Capitulo 9

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Lydia volvió a prestar atención a la conversación, tratando de bloquear los recuerdos con Jasper, en estos momentos Lydia agradecía que Edward no pudiera oír sus pensamientos o ya hubiera descubierto que ella estaba ahí, al igual que el olor de Bell fuera demasiado fuerte.

–¿Cómo puedes permanecer tan cerca de ella de ese modo?– Aro le pregunto, Lydia lo entendía, tenía un fuerte olor, pero uno podía controlarse, al menos ella, tal vez para los fríos es más difícil, eso pensaba.

–No sin esfuerzo–contestó Edward con calma.

–Pero aun así... ¡La tua cantante! ¡Menudo derroche!–Edward se rió sin ganas una vez más.

–Yo lo veo más como un precio a pagar.–Aro se mantuvo escéptico.

–Un precio muy alto.–

–Simple coste de oportunidad.–Aro echó a reír.

–No hubiera creído que el reclamo de la sangre de alguien pudiera ser tan fuerte de no haberla olido en tus recuerdos. Yo mismo nunca había sentido nada igual. La mayoría de nosotros vendería caro ese obsequio mientras que tú...–

–... lo derrocho —concluyó Edward, ahora con sarcasmo. Aro rió una vez más.

–¡Ay, cómo echo de menos a mi amigo Carlisle! Me recuerdas a él, excepto que
él no se irritaba tanto.– Ante eso, Lydia se sorprendió, ella no hubiese pensado nunca que Carlisle era amigo de ellos.

–Carlisle me supera en muchas otras cosas.–

–Jamás pensé ver a nadie que superase a Carlisle en autocontrol, pero tú le
haces palidecer.–

–En absoluto–Edward parecía impaciente, como si se hubiera cansado de la conversación.

–Me congratulo por su éxito–Aro reflexionó–Tus recuerdos de él
constituyen un verdadero regalo para mí, aunque me han dejado estupefacto. Me sorprende que haya... Me complace que el éxito le haya sorprendido en el camino tan poco ortodoxo que eligió. Temía que se hubiera debilitado y gastado con el tiempo. Me hubiera mofado de su plan de encontrar a otros que compartieran su peculiar visión, pero aun así, no sé por qué, me alegra haberme equivocado.– Edward no le contestó.

Lydia entendió que ellos se conocían, pero cuando Carlisle, no tenía su dieta vegetariana.

–Pero ¡vuestra abstinencia...!–Aro suspiró–No sabía que era posible tener
tanta fuerza de voluntad. Habituamos a no resistir el canto de las sirenas, no una vez, sino una y otra, y otra más... No lo hubiera creído de no haberlo visto por mí mismo.–Edward contempló la admiración de Aro con rostro inexpresivo.

–Sólo de recordar cuánto te atrae ella... –Aro rió entre dientes–Me pone
sediento.– Edward se tensó.

–No te inquietes –le tranquilizó Aro–No tengo intención de hacerle daño, pero siento una enorme curiosidad sobre una cosa en particular –Aro miró a Bella con vivo interés–¿Puedo?– preguntó con avidez al tiempo que alzaba una mano.

–Pregúntaselo a ella–sugirió Edward.

–¡Por supuesto, qué descortesía por mi parte!–exclamó Aro y, ahora
dirigiéndose directamente a Bella, continuó –Bella, me fascina que seas la única excepción al impresionante don de Edward... Una cosa así me resulta de lo más interesante y, dado que nuestros talentos son tan similares en muchas cosas, me preguntaba si serías tan amable de permitirme hacer un intento para verificar si también eres una excepción para mí.– Bella alzó la vista para mirar a Edward, aterrorizada.

Edward asintió para infundirle ánimo. Bella se volvió hacia Aro y extendió la mano lentamente. Estaba temblando.
Aro alargó el brazo como si fuera a estrecharle la mano. Sus ojos membranosos observaron a Bella con alegría.

El rostro de Aro se alteró conforme la miraba. La seguridad se resquebrajó
para convertirse primero en duda y luego en incredulidad antes de calmarse debajo de una máscara amistosa.

‐Pues sí, muy interesante–dijo mientras le soltaba la mano y retrocedía.

Aro continuó deslizándose con gesto pensativo. Permaneció quieto durante
unos momentos mientras su vista oscilaba, mirándolos a los tres. Luego, de forma repentina, sacudió la cabeza y dijo para sus adentros.

–Lo primero... Me pregunto si es inmune al resto de nuestros dones... ¿Jane, querida?–

–¡No!–gruñó Edward. Alice le contuvo agarrándole por el brazo con una mano, pero él se la sacudió de encima.
Eso hizo que Lydia se pusiera alerta, no sabía que podía hacer ella, pero si a Edward no le gustaba, era por que buenos no es.
 
La menuda Jane dedicó una sonrisa de felicidad a Aro.

–¿Sí, maestro?–

Ahora Edward gruñía de verdad. Emitió un sonido desgarrado y violento
mientras lanzaba a Aro una mirada torva. Nadie se movía en la habitación. Todos los presentes le miraban con incredulidad y sorpresa, como si hubiera cometido una vergonzosa metedura de pata. Aro le miró una vez y se quedó inmóvil mientras su
ancha sonrisa se convertía en una expresión malhumorada.

Luego se dirigió a Jane.
–Me preguntaba, querida, si Bella es inmune a ti.–

Edward soltó a Bella y se puso delante de ella para esconderla de la vista de ambos.Cayo, seguido por su séquito, se acercó a ellos tan silenciosamente como un espectro para observar.

Jane se volvió hacia ellos con una sonrisa en los labios.

–¡No!–chilló Alice cuando Edward se lanzó contra la joven.

Antes de que Lydia fuera capaz de reaccionar, de que pudiera ayudar, Edward dio con sus huesos en
el suelo. Nadie le había tocado, pero se hallaba en el suelo y se retorcía con dolores.

Ahora Jane le sonreía sólo a él, y de pronto encajaron todas las piezas del
puzzle, lo que había dicho Alice sobre sus dones formidables, la razón por la que todos trataban a Jane con semejante deferencia y por qué Edward se había interpuesto voluntariamente en su camino antes de que ella pudiera hacer eso con Bella.

— Parad —grito Bella.

Su voz resonó en el silencio y se lanzó hacia delante de un salto para interponerse entre ellos, pero Alice la rodeó con sus brazos en una presa
insuperable e ignoró su forcejeo.
Lydia estaba esperando, el momento perfecto para revelar su presencia.

–Jane–la llamó Aro con voz tranquila.

La joven alzó la vista enseguida, aún sonriendo de placer, y le interrogó con la mirada. Edward se quedó inmóvil en cuando Jane dejó de mirarle. Aro señaló a Bella con un asentimiento de cabeza.

–No– la sorpresa de todos era notoria, cuando Lydia aprecio de la nada.

–¿Lydia?– la pregunta de Bella fue ignorada.

–No se les va a tocar ni un pelo, a ninguno de ellos–siguió hablando Lydia.

–Lydia Swan, claro, la hermana de Bella, tienes un gran talento, pero no eres quien para exigir nada aquí– le dio una escalofriante sonrisa–Jane–

Jane volvió hacia Lydia su sonrisa. Lydia le sostuvo la mirada.

–Se encuentra bien–susurró Alice con voz tensa. No había sucedido nada.

–Ja, ja, ja –rió entre dientes–Has sido muy  interesante, En una ocasión, sólo por curiosidad, le pedí a Jane que me lo hiciera a mí...–Sacudió la cabeza con gesto de admiración.–¿Qué vamos a hacer con vosotros?– Edward y Alice se tensaron. Aquélla era la parte que habían estado esperando.

–Ya te dije, nada–

–No eres nadie para decir eso–

–Ellos tienen la protección de los Mikaelson, al igual que yo, y sabes muy bien que es mejor no molestarlos–

Cuando Lydia mencionó a los Mikaelson, Aro, Cayo y Marco, se pusieron serios, luego de compartir una mirada, Aro hablo.

–No te creo–

Lydia esperaba eso, por lo que mostró un collar con el dije de la M de los Mikaelson, ante eso, Aro los dejo ir, no sin antes darle una mirada de odio.

𝑻𝒉𝒆 𝑶𝒕𝒉𝒆𝒓 𝑺𝒘𝒂𝒏 [𝑱𝒂𝒔𝒑𝒆𝒓 𝑯𝒂𝒍𝒆] EditandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora