Parte 4

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―Srta. Witer.

Anya tomó la hoja de papel que le tendió el maestro de historia y la colocó sobre su pupitre rápidamente. Esperó a que el maestro se alejara a la siguiente fila para echar un vistazo. Sabía que aquel no había sido su mejor examen, pero descubrir que estuvo a un punto de reprobar fue duro. Jamás estuvo en la lista de alumnos más brillantes, pero hacía un esfuerzo para que su calificación se mantuviera en el rango de bueno.

La pelirroja guardó el examen entre las hojas de su cuaderno con desánimo. La campana sonó y ella se colgó la mochila al hombro antes de salir. Tomó su abrigo del perchero junto a la puerta y fue hasta su casillero. Guardó el cuaderno con el examen entre sus libros y tomó su cámara.

―¿Lista para tu cita ardiente? ―preguntó Gema al acercarse.

―Con este clima tan frío, espero que de verdad sea caliente ―contestó Anya colgándose la cámara por el cuello.

―Oh, vamos. Hablo en serio. ¿Dejarás que te bese?

La pelirrosa se encogió de hombros. Para ella seguía siendo una cita falsa, no importaba que de verdad saliera con Evan.

―No sé. No te preocupes por mí. Tengo la sabiduría de lo que me cuentas de tus citas. No podría estar mejor preparada.

―Así se habla. No es tu primera cita después de todo.

Tom se reunió con ellas al final del pasillo. Salieron del edificio hacia el estacionamiento, donde se suponía que Anya se reuniría con Evan.

―¿Tomarás las fotografías del club de teatro? ―preguntó Gema.

―Sí. Han sido muy amables conmigo. Es lo menos que puedo hacer.

―El presidente del club de programadores me ha preguntado por ti ―informó Tom.

―Dile que la siguiente semana estaré ocupada. Sé que los editores del anuario están presionando para que se entreguen las fotografías lo antes posible. Si quiere esperar, me pondré en contacto con él.

Gema se aproximó y le quitó la mochila.

―Creo que vi a Evan. Guardaré tu mochila en mi auto. ¿Tienes tu celular y brillo labial?

―Celular, sí. El brillo labial lo perdí en el octavo grado.

Gema le quitó la lengua y le dijo que le prestaría el que ella tenía en el set de maquillaje que guardaba en su guantera. Tom y Anya la siguieron y se quedaron esperando junto a la camioneta de Evan.

―¿Llevarás eso? ―preguntó Tom señalándole lo que tenía en la mano.

―No. Me gustaría guardar la cámara en su estuche, pero no recuerdo donde lo dejé. Si papá se entera, me dará otro sermón sobre ser más ordenada.

―Me pareció verlo en mi auto. Espera aquí.

Tom salió corriendo y Anya encendió su cámara para tomarle una fotografía. La claridad de la tarde, a pesar de ser uno de los típicos días nublados, permitió que la combinación de colores se viera interesante.

―Anya.

La pelirroja se volteó hacia la voz masculina y se asustó cuando vio que se trataba de Edward Cullen. Al recuperarse, se reprendió en su fuero interno por olvidar que debía mantenerse atenta por si él intentaba acercarse a ella. Edward Cullen la había buscado el día anterior, también al final del horario escolar. En retrospectiva, resultaba bastante obvio que lo intentaría de vuelta. Sea cual fuera el asunto, Anya trató de mostrarse calmada. No debía parecer sospechosa. Él no tenía forma de saber que lo había descubierto. Si lo pensaba bien, él tampoco debería saber que ella existía, o peor, su nombre.

La vecina de BELLA SWAN | Edward CullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora