Capítulo 8

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-Am...a..a...Deberías tener mas cuidado.

-Lo tendré.

Ambos estábamos muy nerviosos, apenas fue un roce-mas bien un golpe, pero así suena mas bonito-pero...ay, ¡¿por qué tuvo que pasar?!

-Em...chicos. Tranquilícense. No pasó nada. Fue solo un roce-trató de tranquilizarnos Nicole-ahora, Maia... ¡Podrías porfavor arreglar esto!

-No te preocupes, ahora lo hago.

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Richard POV

Un apagón, lo que me faltaba.

-Hermano, por favor, estuviste 5 meses en clases de tecnología, ¿y no sabes cómo cambiar la cinta de un cable?- le insistí a Paul como por sexta vez.

-Tranquilizate ¿si? No dejas que me concentre.

-¿¡Concentrarte?!

-Claro. Los técnicos tienen un área limpia de trabajo. No pueden trabajar con su inútil hermano molestándolos cada cinco segundos.

-¿¡Ya?!-insistí por séptima vez -. ¿Qué? Dijiste que lo hacía cada cinco segundos. Conté y pasaron siete, estoy retrasado.

Paul rodó los ojos y siguió con su trabajo.

-Mi mano se cansa, ¡apúrate!

-¿¡Tu mano se cansa de sostener una vela?!

-¡Claro que sí! Estoy en la misma posición hace 3 minutos, por supuesto que me cansaré.

Doble sentido activado.

-Claro, como a ti te gustan tanto las posiciones...Si quieres cambia la posición, ¿eh? Nadie te detiene.

-Pues...A lo mejor y si cambio de posición se chorree una gotita...de la vela.

Paul estalló en carcajadas rápidamente y movió bruscamente sus manos. Por algún extraño motivo, todas las luces volvieron instantáneamente.

-Buena, Paul. Al parecer sí eres útil.

-Cállate posicionado. Mejor ve a hacerme un sándwich.

-Yo soy el mayor, se supone que tú deberías hacérmelo a mí.

-Pues ni loco. No me agradan los traceros.

-Asqueroso.

-Oye ya. Mi sándwich, tengo hambre. Llama a Martha, entonces.

Martha es nuestra...ex-nana. Estuvo cuidando de Paul y de mí desde que nacimos, es como nuestra segunda madre.

Hasta ahora se encarga de preparar las comidas y los demás quehaceres de la casa. Es graduada en cocina...en su momento fue una gran cheff que...soñaba con tener hijos propios, pero no se le dio la oportunidad. Es ahí donde mi madre y mi padre hacen acto de presencia. Cuando mi madre dio la noticia de estar embarazada, Martha inmediatamente le pidió dejar que cuidase de mi y ella aceptó. Luego, como mis padres estaban demasiado desocupados tuvieron tiempo de concebir otro bebé, cuando yo tenía 1 año y dos meses de edad. Y desde entonces no se separa de nosotros. Nos cuida como si fuesemos sus propios hijos.

-Martha, ¿podrías venir un momento por favor?

Casi de inmediato apareció una señora con el cabello corto y oscuro.

-Digame joven, ¿en qué le puedo servir o ayudar?-esa era su típica oración, siempre que la llamamos dice eso.

-Por favor -empezó diciendo Paul- traenos un emparedado a cada uno. Ya sabes como nos gusta.

-Si joven. ¿Los llevo a la mesa o los traigo?

-Traelos, por favor-.Dije.

-En un momento regreso.

Martha salió del sótano en el que nos encontrábamos -ahí están todas las palancas y llaves (luz, agua, cable, etc). Era una habitación muy bien cuidada como para considerarla un depósito de basura. Cada cosa tenía un lugar propio, vació de cualquier molécula de polvo, y perfectamente acomodado. Habían repisas para libros viejos, cómodas para ropa sin uso que en época navideña llegarían a mano de la iglesia y otras fundaciones, y juguetes que, tanto Paul y yo como nuestros padres, preferimos quedarnos para el recuerdo. Gracias a Martha esta habitación estaba en perfecto orden.

Paul bajó de la pequeña escalera a la que se había subido para llegar a la palanca de luz y apagó de un suspiro la vela cilíndrica con bordes de ballenas que yo sostenía-¿nunca han visto una vela así? Bueno, yo tampoco hasta hace tres meses desde que mis padres volvieron de un viaje a sudamérica y en uno de los hoteles se la dieron.

-Jóvenes, los emparedados están listos-.Martha entró a la habitación con una bandeja sobre la que descansaban dos platos con un emparedado sobre cada uno, y dos vasos de jugo con una coloración naranja.

-Gracias-. Dijimos Paul y yo al unísono.

-Bien-. Martha dejó la bandeja sobre una mesa que estaba en el sótano y se fue.

Paul cogió uno de los vasos de jugo y tomó un sorbo. Yo hice lo mismo.

-Y...¿qué cuentas hermanito?-preguntó Paul, siempre me dice "hermanito" aunque él sea en menor.

-¿Te gusta Maia?

Mi pregunta fue tan directa que hizo que se atragantara con el jugo que estaba pasando por su garganta y empezara a toser.

-Wow, que directo -. Lo miré atento a espera de una respuesta-. Mm...es linda...tal vez si.

No tengo idea de por qué, pero al escuchar el "es linda" me dieron ganas de que ese rostro se llene de aún más golpes. Apreté el puño tanto que quedaron marcas en mi muñeca. Pero luego me di cuenta que era ridícula mi reacción. Si a Paul le gustaba Maia, ¿cuál era el problema?

-Y...¿a ti?

-Pff...para nada.

-Wow, que seco.

-Osea, si es linda, pero...no me llama la atención. Principalmente porque se junta con Camile.

-Oh. Y desde cuando no has...ya sabes...eso-. La timidez de mi hermano al referirse a la palabra sexo me mataba de risa.

-Hace...dos o cuatro días.

Me pasaron fugaces recuerdos de unas rubias muy tomadas por la memoria.

-No me digas que fue en el parque donde fuiste con Robert.

-Pues...no podían derribar una torre de latas y...

-¿Ligue tipo primera cita 14 años.?

-Ligue tipo primera cita 14 años.

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Los hermanos HauffmanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora