PRISIONERO

Capítulo 10. Accidente.

Después del desafortunado encuentro con mi madre, Anabel me trajo al hospital de santa Bárbara, los doctores que me examinaron dijeron que tuve suerte de que la herida fuera superficial, así que solo me vendaron un poco la herida de mi frente y me dieron unos analgésicos para el dolor.

Ahora mismo estoy con Anabel en el muelle que se encuentra en la playa de santa Bárbara comiendo unas patatas fritas y observando el mar en todo su hermoso esplendor.

Anabel me no ha dicho una sola palabra en la últimas horas.
Este silencio está acabando con mi cordura está volviéndome loco, quiero que me grite, que me insulte, que me diga algo porque simplemente no puedo con esto, y la verdad no sé porque me importa tanto acaso es porque me estoy…

-¿Por qué Andrew? –la voz de Anabel inunda mis oídos y hace que salga de mis pensamientos para encararla.

-¿Por qué? –pregunto confundido

-¿Por qué dejas que te trate así?

-no puedo hacer nada ella es mi madre además…

-me vale si ella es tu madre nadie tiene derecho de tratarte así –su voz es áspera y severa

-¿Qué se supone que haga?

-Andrew ¿quiero saber que paso el día que murieron tu padre y tu hermana? –Anabel toma mis manos en las suyas y las aprieta fuerte, tan fuerte que pareciera que quiere arrancarme las extremidades, y aunque suene loco no quiero que me suelte, no quiero que me deje solo.

-te contare, aunque es una historia larga –mascullo levemente ya que los sentimientos torturados han iniciado a removerse dentro de mí.

-no importa, tengo tiempo para escucharte –medio sonríe –además vine hasta aquí a conocer al verdadero tú lo olvidas.

Sonrío un poco y sé que será la última sonrisa que le  dedicare a la chica de los ojos verdes, porque cuando inicie la historia será un estúpido llanto el que me embargue.

-todo comenzó hace  diez años, siempre estuve en la sombra de mi hermana, ella era tres años mayor que yo pero aun así siempre se llevó los mimos, el cariño de y la admiración de mis padres, tenía un don con el ballet llegando incluso a recibir la admiración de su maestra de baile… todos amaban a Samanta ella era un diamante, era la joya de la familia y yo solo la oveja negra ya que no me destacaba en nada, ella obtenía todo lo que quería, mientras a mí nunca me dieron nada. Justo en ese año había conseguido una enorme beca para estudiar danza, claro mis padres se emocionaron debido a que ella tenía asegurando un futuro extraordinario, en cambio yo no era bueno en nada, así que mi padre me obligo a entrar al equipo de futbol americano, me esforcé hasta que en una en una ocasión mi equipo logro ganar gracias a mí, mi suerte estaba convidando y aunque no me agradaba el juego, seguí en el por qué mis padres iniciaban a reconocerme, los meses pasaron y yo me esforcé más y más hasta que fui nombrado corredor estrella de mi equipo, ese día nunca lo olvidare. Fue un día viernes veinticinco de septiembre, ese día había estado lloviendo, ganamos nuestro tercer partido, mi padre y mi hermana habían ido a verme jugar, Samanta había terminado sus clases antes ya que quería irme a apoyar, mi madre no fue debido a que quería hacerme una cena especial, fue la primera vez que la atención estaba en mí. Subimos al auto papá nos había comprado helado, y yo llevaba el estúpido balón del juego, entonces sucedió, mi padre bajo a comprar unas cuantas botellas de licor para él y mi madre que acostumbraban beber juntos los días viernes, entonces regreso acomodo las bolsas en el pequeño y destartalado auto, se puso en marcha y por una estupidez mía deje caer el helado en el vestido de mi hermana ella se molestó y me comenzó a gritar,  por esquivar uno de sus golpes le lance el balón de futbol americano y ella lo golpeo haciendo que este topara en el espejo del auto y luego a mi padre, este se giró enojado, pero justo en ese instante el conductor de un camión que llevaba materiales de construcción derrapo debido a  la velocidad que llevaba y el asfalto mojado mi padre intento frenar pero por una maldita casualidad el balón de futbol quedo en el pedal del freno haciendo que el auto no pudiera detenerse, entonces intento hacer todo para esquivar el camión pero no pudo, el auto golpeo de lleno contra el camión y sus materiales de construcción –me detengo un instante para tomar una aspiración y limpiar mis lágrimas con mis manos temblorosas.
-entonces el estallido me dejo casi sordo, el sonido del metal crujiendo, el vidrio rompiéndose en miles de pedazos y el grito de mi hermana sus gritos de dolor, los gritos de agonía de mi hermana y los gruñidos de mi padre, aún recuerdo que cuando abrí los ojos, la vi allí con un-una varilla de metal incrustada en su cabeza la sangre corriendo por su rostro, luego vi a mi padre agonizando escupiendo sangre debido a que su cuerpo quedo atravesado por los vidrios y las varillas metálicas. Los intente despertar pero no podía moverme ya que mi pecho estaba atravesado por una varilla de metal mis manos estaban atrapadas por el metal retorcido y había miles de fragmentos de vidrio incrustados en mis brazos y otro en mi espalda. Perdí el conocimiento debido al dolor y la sangre que corría en mi pecho lo último que recuerdo fue el dolor y el maldito olor a licor golpeando mi nariz, solo podía  pensar en que moriría e iría con Samanta y mi padre, pero eso no ocurrió,  al despertar en el hospital días después los médicos me dijeron que había sido un milagro que no muriera ya que la varilla de hierro había dañado mi corazón gravemente, por suerte lograron trasplantarme a tiempo el corazón de mi hermana que había muerto instantáneamente en el accidente, mi padre había muerto horas después, y yo fui un milagro, un superviviente con mucha suerte… yo no creí que fuera un milagro si no que fue una maldición el no morir ya que mi vida se volvió un infierno después de ese accidente –mis palabras son inestables, mi garganta duele debido al nudo que se ha apretado más allá de sus límites y mi corazón se estruja debido a todo el dolor que tengo acumulado desde hace años.