Una dulce conversación

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    Llegó el 24 de diciembre y los ingredientes necesarios para agregárselos al pavo ya estaban listos. Para el señor y la señora Collins es muy importante la puntualidad, y en la fábrica se destacaban y los felicitaban por eso, así que agregaban cada uno de los ingredientes al pavo desde muy temprano.

    Sam despertó después de un largo un sueño, pero de inmediato pensó en lo que sucedió ayer y decidió mirar hacia la ventana, esperando a que aquella volviera a aparecer, pero no volvió a suceder. Se dirigió hacia la cocina y buscó en la alacena un cereal, su favorito contenía malvaviscos.

    Después de que Sam terminó su desayuno, su madre lo mandó a llamar por teléfono a sus abuelos y tíos, como recordatorio de la cena de noche buena, lo cual para Sam le resultaba tan aburrido estar llamando a cada familia como al lavar los platos después de una comida de tres o cuatro personas; o al regresar de una ciudad y tener que desempacar cada una de las prendas y artículos de uso personal.

    Después de unas largas llamadas a cada una de las familias, Sam decidió salir, y se dio cuenta de que su muñeco de nieve se sentía solo, así que empezó a construir tres bolas grandes, una encima de la otra para formar otro muñeco de nieve, agregándole dos botones grandes en forma de ojos, una zanahoria para formar la nariz, botones pequeños para la formación de la boca; y por último agregó ramas largas de arbustos para hacer el cabello, y como resultado, el muñeco tendría una pareja. Sam se sentía cansado, entonces se acostó y movió sus brazos y piernas para formar un ángel de nieve.

    Sam cerró sus ojos por un minuto, y cuando los volvió a abrir, apareció la niña frente a él y se asustó al verla. Se levantó demasiado rápido y se miraron a los ojos:

    ―Hola, ¿cómo te llamas? ―la voz de la niña era tan dulce, que hacía que Sam no dejara de verla.

    ―Me llamo Sam Collins ―se sentía tímido y su voz casi estaba temblando―. ¿Cómo te llamas tú?

    ―Me llamo Emily Miller, todos me llaman junto con mi apellido, pero la verdad es que no me gusta, solo dime Emily. Me gusta mucho tu nombre, Sam.

    ―Muchas gracias ―Sam casi se sonrojaba―, el tuyo también es muy bonito.

    ―¡Muchas gracias! ―le mostró una sonrisa, y Sam se alegró mucho.

    ―¿Por qué decidiste venir hacia mí? ―Sam tenía curiosidad, porque normalmente él fue un niño solitario desde preescolar.

    ―Es que te vi solo desde ayer, y pensé que necesitabas a alguien con quien jugar ―no podía creer en lo que dijo Emily, fue la primera vez que alguien le dijo algo así.

    ―¿Entonces somos mejores amigos? ―dijo Sam con mucha alegría.

    ―¡Mejores amigos! ―estrecharon las manos y sonrieron al mismo tiempo.

Se dirigieron a la banqueta, se sentaron y decidieron mirar los autos que avanzaban por la carretera y dejaban las marcas de las llantas en la nieve. De pronto Sam comenzó a hablar:

    ―¿Y te gusta la navidad?

    ―Me encanta, aunque el frío no es de mi agrado, pero la celebración de nochebuena es de mis favoritas, y después la navidad ―lo miraba directamente a los ojos.

    ―Igual que yo ―le dijo muy emocionado―, tenemos eso en común.

    ―¡Me alegro de tener algo en común contigo! ―le dio un pequeño golpe en el hombro, signo de alegría para ella―. ¿Y cuál es tu pasatiempo favorito, Sam?

Una mirada atrás en el tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora