Chapter 12

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Finalmente, el secretario había conseguido convencer a François, pero como bien Nam Joon había dicho, él planeaba mantenernos alejados. Su desconfianza era gigante, pero gracias a eso nuestras oportunidades de escape también eran varias.

El mundo estaba a nuestro favor para que consiguiéramos huir finalmente de aquella mala vida con la que debíamos cargar, pero, todavía no me sentía capaz de saborear la dulce victoria, porque el viaje a Londres era algo lejano para nosotros.

Faltaban semanas que pasarían como meses, en los que yo no haría más que ganar fuerzas para irme y despedirme de todo el pasado que me perseguía como demonios aterrándome en las noches más oscuras.

–April, he escuchado que te irás a Londres– anunció Annabelle como saludo mientras yo paseaba junto a Victoria

–así es, François nos ha invitado a ver el ballet– comenté cuidadosamente porque ya sabía bien yo que esa mujer no era de fiar, por lo que, era una ley para mí, medir mis palabras y no darles ningún tipo de doble sentido

–también llevarán al señor Kim ¿me equivoco?–

Negué con la cabeza fingiendo sorpresa –no sabía que iría, pero asumo que debe ser por los negocios– mentí

–me sorprende que no te enteraras, él y tú se ven algo cercanos–

Negué nuevamente –¿de qué hablas? –

–April– me llamó Victoria –¿podríamos regresar a casa? No me siento bien– comentó a lo que yo asentí con preocupación

–discúlpame Annabelle, te veré más tarde– me despedí y junto a Victoria caminamos a la casa, apenas llegamos ella simplemente se desplomó en mis brazos

Aterrada, grité por ayuda y poco después, la dama me ayudó a llevar a Victoria a su habitación.

Su piel se veía más pálida de lo común y me preocupaba que apenas había notado lo delgada que estaba, tenía miedo de mirarla así, tanto que incluso sentí un mal presentimiento inundarme.

–señorita April, ya he llamado a un médico– me avisó la dama a lo que asentí preocupada –es una lástima que la señorita Victoria se encuentre mal antes del viaje– añadió lamentándose –espero sea un simple resfriado–

–las dos– añadí con los nervios de punta

El tiempo pasó y mis nervios aumentaron, finalmente llegó el médico en compañía de François y Nam Joon.

Sentí mi aliento cortarse en cuanto mi esposo me prohibió subir mientras hacían el chequeo, rezaba a los ángeles por el bienestar de Victoria y lastimaba mis manos por los nervios que sentía.

La dama había ido a preparar el té y Richard apenas entraba del patio, con sus zapatos embarrados de lodo y su pálida mejilla decorada con un moretón que me trajeron aún más preocupación.

–¿qué pasó contigo?– le pregunté y él me miró sorprendido

–mi padre me pilló jugando en la tierra hace un rato– habló con su voz quebrada –si no fuera por el señor Kim me hubiera seguido golpeando– sollozó y yo suspiré sintiendo aquella asquerosa impotencia consumirme

Llamé a la dama y le pedí que cautelosamente subiera al niño a su habitación, le diera un baño y lo dejara dormido, había tomado el atrevimiento de hablar con él y eso era demasiado para mí, mucho más cuando no recibía respuestas de lo que había sucedido con Victoria.


" Aquella asquerosa tinta azul estaba por todas partes, podía ver sus pasos por toda la casa, podía oler su esencia azul e incluso podía escuchar sus palabras azules. El hombre azul parecía haberse adueñado de mi hogar sin que lo notara y muy a pesar de que todos ignoraran que esas risas contenían mensajes ocultos, yo no podía hacerlo.

Todos fingían que aquella tinta azul no estaba en los labios de mi madre, pero yo era capaz de verla y preguntar sin titubear. Todos fingían que aquella tinta azul, que ese hombre azul no estaba destruyendo todo lentamente, pero yo no podía fingir como los demás, veía la tinta azul, odiaba esa tinta azul, cada vez era como un mar que no hacía más que ahogarme dejándome harta de su presencia.

La tinta azul era mala y me importaba poco lo mucho que todos la adoraban, yo no lo veía como el elixir de la vida, solo era la muerte disfrazada de un color que todos veían y no hacía más que adorar "


–April– me llamó Nam Joon en un murmuro a lo que yo lo miré sorprendida

–¿está bien?– pregunté –¿qué ha pasado con ella?– él me miró preocupado y me invitó a pasar al comedor

Los nervios me comían demasiado como para pasar al comedor, pero para mis respuestas es lo único que debía y podía hacer, me senté en mi silla y con una taza de té frente a mí, él miró con cautela hacia las escaleras para finalmente empezar a hablar.

–no creo que Victoria dure hasta el viaje– soltó consiguiendo que mi corazón se acelerara del terror

–¿es tan grave?– asintió –¿qué es? Pensé que solo había pillado un resfriado, pero– él me interrumpió colocando su mano sobre la mía

–necesito preguntarte algo antes– asentí nerviosa –¿desde hace cuánto el señor Sedraia abusa de ella?– negué sintiéndome asqueado por la situación, después de todo ya veía por donde iban sus palabras

–siempre lo ha hecho o al menos desde que yo llegué, siempre–

–ella está embarazada April– me anunció logrando cortar mi respiración –su cuerpo es demasiado débil y no es capaz de resistir tanto tiempo con el bebé creciendo en su vientre– soltó mi mano y levantó su cabeza –si su padre no termina con ella el embarazo lo hará– anunció a lo que retuve como pude mi llanto

–pero eso es imposible– mordí mi mejilla evitando llorar

–yo no puedo hacer mucho mi hermosa April, tampoco conozco la decisión que tu esposo decida tomar, solo te comento lo que el médico dijo y asumo que él elegirá lo mejor para su imagen– asentí –lo siento muchísimo– comentó a lo que yo asentí devastada

Sentí como pasos anunciaban que el médico y François bajaban las escaleras y de un momento a otro mi mente me recordó al hombre azul. François era uno de esos asquerosos seres, estaba tan podrido que seguramente le importaba muy poco terminar con la vida de su hija en lugar de dar explicaciones reales.

Aquella pobre chica no iba a ser capaz de presenciar una mejor vida de la que tenía y al igual que con mi madre, ese hombre, que impregnaba todo de negro, era la muerte. Había marcado su día de partida sin una pisca de piedad por ser la niña a la que vio crecer, no tenía arrepentimiento en su mirada y eso logró simplemente hacerme entrar en rabia, me sentía colérica, pero no podía hablar, no debía hablar.

François entró al comedor, llamó a todos en lacasa y finalmente anunció que Victoria estaba en su lecho de muerte, nospermitió despedirnos de ella y a mí me dio la suerte de pasar con ella eltiempo que deseara hasta que ella decidiera que era momento de dejar este mundo.

Eunoia® || KNJDonde viven las historias. Descúbrelo ahora