No sé ni como ni en que momento pasó, pero lo que sabia era que estaba completamente en shock. Él se separó de mis labios unos segundos antes que la puerta se abrió y no me dejo ni siquiera articular una palabra coherente por que salió corriendo de aquel armario.
—¿A donde vas? —Escuche decir a Darian, no escuche nada más, solo pasos que se volvían más lejanos. Ella soltó una corta risa y después dirigió su vista hacia mi. Yo solo seguía en las mismas, en completo shock y con el rostro posiblemente super rojo— Vamos, Libardito, ya terminaron los siete minutos. —Dijo burlona, me giré hacia ella, y solto una corta carcajada— Deberías ponerte hielo, estas muy rojo, ¿Tienes fiebre? —Dijo entre risas. No respondí, solamente me levanté y salí de aquel armario sin decir nada.
Me acerqué al círculo, ya había menos, supongo que ya se habrán ido, es bastante tarde a decir verdad. Tome asiento alado de Naim, este dejo de hablar con el chico raro de hace rato, que si no mal recuerdo se llama, ¿Ralf?, No creo que ese sea un nombre.
—¿Como te fue? —Me pregunto sonriendo burlonamente.
—No quiere hablar de eso. —Balbuceo, tapando mis ojos con mi gorro beige, para recostarme sobre mis palmas— ¿Nos podemos ir?
—Claro, ya también me estoy aburriendo. —Menciono levantándose del piso, levante un poco mi gorro para verlo, él me extendió su mano y me puse de pie también— Orson, trotando. —Le dijo al rizado, el cual hablaba con una chica de test morena.
—Nos vemos luego, linda. —Le guiño un ojo y se levanto, Naim lo miro entrecerrando sus ojos— ¿Qué?, Es linda. —Se encogio de hombros y empezó a caminar más adelante de nosotros.
Naim y Orson se despidieron de Darian, yo lo único que hice fue hacerle una seña con mi mano e irme. Bajamos las escaleras hacia la puerta de salida y el primero en abrirla fui yo, necesitaba aire fresco, ya aquella casa me estaba dando náuseas.
Cuando estaba en la mitad de la acera apunto de subirme al auto, mi vista inconscientemente giro a mi costado, encontrándose con la oscura mirada de aquel chico que estaba recostado en la pared de la casa, un escalofrío recorrio mi espina dorsal, y no lo pensé dos veces antes de subirme al auto como un cohete, pero fracase en el intento y me termino tropezando cayendo boca abajo en el gran asiento.
—Ya pareces borracho, y ni una copita te tomaste. —Escuche decir a Orson desde el volante, rode los ojos y me acome en el asiento para cerrar la puerta.
—Callate y conduce.
—Como diga, señor capitán. —Dijo burlón y arranco el auto. Mientras se movía, mi vista se dirigió hacia la casa, allí seguía él, lo miro por unos segundos hasta que solo se volvió algo diminuto que aclaraba las luces de la calle y la luna.
—Y... Nunca nos dijiste que paso con ese chico allá dentro, Libardo. —Escuche decir a Orson, los nervios volvieron a mi.
—Nada, no pasó nada. Solo hablamos. —Mentí, tratando se sonar relajado, mientras miraba por la ventana del auto— ¿Que hora es? —Pregunte.
—Casi son las dos. —Dijo Naim, dándole una último mirada a su celular.
Hice una mueca con mis labios, era bastante tarde, mi mamá me mataría cuando llegara, aunque, en culpa es de ella, ya que fue la que me dio la idea de ir, yo no tengo la culpa de nada, ¿Verdad?.
El auto estacionó en frente de mi casa, yo me bajé en cuanto paro y salí para darle una última mirada a Orson y Naim. Naim habló.
—¿Vamos a la próxima? —Me pregunto, colocándose casi encima de Orson para verme por su ventana. Rode los ojos.
—No pienso responder eso. —Balbucee, él solo solto una corta risa y volvió a su asiento.
—¡Adiós perra! —Grito Orson, arrancando el auto. Rode los ojos de nuevo y metí la llave a la cerradura para entrar lo más silenciosamente posible.
La casa estaba completamente oscura, sin ningún ruido posible, no lo pensé ni siquiera cuando salí corriendo escaleras arriba a mi habitación,abriendo la puerta con el más sumo cuidado, entrando por fin a mi lugar preciado. Me tiré sobre la cama, sin importarme lo que hubiera allí, solamente quería descansar de la puta noche más larga de mi vida.
Y a mi mente llego a aquel chico, el beso, ¡Maldita sea, bese un chico!, Y ni siquiera se atrevió a darme una explicación, es, es, ¡Mierda, no se que es!. Por primera vez en mi vida me sentía nervioso por alguien.
Maldito chico que me dejó con ganas de volver a tocar sus labios.
Nohe-