40- |Thrᥲᥒdᥙιᥣ × Tᥲᥙrιᥱᥣ|

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— Te he visto muy cercana a Legolas

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— Te he visto muy cercana a Legolas. Comienza a tenerte afecto. — dice el elfo de cabellos platinados mientras se pasea por la sala con su porte de elegancia.

— Le juro, es mera admiración — asegura la elfa de cabellos rojizos. Nerviosa, se mantiene estática en su lugar sin mirar al rey.

— Eso quizás era antes, ahora no puedo asegurarlo. — toma una copa de vino, al cual es adicto, y lo bebe.

— Y acaso, ¿habría algún problema con eso?, no creo que usted deje que su hijo tenga compromiso alguno con una elfa sindar vulgar. ¿O me equivoco?

— No. — dice enarcando una ceja. — Aún así se preocupa por ti. — al fin voltea y mira en dirección a su acompañante, que se mantiene de espaldas. — No le des esperanza donde no la hay. — camina hasta ella y pasa una mano por el largo y rojo cabello.

— Tau se estremece ligeramente para no hacerlo notorio. El rey elfo sonríe, pues lo ha notado. Para provocar más, desliza su mano por el cabello rojizo hasta rozar levemente las yemas de sus dedos con la piel de la joven elfa. — Debo irme, tengo que verificar los calabozos. — habla nerviosa. Da unos pasos para salir de ahí, pero la grave voz de Thranduil la detiene.

— ¿Tienes miedo?

— Disculpe, debo irme. — dice.

— ¿Tienes miedo? — reitera su pregunta suavizando el tono de su voz.

— No — responde ella parada en el mismo lugar donde se detuvo.

— Entonces, ¿por qué parece que me huyes? — se logran escuchar las zancadas que el elfo da para llegar hasta donde se encuentra ella.

— Solo quiero hacer mi trabajo, debo cerciorarme de que los enanos sigan en sus celdas. — explica.

— Pues lo harás más tarde. Ahorita te quedas conmigo porque yo lo digo.

— Es raro de usted, mi señor. — Thranduil alza una ceja tratando de entender por qué Tauriel dice aquello. — Es raro que usted pida mi compañía. — continúa, finalizando lo que iba a decir.

— Creo que aún no lo entiendes, Tauriel.

— ¿Entender qué cosa?

— Te nombré capitana de la guardia por tus grandes destrezas y habilidades en combate, sin duda eras la mejor para tomar ese cargo. Verte cada día me hizo interesarme en ti. — confesó. La elfa le miraba boquiabierta sin saber qué decir. — No te dejo ni te dejaré estar con mi hijo porque eres mía. — la toma por la cintura e intenta besarla, pero esta se remueve entre los brazos del rey para escapar.

— ¿Pero qué dices? — habla agitada intentando huir, pero el agarre de él es demasiado fuerte. — Está ebrio.

— No, no lo estoy, y aun si lo estuviera, dicen que los pequeños y los ebrios siempre dicen la verdad. ¿Qué temes? Basta que me digas que no tienes interés en mí y te dejaré ir.

— Es el problema, usted me atrae. — Thranduil la miró un breve instante y luego le soltó. — Pero no me puede gustar, usted es mi rey. Seguro está delirando.

— No estoy delirando, Tauriel — aseguró — Ni yo me explico. Intenté dejar de pensarte, hasta pensé en mi hijo para no acercarme más a ti, pero no pude. Quizás jamás he sido un buen padre. — se agachó en el piso pulcro de aquella sala pequeña y vacía.

Durante años, la elfa pensó que aquel rey tan frío y arrogante no tenía sentimiento alguno, más que para su hijo. Pero verle ahí en el suelo, a punto de llorar, y justo frente a ella logró afirmarle que estaba muy equivocada.

Lo único que pudo hacer fue acercarse a él y colocarse en cuclillas quedando a un lado.

— Tocó su hombro y el elfo se giró a verla, sus ojos estaban un poco rojos e hinchados. — No eres un mal padre, tratas de hacer lo mejor por tu pueblo. Y... respecto a su confesión, creo que nosotros al final de cuentas no podemos decidir a quién... querer. — finalizó. Trataba de hacerle sentir bien.

La verdad ella también estaba confundida. Su soberano le gustaba, y entendía que no era correcto.

Thranduil se acercó y la besó con desesperación, ella correspondió, sin saber que sería algo de lo cual se arrepentiría... O no. Se separó de él al ver que este iba profundizando las cosas.

— Quizás usted solo esté buscando complacerse. Lamento decirle que no soy la elfa adecuada para eso. Tiene muchas a su servicio. — Thranduil la miró a los ojos haciendo que esta se pusiera nerviosa. — Yo no quiero ser parte de sus juguetes sexuales. No juegue conmigo.

Se levantó del lugar pero antes de salir, el elfo habló.

— ¿Y qué te hace pensar que serías tan importante para ser de mis concubinas? Tauriel suspiró y le miró por encima del hombro.

— ¿Tiene que volver a ser arrogante? Si es el caso ya no hay nada que deba escuchar. No se preocupe, nada saldrá de aquí. Solo no toque el tema de nuevo. — pidió.

Después solo se marchó de la sala para seguir con sus labores.

Lo que ninguno de los dos se había percatado era que un elfo observaba la escena con los ojos llorosos, decepcionado de su padre. Sintiéndose traicionado.

𝐎𝐍𝐄 𝐒𝐇𝐎𝐓𝐒 ||ESDLA & El HOBBIT|| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora