Parte 7

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Anya retrocedió para recargarse por el Volvo y se relamió los labios. Edward le dio un último beso en la frente antes de rodear el vehículo y subirse al asiento del conductor. La pelirroja se apartó, subiendo a la vereda de su casa y trató de enfocarse. Miró hacia la casa de Bella y la vio bajándose de su monovolumen. Se apresuró a llegar hasta ella mientras recordaba lo que debía decir. Lo único que tenía en la cabeza era el beso de Edward. ¿Era él el mejor besador del mundo o a ella le gustaba más de lo que debería?

―¿Nos viste? Qué tonta, claro que sí nos viste. Puedo explicarlo.

Bella tomó su mochila de la cabina y luego cerró la puerta.

―No creo que sea de mi incumbencia.

―No quiero que pienses mal. Por favor, déjame explicártelo.

Bella la invitó a entrar a su casa y mientras preparaba un té para las dos, Anya estuvo dando vueltas en la sala de estar. La inquietud que sentía era real, con un motivo diferente al que debía fingir.

―Lo siento mucho. Entenderé si estás molesta conmigo ―dijo Anya al aceptar la taza de té humeante. Le dio un sorbo y la dejó sobre la mesita a un costado. Bella se sentó en un extremo del sofá y ella decidió permanecer en pie, para que su interpretación fuera más real―. Debiste haberte dado cuenta de que te mentí.

―¿Sobre qué?

―Sobre mi relación con Edward.

Bella pareció sorprendida.

―Creí que le dijiste que habías decidido intentarlo y ahora están juntos.

―No es tan sencillo. Cuando nos viste en Port Ángeles y te dije que estaba ahí para tener una cita no me refería a Edward. Salí con Evan poco antes.

―¿Edward lo sabe?

―Sí, fue su idea.

La confusión en la cara de Bella le indicó a la pelirroja que estaba haciendo un buen trabajo.

―Lamento haberte mentido. No soy buena guardando secretos y me he sentido observada desde que esta locura inició. Edward también se siente de eso modo, pero no podemos arriesgarnos a que nos descubran. Por eso, en cierto sentido es un alivio poder hablar de esto con alguien más. Sé que eres confiable y no dirás nada de lo que te contaré.

―No estoy entendiendo.

―Edward y yo somos amantes ―declaró Anya con efusión.

La castaña abrió los ojos por completo.

―¿En Port Angeles ustedes...?

―No. Esa fue nuestra primera cita real. Cenamos y nos besamos al final de la noche. Estamos tratando de desacelerar las cosas. Nuestra relación inició hace tres meses y medio. En el receso de invierno, nos encontramos en una tienda de música, en el centro comercial en Olympia. ¿Has oído del amor a primera vista? Lo nuestro fue deseo a primera vista y no hicimos nada para resistirnos. Por fortuna, él tenía dinero suficiente y pasamos la noche en un hotel precioso en Seattle. No me gustaría que pensaras mal. Fue la primera vez de ambos y desde entonces mantenemos una relación.

Bella se mostraba totalmente sorprendida. Le dio un momento para que pudiera asimilar todo.

―¿Por qué no pueden salir como otros adolescentes?

―Por mi padre. Él me permite tener citas, pero me ha prohibido tener novio. Como trabaja en el ayuntamiento, la imagen es importante. Una hija adolescente con amigos cercanos y talento para la fotografía está bien. Una que mantiene una tórrida relación con su novio está muy mal. Si mi reputación estuviera en la boca de todos, eso lo destruiría. Con Edward hemos tomado todas las precauciones para mantener el secreto. Hasta suelo salir con algunos chicos para que mis padres no sospechen. Edward no hace lo mismo porque las chicas solemos tomar las citas muy en serio y no quiere lastimar los sentimientos de nadie. Los chicos lo ven como una oportunidad para tener sexo, así que no hay problema. Por eso, te suplico que no se lo cuentes a nadie.

La vecina de BELLA SWAN | Edward CullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora