Capítulo 5 - Final. 🌻

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"Lo sabía, estoy rodeada de mentirosos. "

¿Qué había pasado? Encontró a Amuro, sí, pero no de la manera qué pensaba. Estaba siguiéndolo cuando desapareció.

Ahora, días después, trataba de ignorar lo sucedido, caminaba contenta regreso a casa, lista para decir lo que debía y dar una respuesta adecuada. No pensaba en nada más ni menos.

Finalmente, dio media vuelta en dirección a la agencia de su padre. Sabía que el rubio estaría ahí, en el café, atendiendo como acostumbraba y también sabía que en esa hora se encontraría solo.

Su mente estaba tranquila, sonreía ensoñada y sus mejillas vibraban de color.  De inmediato, se dirigió a la entrada del café debajo de casa, sin avisar a su padre siquiera de su llegada.

Mirando al suelo, sus manos temblorosas abrieron el portón de madera y dio unos pasos dentro, quedándose de pie ahí, callada, apretando su bolso escolar.

—¡Bienven-...! —el hombre recibió cálidamente a la clienta, pero calló al ver que era Ran.

Limpiaba por detrás la barra de comida, pero soltó el trapo a un lado y desamarro su mandil, saliendo rápido de la cocina para colocarse frente a ella. Sonreía aliviado.

—¿Cómo estás, Ran-san? —dijo buscando que lo mirará a los ojos.

—Hmm. —balbuceó. —Yo... Amuro-san... Yo... Este... —empezaba a titubear y arrepentirse. —Ese día... Es que yo, la verdad...

Buscando la manera de salir del vergonzo aprieto en dónde había caído, intentó darse la vuelta, pero el rubio logró detenerla por el brazo y obligarlo a mirarlo a los ojos. Tenía una expresión fría que sacudió a Ran, no podía ella imaginar nada de lo que pasaba en su cabeza, pero su corazón palpitaba desenfrenado.

—¿Ran-san? —buscaba una contestación, aproximándose a su rostro más y más.

Ran quería hacerlo, esperaba muy emocionada el suceso. Pero el sonido de alguien más entrando al café, la decepcionó como nunca. Sin embargo, Amuro no se alejó de ella, hasta pudo verlo sonriendo por arriba de su cabeza, sin soltarla.

—¿Ran? —sí, su nombre proviniendo de una persona quién había olvidado cuánto quería escuchar. No sonaba feliz. Él la tomó por el hombro y jaló en su dirección, indicándole al rubio que tomaba lo que le pertenecía.

—¡Shinichi! —exclamó, dejando escapar sus palabras como si fuera su último aliento. —¡¿DÓNDE...?! —iba a reclamar hecha una furia, pero al reconocer que ya no tenía ese derecho, guardó sus reclamos, además el detective no tenía de ninguna forma una cara cercana a felicidad.

Amuro rió entre tanto escándalo.

—Sabía que vendrías, Kudo Shinichi.

—¿Eh? —exhaló Ran.

—No estoy feliz de estar aquí, Furuya Rei. —habló el detective, que antes ya había averiguado mucho sobre su rival.

Como una ráfaga de viendo cortante, Ran entendió todo, pasmada por ser tan tonta, dio un paso en reversa. Había un pequeño detalle que olvidó. Buscó a Amuro por una razón.

"¿Por qué... Había robado mis llaves?"

—Lo siento, Ran-san. —sin remordimiento aparente y casi jugueteando le contestó su nuevo interés, sin dirigirle una sola mirada. —Recibi órdenes de encontrar a Kudo Shinichi pronto. Fue la forma más fácil de lograrlo. No creí que fuera tan efectivo.

Una punzada en el corazón, no podía soportarlo. El joven detective mantenía la mirada esquiva con ella, pero trataba de mantenerla por detrás.

—Ahora... —el rubio metió sus manos en sus bolsillos y de ahí, sorpresivamente, saco un arma que apuntó al castaño. —¿Me acompañas, Kudo Shinichi?

Shinichi no resistió, sonreía dando la impresión de estar listo para cualquier cosa, un nuevo acertijo que había esperando durante largo rato.

Sin poder hacer nada, solo dejó que Shinichi se fuera con ese hombre desconocido, porque en aquel momento la realidad fue un balde de agua fría cayendo en sus hombros.

No sabía quién era Amuro, ni la razón de robarle sus llaves, ni qué hacía en ese edificio vestido de traje, ni por qué la besó, ni por qué se llevó a Shinichi.

Solo sabía una cosa: Quería llorar.

Salió corriendo a su habitación, no entendía nada de nada.

Cuándo llegó a casa, fue recibida por su padre, quién estaba parado justo frente a la puerta, sabiendo que su hija sufría e iba regresar en cualquier momento.

—¡Papá! —dijo cayendo en sus brazos siendo un mar de lágrimas, además de alaridos no lograba armar ninguna palabra coherente.

Pero, ¿Qué podía decir? Apenas y podía entender que había sido engañada.

Kogoro sabía que sucedía, pero no quería dejar a Ran ni un minuto sola.

Le habían roto el corazón.

No, ella sola lo hizo.

Y lo sabía.

Dio paso a su imaginación infantil de hacer lo que quisiera, al final siendo lastimada.

Aún así, Kogoro estaba ahí para su hija, para consolarla y protegerla.

Lo que pasaría con Kudo Shinichi y su gran secreto, fue descubierto por Ran tiempo después. También supo unas cuantas cosas de Amuro, pero a ninguno de los dos volvió a ver jamás.

Fin.

Ran lo sabe.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora