El perdón no pedido

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Cae la noche y siento como un enjambre de avispas se hacen dueñas de mi abdomen y pecho. No me atacan desde fuera, al contrario, me destrozan desde dentro. Son como puñaladas que me roban la vida y me arruinan los amaneceres y los ocasos, porque su belleza no depende de sus colores, sino de la paz que haya en mi mente y en estos momentos está perturbada.

Ahora que lo pienso, no son avispas. Tomo un cuchillo y rebano mi estómago y de él, salen como palomas ensangrentadas todos los "te amo" que no llegué a decirte y que chocaban contra mis costillas con la intención de romperlas. Quizás es eso lo que merezco por haberte insultado, una muerte dolorosa en la que cada bocanada de aire sea un suplicio y mi perdición.

Abro mis labios y empiezo a escupir  mil "te odio" y simplemente no los puedo detener. Son veneno para mi cuerpo, él lo sabe y por eso me ayuda a expulsarlos. Una hemorragia de negrura no me deja controlar mi boca y me roba las palabras. Me he convertido en un títere de mi rencor.

Si sólo me hubiera disculpado, si me hubiera callado todo aquello que en ese minuto de asco y desprecio pensé, tal vez fuéramos más felices, tal vez podríamos ver los amaneceres y disfrutarlos junto a los cadáveres de las flores nocturnas. Tal vez tuviéramos los corazones menos cicatrizados.

Asfixia por Sinestesia [POEMAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora