𓎩 ˒˒ la copia y la original

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Quise poner a Hans en el papel del enemigo pero es demasiado, siento rencor por Hans pero no tanto como para ponerle en el papel de un tipo así  JAJAJAJA SOLO LEAN Y ME ENTENDERÁN

Quise poner a Hans en el papel del enemigo pero es demasiado, siento rencor por Hans pero no tanto como para ponerle en el papel de un tipo así  JAJAJAJA SOLO LEAN Y ME ENTENDERÁN

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En el año 2055 eran muchos todavía los que opinaban que el hombre desciende del mono. Sin embargo, después de contemplar a Lothar Oelsner, uno cambiaba rápidamente de parecer y se inclinaba más a pensar que el hombre desciende del cerdo.

  Algunos hombres, al menos.

  Era el caso de Lothar Oelsner, con sus ciento treinta kilos de peso, su cabello rojizo, igual que el abundante y tieso vello que cubría su porcino cuerpo. Tenía, además, la cabeza grande, las orejas caídas, el hocico saliente, los labios gruesos, las extremidades cortas…

  Sí.

  Su parecido con un cerdo era extraordinario.

  Para colmo, se cubría con un quimono corto, y como lo llevaba casi abierto de par en par, mostraba su descomunal barrigón y sus enormes y antiestéticos muslos.

  Lothar Oelsner se hallaba recostado sobre varios almohadones, y tenía ante sí un gigantesco frutero repleto de frutas de todas las especies, que él iba probando una tras otra.

  Recostada junto a él, se encontraba Yurika, una hermosa muchacha de origen japonés y formas realmente exuberantes, que la corta túnica de gasa transparente permitía admirar sin necesidad de forzar la vista.

  Bajo la descarada túnica, nada.

  Solo el prodigioso cuerpo desnudo de la japonesa.

  Yurika era, actualmente, la chica favorita de Lothar Oelsner.

  El quimono que lucía el cerdo de Lothar se lo había regalado ella.

  Yurika no dejaba de besar y acariciar el enorme corpachón de Lothar Oelsner, pero este no parecía hacerle mucho caso. Se preocupaba más de las sabrosas frutas que de la cariñosa y escultural japonesa.

  De pronto se encendió una luz roja junto a la puerta de la exótica estancia y empezó a escucharse un zumbido intermitente.

  Lothar Oelsner, que acababa de morder un jugoso melocotón, sonrió, porque adivinaba de quién se trataba.

  —Yurika.

  —¿Sí, Lothar…?

  —Esfúmate.

  —Todavía no hemos hecho el amor… —recordó la fascinante japonesa, besándole el orejón derecho, cuyo lóbulo le mordió suavemente después, para excitarle.

  Pero, en vez de excitarle, lo que logró fue irritarle, según pudo comprobar en seguida, ya que Lothar Oelsner le propinó un violento empujón y la hizo rodar por el enmoquetado suelo.

GIRLBOT 女孩機器人 JELSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora