Parte 6

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Anya apretó los puños dentro de su campera de mezclilla a medida que iban avanzando por las cuadras solitarias. Trató de mantener una actitud relajada, pues se suponía que no había notado el peligro del que había librado a Bella.

―Te ves preocupada. ¿Estás bien? ―preguntó Anya.

―Me alejé demasiado, creo. Me alegra haberte encontrado.

―Sí, también me alegra haberte encontrado. Estabas en un calle muy oscura. Me ponen los pelos de puntas los lugares así. ¿A qué has venido a Port Ángeles?

―Acompañé a Jessica y a Angela a comprar sus vestidos para el baile. Salí a buscar una librería y confundí las calles.

Cuando alcanzaron el principio del paseo marítimo, Anya disimuló un suspiro de alivio. Con el área bien iluminada y las otras personas disfrutando de la vista ya no estaban en riesgo.

―¿Dónde quedaste de reunirte con tus amigas? ―preguntó Anya dispuesta a acompañarla.

―En un restaurante italiano, cerca del centro comercial.

―Vamos juntas. Así será más seguro.

Bella asintió y se pusieron a caminar sobre el muelle.

―¿Y tú a qué viniste a Port Ángeles? ―le preguntó la castaña.

Anya decidió contestar con la verdad.

―Vine a una cita.

―¿Y dónde está él?

El Volvo plateado que ambas conocían bien se detuvo junto al bordillo del paseo. Edward bajó del vehículo y se acercó a ellas.

―Anya, Bella, ¿cómo están? ―saludó a las dos y luego centró su atención en Anya―. Lamento haberme retrasado. Elegimos la hora equivocada para cenar. La próxima vez tendremos que tener en cuenta el tráfico.

Anya se aclaró la garganta y trató de sonar normal.

―No te preocupes. Estaba dando un paseo y me encontré con Bella. Parece que hay otras chicas del instituto por aquí.

―¿Necesitas que te llevemos a algún lugar? ―le preguntó Edward a Bella con amabilidad.

―No es necesario... ―contestó con cierta reserva.

―No nos retrasarás. Aún no hemos decido donde comeremos y el restaurante que mencionaste suena bien ―dijo Anya sonriendo con simpatía―. Será mejor que nos demos prisa.

Los tres subieron al Volvo. Anya se sentó en el asiento del copiloto y Bella atrás. Edward condujo con suavidad siguiendo las indicaciones que le dio Bella. Cuando tomaron la calle principal, Anya sintió que Edward la tomaba de la mano. Trató de no sobresaltarse. Ya luego le pediría explicaciones. No le quedaba más que seguirle la corriente.

―Estás muy bonita ―dijo en voz baja, pero con volumen suficiente para que Bella oyera claramente.

―Aquí no ―contestó la pelirroja y soltó su mano.

Una cosa era hacerle creer a Bella que él era su amigo, otra cosa que él era la cita de la que había hablado. Un momento después pudieron ver la fachada del restaurante La Bella Italia y Edward estacionó el Volvo en el espacio que dejó un cliente frente a ellos. Al bajar, vieron que Jessica y Ángela estaban saliendo. Ellas se voltearon hacia el otro lado y Bella las llamó para que se detuvieran.

Anya sintió que Edward le colocaba su cazadora marrón sobre los hombros y lo miró con disimulo. Él le sonrió y se aproximó más. No entendía a qué iba tanta atención. Trató de sonreírle con agradecimiento y después siguieron a Bella.

La vecina de BELLA SWAN | Edward CullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora