Parte 9

9K 586 181
                                    

―Es un sitio de ensueño ―dijo Anya mirando con detalle el paisaje dentro del marco que hacía con los dedos índice y pulgar de ambas manos―. Me gustaría traer una cámara la próxima vez que vengamos.

―Por supuesto ―contestó Edward con una sonrisa y le pasó una botella de agua.

Anya desenroscó la tapa y bebió algunos tragos, sin apartar los ojos de la belleza creada por la naturaleza. El prado de forma circular tenía una pastura natural cargada de flores silvestres. Si el cielo no estuviera nublado, la luz directa del sol a esa altura hubiera hecho aún más mágica la experiencia.

Edward bajó la mochila que cargaba y extendió su cazadora sobre la hierba. La pelirroja terminó de beber el agua y, en lugar de sentarse sobre la cazadora, se recostó y movió las manos y pies como lo hacía para crear ángeles en la nieve.

―¿Cómo encontraste este lugar? ―preguntó Anya.

―He tenido tiempo para explorar todo el parque, incluyendo el área forestal ―contestó Edward y se tumbó a su lado.

―¿Cuántos años tienes? ―preguntó la pelirroja.

―Diecisiete, desde 1918. Al transformarnos, nuestra apariencia se congela.

La pelirroja volteó el rostro para mirarlo.

―No lo entiendo. Soy muy inmadura para ti. ¿No te aburro?

Edward sonrió.

―Por supuesto que no. Tus pensamientos, tu forma de ver el mundo, me parece muy interesante. Lo primero que te llama la atención son los colores y la combinación de los mismos. Luego te fijas en la luz. Me gusta, es bastante pacífico, sin prejuicios ni expectativas.

―Me alegra que lo veas de esa forma. Para esta tarde, estaba pensando que podemos ir al minigolf en Port Angeles. También hay una feria con juegos mecánicos en Aberdeen. Tal vez encontremos una montaña rusa decente. Si ninguna de las ideas te parece divertida, tengo otras opciones.

―Decide con libertad, Anya. Yo estaré contento de estar a tu lado.

―Entonces, Aberdeen será. Siempre he querido tener novio para tomarme fotografías graciosas en esa cabina de feria. Tú eres muy guapo, tal vez la lente de la cámara no pueda soportar tanta perfección.

Edward soltó una risa, se acercó y se inclinó hacia ella. Anya levantó la cabeza hasta que sus labios se tocaron. Le lamió el labio superior, juguetona, y luego lo besó con ansia. Edward respondió a su beso con pasión y se separó cuando ella necesitó respirar, pero no se despegó de su piel, siguió bajando por su barbilla y cuello.

―¿Recuerdas que prometí compensarte por nuestra separación? ―preguntó Edward contra la unión sensible de su cuello y hombro.

―Vagamente ―suspiró.

―Me parece que este es un buen momento para hacerlo.

Anya sintió que se le hincharon los pechos y su entrepierna se humedeció. Buscó los labios de Edward nuevamente y le rodeó el cuello con los brazos. Gimió cuando él se hundió en su boca, excitándola con el movimiento seductor de la lengua. Cuando él volvió a bajar por su cuello, le abrió la blusa, revelando su escote. Edward besó las curvas expuestas y luego pasó la lengua por el valle entre sus senos.

―Se desabrocha en el frente, bajo la flor ―indicó Anya con la respiración agitada.

El de pelo cobrizo la besó otro poco en los labios y luego tiró del broche de su sujetador de encaje, apartando ambos lados. Anya vio como la cabeza de Edward bajaba y cubría su pezón erizado con la boca. No pudo reprimir un gemido y su cuerpo tembló.

La vecina de BELLA SWAN | Edward CullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora