Capitulo 12

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Chelsea intenta romper nuestras ligaduras, pero no logra encontrarlas– le susurró Edward a Bella –No nos siente aquí– la traspaso con la mirada –¿Es cosa tuya? –

–He terminado con todo eso.– De pronto, se apartó del lado de Bella y tendió la mano hacia Carlisle. Al mismo tiempo, Bella sintió una punzada muy aguda en el escudo a la altura donde protegía la luz de Carlisle. No era dolorosa, pero tampoco agradable.

–¿Estas bien, Carlisle?– pregunto Edward, fuera de sí.

–Si, ¿por qué...?–

–Por Jane– respondió Edward.

Una docena de ataques punzantes chocaron contra la superficie del escudo en cuanto pronunció su nombre. Doce brillos marcaron las diferentes zonas del impacto. Al parecer, la menuda vampira no había sido capaz de atravesar el blindaje de bella. Pero todos estaban bien.

–Increíble– comento Edward.

–¿Por qué no han esperado a la decisión?– siseó Tanya.

–Es el procedimiento habitual– le respondió Edward con brusquedad –Suelen incapacitar a los acusados en el juicio a fin de impedirles la escapatoria.–

Jane contemplaba nuestras líneas con incredulidad e ira. Nadie había aguantado de pie ni uno de sus feroces
asaltos, a excepción de Bella.

Nadie lo había deducido todavía, pero Aro iba a tardar medio segundo en suponer, si es que no lo había hecho ya, que el de Bella escudo era mucho más poderoso de lo que él conocía a través de Edward. Era absurdo creer que podía mantenerlo en secreto, por lo que le dediqué a Jane una enorme sonrisa de presunción.

Ella entornó los ojos y Bella sintió la presión de otra punzada, ésta lanzada directamente contra ella. Retiré los labios para enseñarle los dientes.
Jane profirió un grito penetrante, sobresaltando a todos, incluso a los componentes de la disciplinada guardia; a todos, menos a los tres ancianos, quienes siguieron
centrados en su conferencia. Su gemelo la aferró por el brazo para retenerla cuando se agachaba para tomar impulso y saltar. Los rumanos comenzaron a reír entre dientes como muestra de su sombría expectación.

–Te dije que era nuestro turno– le recordó Vladimir a Stefan.

–Tú sólo mira la cara de la bruja– le contestó el otro entre risas. Alec palmeó con suavidad el hombro de su hermana antes de ampararla bajo el brazo. Volvió hacia nosotros su angelical rostro y nos miró con gran serenidad.

Bella espero alguna presión o indicio de su ataque, pero no noté nada. Él continuó con la vista clavada en los Cullen sin descomponer las agraciadas facciones. ¿Los estaba atacando? ¿Sería capaz de atravesar el escudo? ¿Era la única que aún podía verle? Bella apretó la mano de Edward.

–¿Te encuentras bien?–preguntó con voz ahogada.

–Sí– le contestó él.

–¿Lo está intentando Alec?– Edward asintió.

–Su don opera más despacio que el de Jane. Se desliza... Va a tardar en llegar
todavía unos segundos.–

Entonces, Lydia tuvo una pista de lo que debía buscar, consiguió localizarlo.
Una extraña neblina relumbrante iba cruzando por encima del prado. Apenas era visible por culpa del blanco de la nieve. Como un espejismo: una leve
distorsión de la vista, la insinuación de un resplandor débil.

Un murmullo sordo recorrió el suelo que pisábamos y un golpe de aire alborotó la nieve del espacio intermedio existente entre nuestras fuerzas y las del enemigo. Benjamín también había visto la amenaza reptante y ahora intentaba alejar la niebla de nuestra posición. La nieve permitía ver con más facilidad cómo lanzaba un soplo de brisa tras otro contra la nube de vaho, pero ésta no retrocedía.

𝑻𝒉𝒆 𝑶𝒕𝒉𝒆𝒓 𝑺𝒘𝒂𝒏 [𝑱𝒂𝒔𝒑𝒆𝒓 𝑯𝒂𝒍𝒆] EditandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora