XVIII. Entonces...

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Jimin se encuentra en las gradas del gimnasio techado, escucha el continuo rebote, los gritos breves y el silbato del entrenador; aún con los estímulos saturando el ambiente, su atención está por completo puesta en un jugador, siguiendo cada uno de los movimientos ágiles. A su lado tiene la compañía de Taehyung, Hoseok y Wendy; quienes también están ahí para darle apoyo moral a Yoongi ahora que se avecina un nuevo partido.

Recuerda cuando tras volver a Daegu, Yoongi recibió el calendario de prácticas de las siguientes dos semanas y con una queja ronca, apoyando la cabeza en su hombro, mencionó algo sobre abandonar el básquetbol si seguía quitándole tiempo para sus otras actividades indispensables en su rutina como la música y las tardes en compañía de su Park favorito.

Cada vez que Yoongi le dice "mi Park favorito" o cualquier otra cosa linda, Jimin siente que se derrite por dentro, más como un flan que un ser compuesto de una firme estructura ósea. Claro que las frases siempre tienen esa marca de agua impresa propia de Min: con tintes de sarcasmo y sonrisa a medias, a veces las deja caer de sorpresa o, con menos frecuencia, escapan sin filtro —esas son sus favoritas, espontáneas y condimentadas con mejillas rojas—. De cualquier modo, las aprecia un montón.

También aprecia aquellos gestos simples como los mensajes de buenas noches. Jimin es más de escribirle saludos de buenos días, aunque en menos de una hora se fueran a encontrar en la escuela.

"Es que quiero ser el primero en desearte los buenos días", insistía.

Por ahora se tiene que conformar con las conversaciones cortas en los recesos, o un par de horas después de las prácticas. Al menos las charlas por textos y audios son más frecuentes, casi le quitan el celular por estar usándolo en clases para hablar con su hyung.

El encanto de la cercanía que tuvieron en Seúl se rompió una vez insertos en su rutina escolar en Daegu, volviendo a jugar con sus tiempos, tratando de tener un momento a solas.

Tal vez si las prácticas de Yoongi no fueran tan seguidas podrían volver a visitar centros comerciales o ir a su casa. Quizá si Jimin hubiera conseguido mover sus clases de danza a la misma hora de los entrenamientos de su hyung, también facilitaría sus encuentros, pero los cupos estaban llenos y fue imposible.

A veces, después de los entrenamientos, suele ir a la casa de Yoongi, aprovechando el poco tiempo a solas. Le gusta cuando aferra las manos a su cintura y se dejan caer al sofá o sobre la cama, demandando los besos que le faltaron a la semana, pero no se arriesgan a avanzar más allá porque en cualquier momento llega la madre de su hyung del trabajo.

Hoy pretenden aprovechar el descuento en pasteles, aunque su grupo se ha dispersado y la tradición de la cafetería suele flaquear a tales altura del año, Seulgi aprovechó el corto espacio de tiempo libre de su novia, Roseanne está feliz enviando un alegre mensaje de su salida —cita— al cine con la estudiante de intercambio y Hyejin junto a Wheein se escaparon de la escuela por la mañana y vaya a saber en que ocuparon el día.

Debería proponerle a Yoongi un día escaparse de clases, si tienen suerte no llamarán a sus casas para saber qué pasó —aquello es muy azaroso— y en el peor de los casos obtendrían tardes de detención. Niega despacio, se resiste a las malas ideas que asaltan su mente, ha estado más precavido y, por más difícil que resulte, mordiéndose la lengua y apretando los puños para no ceder ante posibles problemas que impliquen sanciones y perderse los partidos de su amigo.

Porque pese al salto cuántico en Seúl, el término para resumir la relación sigue siendo "amigos", "compañeros". La verdad es que a Jimin le gustaría subir un escalón, no quiere dejar de ser su compañero —de delitos— y amigo, quiere seguir siendo eso y más.

Punto Ciego [YoonMin/JimSu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora