuatro..."

Sin embargo, tan pronto como el chico le había ayudado a levantarse, se cubrió con lo primero que encontró; la ropa que se había sacado recientemente. Sus mejillas, y las de Krist, coincidieron para ponerse rojas como tomate, al momento en que ambos conectaron miradas, la diferencia era que Krist tenía pensamientos poco cándidos en su cabeza los cuales eran la razón del color de sus pómulos, mientras que Singto estaba en una situación totalmente opuesta, preocupándose más por cubrir su cuerpo que por otra cosa.

— L-lamento haberte asustado... — susurró el chico, apartando la mirada lo más rápido posible— P-pero... En mi defensa, tú me asustaste primero.

El mayor suelta una pequeña risa torpe, haciendo que el estómago de Krist se sintiera extraño. El chico era una preciosidad y tenía un gran, gran, graaan amigo allí abajo. Krist comenzaba a mirarlo con otros ojos.

Estaba sin palabras, no sabía qué decir, pues lo único que quería era arrodillarse frente al moreno semidesnudo y rogarle que le dejara exprimir hasta la última gota de un orgasmo que Krist estaría complacido de causarle con sus propias manos, inclusive... Hasta su boca podría ayudarle.

— ¿E-estás bien? — pregunta Singto, mirándolo con ojos preocupados. No traía sus gafas, y sus preciosos y brillantes ojos, le estaban haciendo sentir estúpido.
Había conquistado extranjeros desde Alemania hasta Chicago, y no podía abrir la boca para formular ni siquiera una frase coherente ante el nerd de la universidad.

Cuando estamos nerviosos, decimos tonterías, por lo general, lo primero que se nos viene a la cabeza, y quizás pasamos las mayores vergüenzas de nuestras vidas... Pero Krist Perawat sobrepasó los límites.

— ¿Me dejas chupártela?

ꜰᴀʟᴏꜰɪʟɪᴀ  [SingtoxKrist]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora