LAS MUÑECAS DE LALITH.El jardín de las almas perdidas.
CAPÍTULO 06
Lunes veinticuatro de septiembre.
El tiempo avanzaba y la noche había terminado, a las seis de la mañana Arely abrió la puerta de la recámara, se asomó miraba a su hija dormir en la cama, muy despacio se acercó
diciendo:
—Vamos levántate, Mitzi, ya es hora para ir a la escuela floja. —
La niña con muchos trabajos entreabrió los ojos, con su
vocecita le decía:
—Estoy cansada mamá, muy cansada—
—Apúrate para que no lleguemos tarde, lo mismo me dijeron ya las gemelas cuando las fui a despertar, esto ya me suena a un complot, a una huelga de no querer ir a la escuela
para mí que se pusieron todas ustedes de acuerdo, y no quieren salir de su nueva casa. —
Mitzi miraba a su madre diciéndole: —Deberás, estoy muy cansada mamá, en la noche escuche muchas voces cantando una canción, era una extraña canción que no me dejo descansar. —
Arely al escuchar esto, muy extrañada le preguntó:
— ¿Una canción? ¿Escuchaste una canción? —
Mitzi con trabajos se enderezó sentándose en la cama, con su mano derecha señalaba hacia su ventana diciendo:
—Sí, en la noche escuchaba risas de unas niñas en el jardín, allá afuera junto al árbol de la parte de atrás, cantaban y reían mucho. —
—Yo no escuché nada, no oí ni una canción. ¿Lo estás inventando Mitzi? Mejor dime que no quieres ir a la escuela señorita, para estar todo el día en tu nueva casa. —
—No mamá, de verdad, ellas reían y cantaban… no recuerdo bien su canción… pero lo hicieron varias veces, me duelen demasiado las piernas, como si hubiera corrido mu-
cho, mucho, siento que si me levantó me caeré. —
Explicó Mitzi negando con la cabeza. Arely la miraba a la cara escuchando esta absurda escusa, tratando de buscar palabras para obligarla a ir a la escuela, pero ahora la niña se
ponía su mano en el pecho diciéndole: —Además me duele aquí el pecho mamá. —
— ¿Cómo que también te duele el pecho? —
Le preguntó Arely extrañada. Mitzi con su mano derecha muy despacio se jaló su pijama mostrándole donde le dolía. Arely se acercó para mirarle, tenía como una marca debajo del
cuello, pero no veía claramente la letra con la que fue marcada, solo se le veía rojiza su piel como si tuviera salpullido, enseguida su madre con su mano derecha le tocó su frente,
sintiéndola solo un poco tibia.
Ahora Arely salió de la recámara, yendo a revisar nuevamente a las gemelas Carón y a Careen, quienes también se volvieron a quejar de su cansancio.
Pero lo extraño es que le dijeron exactamente lo mismo, que escucharon una canción y las risas de unas niñas, que les dolían las piernas por correr y les dolía el pecho, el cual se les miraba semejante el salpullido
y en el mismo lugar que a Mitzi.
Arely le prestaba más atención, mirando con detenimiento una marca, como si esta fuera un lunar rojizo que estaba debajo del cuello, quedándose muy pensativa por un momento, preguntándose:
— ¿Qué podrá ser esa roncha? ¿Qué les pasaría? —
Ahora viendo a Carón le expresó:
—Quédate en la cama y reposa otro rato, como quiera, ya prepararé algo para que se desayunen, por hoy ustedes lograron quedarse en casa trío de flojas. —
Fue a ver a Careen y a Mitzi dejándolas en la cama por otro
rato más. Arely bajó las escaleras yendo directo a la cocina, y por pura curiosidad le llamó a su hermana Michael, sonando el teléfono en la casa de Michael. Rin… rin… rin…
—Buenos días, casa de la familia Márquez Alvarado —
Con una voz amable Arely respondió: —Hola Michael, buenos días, soy Arely. —
— ¿Cómo estas Arely? —
—Yo bien gracias, dime. ¿Heidi ira a la escuela? —
—Sí, ¿Por qué lo preguntas? —
—Porque… porque sucede que las gemelas y Mitzi hoy amanecieron muy cansadas, así que deje a las tres dormir otro rato, quizá estén emocionadas por su nueva habitación y no quieran ni salir a la calle. —
Al escuchar que sus sobrinas faltarían a la escuela, Michael
enseguida le comentó:
—Heidi ya casi termina de desayunar, ya mero son las ocho, si tus hijas se siguen siendo mal, me llamas y te ayudo para llevarlas al doctor. —
—Te lo agradezco mucho Michael, pero si se ponen mal las niñas llamaré a Bryan, es su obligación llevarlas, él ya está en su trabajo, ya le llamé, pero debe de hacer algo por sus hijas, que sirva de algo el pinche inútil, si no al rato va a querer que alguien más lo ayude, porque no es más que un maldito holgazán. —
Michael al escuchar el tonto comentario de su hermana,
solo cerró los ojos, respiraba profundo, entonces le señaló:
—Bueno, si Bryan está muy ocupado o no puede ir, háblame yo te ayudo. —
—Está bien, lo tomaré en cuenta, te lo agradezco mucho, hermana. —
En ese momento en la oficina de Bryan, trabajaba archivando unos documentos en su escritorio, cuando entro su jefe Tom Hayward, quien era de cabello güero corto, de piel
blanca, de ojos verdes claros, nariz afilada, labios delgados, de uno ochenta de estatura, era de confección delgada, se quitaba un cigarro de sus labios sacando el humo, estaba preguntándole:
— ¿Ya están limpiando los carros Bryan? —
Bryan levantó su cara respondiendo: —Si jefe Tom, los mandé en cuanto llegaron los dos muchachos, les dije que tuvieran mucho cuidado para que no se raye la pintura de los
vehículos. —
—Tú siempre tan eficiente, y dime. ¿Cómo te fue con la limpieza de tu casa Bryan? —
—Estoy molido jefe, trabajamos duro los tres días, pero ya es habitable la casa, un día debería de ir la a ver, en verdad me encanta. —
Tom miró el escritorio de Bryan, entre los papeles que tenía miraba la fotografía de una familia, preguntando:
— ¿Esos quiénes son? Si se puede saber. —
Bryan bajó la vista mirando la fotografía, con una sonrisa le
contestó:
—Ellos… ellos son, la última familia que vivió en esa casa mire… —
Enseguida de su cartera sacó el papel con los nombres escritos, con su dedo índice los fue señalando, leyendo el papel diciendo:
—El padre es Enrique González, la madre es Jimena Cobos y su hija de nombre Yadira de cinco años. —
Al escuchar los nombres de las “famosas” personas, el jefe muy serio enseguida lo cuestionó:
—Espérate… espérate un momento Bryan, déjame ver si te entendí. ¿Tú compraste la casa que salió hace seis meses en los periódicos? ¿Compraste en donde se han perdido ocho niñas en los últimos ocho años? Porque todos esos nombres que tú mencionaste yo los conozco. —
Al escuchar estas preguntas, Bryan enseguida con una sonrisa en su cara le contestó:
—Bueno, yo no lo sabía, y creo que esa es solo una historia, lo comenta mucho el vecindario, pero no es más que una leyenda urbana, además, alguien me dijo que eran siete las niñas. ¿Lo ves? ¿Lo notas? Es solo un gran chisme, tú ahora me dices que son ocho las niñas desaparecidas... creo que estoy en lo correcto, si se hizo un gran chisme en todos estos años. —
— ¿Leyenda urbana? Okey, Bryan, tú estás aquí en la oficina vendiendo los carros y las camionetas, archivando papeles dando recibos de pagos, tu trabajo es muy bueno, hoy quiero
que vayas a donde están las grúas. ¿Has notado que los que se atrasan en los pagos, los papeles se los mandas con la señorita Samanta Allen? —
Al escuchar este nombre, amplio más su sonrisa y abrió los ojos, contestándole:
—La señorita Allen, sí, siempre se los envió a la señorita Samanta Allen, y el viernes antes de irme le deje las listas con todos los datos para que les cobre, precisamente hoy. —
—Qué bueno que lo sabes Bryan, ella es la encargada de mandar la grúa para traer los carros, si los morosos no pagan a tiempo, se los tenemos que decomisar. —
Bryan continuó con su sonrisa, y haciendo unos ademanes con las manos le preguntó:
— ¿Cómo olvidarla? ¿Cómo olvidar a esa señorita Samanta? Ha entrado aquí a mi oficina con tremenda “carrocería” que se carga, por cierto, es muy seria conmigo. —
Tom sonrió ante la expresión y la forma en que Bryan puso sus dos manos, describiendo ese delicioso trasero que Samanta Allen tenía, ahora su jefe le expresó:
—Ella es muy seria con todos los empleados, siempre se da su lugar, aunque te soy sincero, como hombres la admiramos todos los que aquí
trabajamos, su “carrocería” hace voltear a cualquiera. —
—Claro jefe, ella tiene grandes razones para admirarla, lástima que soy casado y mi esposa es sumamente celosa. —
— ¿Bromeas Bryan? Si lo sabré yo, lo celosa que es tu mujer llamándote a cada hora, o cada dos horas, para saber si estas trabajando… bueno punto y aparte, pues quiero que
sepas que ella, Samanta se aficionó a ese caso. —
Bryan quitó su sonrisa, agitó un poco su cabeza preguntando:
—Perdón. ¿Cuál caso jefe? —
—Pues al caso de las niñas, las siete u ocho niñas que han desaparecido en esa casa, en la casa en donde ahora vives Bryan. Cuando miré la oficina de Samanta que parece a la oficina del F.B.I. me retuve de regañarla, porque en realidad ella es muy hermosa e inteligente, después dije, es también ella una buena trabajadora, que adorne su oficina como ella
quiera, pero te juro que en verdad parece policía.
Un día que ella estaba de buen humor, me contó toda la historia, los años, los meses y los días, en que se perdieron las niñas, pero la verdad no preste tanta atención a todo lo que
me dijo, la verdad… te soy sincero, me asusta saber algo que si en realidad esta maldito, tal vez yo también muera de forma trágica por metiche, solo por saber más de la cuenta. —
Al escuchar estas palabras. Bryan rio no sabiendo. ¿Cuál era el miedo a la casa? Ahora le contestaba:
—Ja jajá vive más el que sabe menos, ja jajá eso dice el dicho ja jajá. —
—Exacto, yo escuché, pero no oí u oí, pero no escuché, como se diga, no preste bien atención a toda esa historia maldita… leyenda urbana, o como la gente le llame. —
— ¿Me está diciendo que ella sabe todo sobre mi casa? —
Al escuchar la pregunta, el jefe Tom miró fijamente a la cara de Bryan, después bajó la vista mirando muy atentamente la fotografía en la mano derecha de Bryan, ahora le decía:
—Llévale esa fotografía y te dará el santo y seña de la niña y de la familia, mira como pretexto llévale a su oficina este folder con los papeles de los carros, que hay que retener por
falta de pago, plática con ella de forma seria, pero no te rías, por favor no te rías para nada de lo que te diga, o ella te manda directo allá con tu mamita.
Pero, si es verdad lo que dicen que ha pasado en esa casa, tus tres hijas corren un gran peligro, es más, si tienes que salir, ve adonde necesites para que averigües lo de tu casa, ella saldrá para checar las direcciones que le diste de los vehículos que recogerá, si colecta el dinero no llamará a la grúa, ve a las calles con ella y averigua algo sobre tu casa.
Ante tales palabras. Bryan movía su cabeza como afirmando, diciéndole: —Está bien jefe, si ella tanto sabe de mi casa, hay algo muy misterioso que yo debo de contarle. —
—Date prisa muchacho, entérate de lo que ha pasado en esa casa, porque estas sentado en un barril de pólvora, y este puede desaparecer a tus hijas, es enserio yo no bromeo. Soy tu amigo y te quiero ayudar, eres un gran trabajador. —
Bryan con su mano derecha de inmediato agarró el folder y salió de su oficina, a paso firme caminaba por el estrecho pasillo hasta llegar a la oficina de su compañera de trabajo, de nombre Samanta Allen, quien era de cabello de color güero lacio, largo hasta la cintura, de ojos verdes, de nariz afilada, de labios delgados y de uno setenta de estatura, dueña de un hermoso cuerpo, bueno yo diría deseable cuerpo, era toda una tentación andando.
Bryan se detuvo y tocó la puerta de la oficina de ella, para poder ingresar. Toc… toc… de inmediato se escuchaba una voz femenina decir:
—Adelante pase. —
Al ingresar Bryan miró de pie a la mujer, su cabello de color güero caía sobre su espalda, tenía puesta una blusa roja, estaba de espaldas acomodando unos papeles en su escritorio, tenía puesto un pantalón de color negro de mezclilla, que resaltaba su hermoso y grande trasero. Bryan al mirarla sin quererlo tartamudeo un poco diciéndole:
—Per… per… perdón señorita, Sa… Samanta, buenos… buenos días. —
Al escucharlo, ella giró su cuerpo con su blusa color roja que mostraba parte de sus grandes senos de piel blanca. Mirándola Bryan entreabriendo la boca le expresó:
—Me… me mandaron a dejarle este… este folder, que tiene los carros
que recogerá hoy la grúa por la falta de pago. —
Ella sonrió al escuchar el nerviosismo de su compañero, enseguida estiraba su brazo derecho agarrando con su mano el folder, con una sonrisa le contestó:
—Gracias Bryan, han de ser los morosos que visitaremos con las grúas, ya esperaba que el jefe Tom me lo trajera. No sé porque te mando a ti para entregármelos, pero muchas gracias. —
Después de admirar por un momento a la mujer, Bryan giró un poco su cara, y observó la pared de su lado izquierdo, estaba tapizada con varios recortes de periódico de diferentes
nombres, entre estos había una fotografía de su casa, mirándose nueva en el año sesenta y seis, había nombres apuntados y subrayados con un color amarillo fluorescente.
Mirándolos él muy atentamente, encontrando en estos el nombre de la última niña desaparecida de su casa, de nombre Yadira González Cobos, de cinco años, ahora sin pensar en la
ofensa le comentó:
—Sí que parece este lugar como una oficina del F.B.I. juraría que es igualita, oye dime. ¿Por qué todos los recortes de periódicos? Acaso ¿Buscas a alguien? —
Ella enseguida fingió su sonrisa, ante las preguntas de su compañero de trabajo, de inmediato muy amable le contestó:
—Por favor, retírate de mi oficina Bryan, yo odio a los burlones, para tu información son niñas desaparecidas que muy poco te importa, gracias por el folder te lo agradezco, por favor ya salte de mi oficina. —
Ante la forma cortante como lo trató. Bryan se disculpó:
—Perdóname por las preguntas Samanta, me interesa el tema… créeme. —
Ella de inmediato le dio la espalda, mirando Bryan moverse ese hermoso trasero, enseguida Samanta se fue a sentar en su silla detrás de su escritorio, ahora lo apuntaba con su dedo índice de su mano derecha, muy seria le expresó:
—No te burles de mí, no te interesa para nada el tema de unas niñas desaparecidas, que son unas desconocidas también para ti.
Solo te interesa entrar a mi oficina para verme mi cuerpo, ¿Crees que no note como miraste mi busto? ¿Crees que no siento tu mirada en mi trasero? Tú solo vienes a burlarte de
mi oficina para después irte, si parece o no a una oficina del F.B.I. ese es mi gusto y mi problema. Ahora retírate. —
Al escuchar este reproche y ver su enojo en su rostro, de inmediato Bryan le explicó: — ¡No! No yo no me burlo de ti, ni de tus recortes samanta. —
—Te dije que te fueras de mi oficina. ¡Ahora! —
—Espérate. ¡Mira! ¡Mira esta fotografía! —
Bryan de inmediato puso su mano derecha mostrando la fotografía, ella sorprendida la observó viendo a la niña retratada en este, rápido se enderezó de su asiento, enseguida estiraba la mano derecha agarrando la fotografía, sorprendida
expresaba asegurándole:
—Ella es la niña Yadira… y… sus padres. ¿En dónde encontraste esta fotografía? —
Ahora Bryan mirándola directamente a la cara exclamó: — ¡Quiero saber todo acerca de las niñas! —
— ¿Porque ahora tu interés Bryan? Quizá no nos vemos seguido a pesar de estar tan cerca nuestras oficinas, solo sé que tú me mandas los vehículos que debo ordenar para recoger con las grúas, he entrado a tu oficina solo para recoger algunos documentos que llego a necesitar, dime. ¿Por qué hasta ahora vienes con interés de saber algo? Porque aquí,
todos mis compañeros se burlan de mis recortes, porque ellos ponen pósters de camionetas y coches del año y yo... bueno ya vez como tengo mi oficina. —
Bryan mientras la escuchaba, abrió sus dedos de su mano derecha, dándole el retrato de la familia en la mano de la mujer, diciéndole:
—Quiero saber, porque se perdió o desapareció la niña, o saber exactamente cuántas niñas son las que desaparecieron en esa casa, un amigo me dijo que eran siete las niñas desaparecidas, alguien más me mencionó que no eran siete, sino que eran ocho las niñas desaparecidas.
Pero yo no estoy seguro, quiero saber la verdad, también me comentó que algunos de los padres de las niñas, se suicidaron al no poder encontrarlas… dime. ¿Qué paso en realidad en esa casa? Dime la verdad. ¿Tú lo sabes? —
Samanta con su mano derecha, muy despacio se acercó más el retrato a su cara, viendo atentamente a los tres integrantes de la familia González, era la niña perdida, ahora extrañada le preguntaba:
—¿Para qué quieres saber? —
—Me interesa saber quiénes fueron, porque ellos vivieron en mi casa. —
Al escuchar estas palabras, enseguida asombrada le preguntó: — ¿Tu casa? —
—Sí, mi casa yo compré esa propiedad, por favor dime
ahora dime. ¿Qué sabes de todo esto? —
Samanta con el dedo índice de la mano derecha, le señalo en la fotografía al padre de familia, informándole:
—Él, es el papá, se llama Enrique González, ella es la madre, de nombre Jimena Cobos y su hija desaparecida Yadira González Cobos de cinco años.
Bryan muy serio le comentó:
—Ese dato ya lo tenía, me lo dijo un amigo, pero quiero saber los datos de todas ellas, quiero saber acerca de todas las niñas.
— ¿Para qué quieres saber? —
Después de la pregunta hubo un silencio en la oficina, Bryan cruzó los brazos, ahora se giró y se inclinó un poco mirando más detenidamente todos los recortes de los periódicos que había pegados en la pared, viendo detenidamente todas las fotografías de las niñas perdidas, ahora volteó su cara, miró a Samanta a la cara contestándole:
—Como te dije es mi casa, yo compré esa casa y tengo tres hijas viviendo conmigo, quiero saber si todo esto, es una leyenda urbana o si es realidad todo lo que ha pasado, quizá corren un riesgo mis niñas. —
Samanta se quedó muy sorprendida al escuchar estas palabras, nuevamente se enderezó de su asiento, con su mano derecha enseguida bajaba la fotografía, poniéndola sobre su escritorio, lo miró directo a la cara, muy despacio agitó su cabeza de derecha a izquierda, diciéndole:
—No es cierto, eso no es cierto. ¿Es una broma? Es una pinche broma, los demás trabajadores te mandaron hacerme una broma. ¿Verdad? Vamos lárgate de mi oficina. ¡No te burles de mí Bryan! ¡No te burles! —
Bryan con una cara seria, volteó a ver los recortes de la pared, y enseguida miraba a la cara de su compañera, viéndola también directo a sus ojos verdes, de manera firme le contestó: —No, no es una broma Samanta, esa fotografía estaba colocada encima de la chimenea del comedor, de ahí la agarré, y quiero que sepas algo muy importante, cuando terminamos
de limpiar la casa, subí al ático con mi esposa y con mi cuñada, en ese lugar miré unas muñecas que en verdad son… Son tan reales, tan escalofriantes, son siete y… quiero que sepas que lo más misterioso, es que una de esas muñecas tenía las mismas facciones que esta niña, de esta niña de esta fotografía, es increíblemente igual, pero, pero no comente nada para no espantar a mi esposa… pero yo juraría que la
muñeca… es la misma niña… es esta niña que está aquí retratada. —
Le decía señalando la fotografía con su dedo índice.
— ¿Muñecas? Tú te refieres y estás hablando de… ¿Muñecas?… ¿Muñecas? —
Le preguntó Samanta muy intrigada y dudando de lo que escuchaba, pero Bryan asintió con su cabeza, enseguida le respondía:
—Sí, yo hablo y me refiero que son unas muñecas hechas a la perfección, parecen humanas, son macabramente
humanas esas muñecas, dime. ¿Como una muñeca se va a parecer a esta niña de esta fotografía? Yo la vi y son exactas. La muñeca tiene dientes, lengua, sus ojos son extremadamente reales del mismo color. —
Samanta al escuchar esta información, ahora más interesa-
da se levantó de su silla, enseguida caminó a donde estaba la pared con los recortes de periódico, con su dedo índice de su mano derecha señaló una de las fotografías diciéndole:
—Escúchame bien Bryan, hasta ahora son ocho las niñas desaparecidas.
— ¿Ocho? Entonces. ¿No son siete las niñas perdidas?
Samanta muy seria lo miró a la cara contestándole:
—Escúchame, te contaré lo que he investigado, y hasta ahora son ocho las niñas desaparecidas, y todo según parece comienza en la navidad del año mil novecientos sesenta y nueve, con la joven de nombre Sheila Bedford Ferris de doce años, buen era una niña. Según la información que recaudé, se dice que los padres Paul Bedford Dares y su madre Stephanie
Ferris Frank Enfield, se fueron a una fiesta de navidad, dejando a su hija en la casa, diciéndole a las personas que conocían, que su hija Sheila, que ella se encontraba un poco enferma, que tenían a alguien en la casa que la cuidaría por unas horas, que para las tres o cuatro de la mañana regresarían a la casa con ella.
Bueno, después de un año en la navidad del setenta, algunos amigos visitaron a Paul y a su familia en la casa, pero ya no vivían ellos en ese lugar, ahí encontraron a una mujer de nombre Eloísa, quien les dijo que Paul y Stephanie se fueron de la casa, porque había desaparecido su hija Sheila, diciéndoles que ellos, los padres, ya habían muerto en un accidente automovilístico al buscar a su hija de un lugar para otro. —
En ese momento Samanta le mostró el recorte de un periódico, con la fecha del veinticinco de marzo de mil novecientos setenta, donde mostraba un accidente automovilístico,
sabiendo de memoria lo que escribieron, así que continúo
diciéndole:
—Nadie se explica, porque el vehículo se salió de la carretera, tal vez al chocar el carro en el impacto con un vidrio la esposa Stephanie se cortó la garganta, la encontraron muerta totalmente degollada, pero los policías y los rescatistas decían, que el señor Paul Bedford casi muriendo, débilmente les decía:
—Saquen a la niña… saquen a la niña. —
—Al escuchar estas palabras, enseguida todos los policías buscaban en el interior del automóvil, pero no encontraron a ninguna niña, antes de llegar al hospital murió Paul, y nadie sabe en donde quedo la hija de ellos, hasta el día de hoy, todavía se busca a Sheila Bedford Ferris, y nadie sabe que fue de ella. —
—Entiendo, simplemente se perdió la joven, se la tragó la tierra, por decirlo de este modo. —
—Si llamémosla así a la joven, ahora mira bien este periódico Bryan, lo publicaron el veinticinco de marzo del setenta y dos, fue la primera niña perdida de nombre, Laura Domínguez Pérez, de cinco años de edad, su madre María Pérez, se suicidó en medio del ático de esa casa, se cortó el cuello con un cuchillo que encontraron en su mano derecha, los reporteros escribieron, que tal vez fue por la pérdida de su hija, que la desesperación la llevó al suicidio, estaba ella en un charco de sangre a la mitad del ático.
Ese mismo día en la mañana su padre Dionisio sufrió un accidente en su automóvil, se detuvo enfrente de la vía y una locomotora lo arrastró por varios metros, la policía describe que el débilmente les decía:
—Saquen a la niña, saquen a la niña. —
Bryan muy atento escuchaba cada palabra que Samanta pronunciaba, él se ponía muy sorprendido, siguió escuchando que ella le narraba:
—Pero después de buscar desesperadamente en el carro, se dieron cuenta los policías y los rescatistas que él viajaba solo, no había nadie con él en el vehículo, el
señor murió en el lugar.
Así que los policías fueron a la casa para avisarle a su esposa, pero para sorpresa de ellos, la encontraron en su casa como ya te conté, ella estaba en el ático ya muerta.
La policía buscó a la niña en los cuartos, en el armario pensaban que quizá estaba escondida, pero, no la pudieron encontrar por ninguna parte. —
Bryan muy atento miró la página del periódico, en donde se encontraba la fotografía del accidente, el vehículo estaba casi triturado por la locomotora, otro recorte del periódico tenía la fotografía de la madre que se encontraba tirada en el piso del ático, sobre un charco de sangre con el cuchillo en su mano derecha.
Bryan detenidamente veía cada una de las fotografías, de esos recortes de periódico.
—Mira ahora este recorte de periódico. —
Le comentó Samanta señalando la fecha, entonces siguió diciéndole:
—Es del veinticinco de septiembre del setenta y dos, en el mismo año, pero, seis meses después, la segunda
niña perdida de nombre, Corina Martínez Godínez de cinco años, su madre fue Joselyn Godínez, quien se dice que después de perder a su hija, se cortó la garganta con un cuchillo
en medio del ático de esa casa, no saben porque lo hizo o…. ¿De qué era culpable? Se dice que el padre de la niña la buscó en los cuartos, en el armario, pensaban que quizá estaba escondida, pero, no la pudo encontrar, no se encontraba en
ningún lugar de la casa. Se dice que no se le vio después del funeral de su esposa, hasta la fecha no se sabe en dónde está, a donde se fue o si sigue vivo. —
Bryan miraba los recortes del periódico, la fotografía de la niña Corina y la foto de su madre, quien estaba con su sangre embarrada en el piso del ático, con el cuchillo en su mano derecha, era esta foto muy parecida a la primera fotografía. Él
con nerviosismo le comentó:
—Esto es y suena muy misterioso. —
Samanta al escuchar estas palabras, tratando de sonreír al mirarlo tan atento, ahora señalándole con su dedo índice de su mano derecha le preguntó:
— ¿Ya te impresionaste? Porque esas muertes y desapariciones apenas es el principio, mira muy atentamente este periódico Bryan, y por favor checa muy bien su fecha, veinticinco de marzo del setenta y tres, dos hermanas que llevaron a vivir a esa casa, una de nombre, Nikte Smith García de cinco años, y su hermana menor, Nayhelli Smith García de cuatro años, desaparecieron sin dejar el menor rastro y ahora… ¿Adivina qué? —
— ¿Qué? —
Le preguntó Bryan muy atento, mirándola a la cara esperando la respuesta, ella continuo narrándole: —A la madre Yolanda García, la encontraron tirada en el piso en medio del ático, claro de la misma casa, con las venas de sus muñecas
cortadas por un cuchillo en unos charcos de sangre, y la garganta cortada de lado a lado, acaso. ¿Te sonó familiar el suicidio? —
Sorprendido Bryan le comentaba:
—No puede ser, es igual y se ve igual que los otros suicidios, el cuchillo también lo tiene en su mano derecha. —
—La gente asegura que el padre Nicholas Smith, buscó a las niñas, en cada cuarto de la casa, en los armarios pensando que quizá estaban escondidas, pero, después de mucho esfuerzo y búsqueda no las pudieron encontrar.
Al no poder localizar a sus hijas y al ver a su esposa muerta, don Nicholas trató de suicidarse, de inmediato fue ingresado a un manicomio, para salvar su vida, los doctores dicen que desesperado gritaba:
— ¡Saquen a las niñas! ¡Saquen a las niñas! —
—Al día siguiente de haberlo ingresado, lo buscaron en su
habitación para darle una terapia, pero ya lo encontraron colgado en el baño. —
Ante la historia, Bryan acercó más su cara, mirando atento las fotografías de los distintos recortes de periódicos, veía muy detenidamente las caras de las niñas perdidas. Nikte y Nayhelli, su padre estaba muerto colgado del baño, y su madre se encontraba tirada en el piso del ático, en medio del
charco de sangre, parecían copias hechas al carbón de las fotografías anteriores. Samanta miraba a Bryan, quien seguía con cara de sorprendido, ahora la mujer le comentó:
—Va en aumento el misterio. ¿No? —
—Sí que todo esto es un gran misterio, las fotografías de las madres parecen idénticas, como si fueran unos… unos sacrificios a algo o para alguien en el lugar. —
—Exactamente eso fue lo que pensé, cuando fui comparando las fotografías de los diferentes casos, que eso es como un sacrificio para alguien.
Ahora mira las fotografías de estos otros recortes de periódicos, y presta mucha atención también a la fecha, veinticinco de marzo del setenta y cuatro, exactamente un año después de la última tragedia, en este caso desaparecieron las dos niñas de nombre Jazmín Arévalo Cortez de cuatro años, y su hermana Brenda Arévalo Cortez, de cinco años, y ahora adivina algo muy importante en todo esto. —
Bryan continuaba escuchando muy atento, así que le preguntó: — ¿Qué? —
—Que su padre era un buen policía, uno de los mejores policías de aquí del estado de Tennessee, y él trató de esclarecer a las primeras cuatro niñas desaparecidas en esta casa, el oficial Jaime Arévalo, casi murió adentro de su patrulla, cuando se salió del camino y se volcó, los rescatistas decían que desesperado gritaba:
— ¡Saquen a las niñas! ¡Saquen a las niñas! —
—Todos sus compañeros y los rescatistas, buscaban adentro de la patrulla, pero él viajaba solo, como lo oyes, viajaba solo, no había nadie más adentro del carro, cuando lo llevaron al hospital, murió al otro día de un paro cardiaco, la enfermera asegura que débilmente decía: “saquen a las niñas”, cuando tuvo el accidente fueron avisarle a su esposa, llegaron
hasta la casa, la policía busco por todos lados hasta que encontró a Francisca Cortez, en medio del ático en un charco de sangre, se encontraba la mujer con el cuello cortado de lado a lado, y con el cuchillo en su mano derecha, los policías registraron toda la casa, cada cuarto, cada armario pensando que alguien atacó a la madre y que las niñas estaban escondidas en algún lugar de la casa, pero jamás encontraron a sus niñas Jazmín y Brenda. —
Bryan estaba muy sorprendido con la boca abierta, ya con miedo miraba las fotografías, la patrulla afuera del camino estaba volteada con las ruedas para arriba, los paramédicos
sacaban al oficial por una ventana, en otra fotografía mostraba la madre tirada sobre el piso en un charco de sangre en medio del ático, con el cuchillo en su mano derecha batido de sangre.
Bryan miraba impresionado, como a pesar de las diferentes fechas, año, mes y día, todo seguía un mismo patrón, un asesinato en el ático de su casa, un accidente vehicular y unas
niñas perdidas en algún lugar sin ninguna explicación.
Samanta muy seria le expresó:
—Ahora mira este periódico y ve la fecha, veinticinco de marzo del setenta y seis, fecha en que desapareció la niña Yadira González Cobos de cinco años, su padre Enrique González se fue del pueblo para trabajar, de regreso lo encontraron casi muerto en su vehículo, se salió de la carretera, había chocado con un árbol, los paramédicos que lo ayudaron dicen que… ¿Qué crees que él decía? —
Bryan miró detenidamente a los ojos de Samanta, enseguida en voz baja le expresaba:
—Saquen a la niña, saquen a la niña. —
—Exactamente… eso es lo que él decía, saquen a la niña, saquen a la niña. —
Samanta dibujó una sonrisa en su cara, al escuchar a Bryan acertar en las palabras. Ella las repitió y continúo diciendo:
—Al escuchar lo que decía, de inmediato los policías y los rescatistas… —
—Buscaron adentro del vehículo, creyendo que alguien más estaba adentro, buscando principalmente a la niña. —
Ella sonrió al quitarle Bryan las palabras de la boca, ahora
continúo explicando:
—Cuando fue la policía a la casa para avisarle a la esposa del accidente de su esposo, encontraron a Jimena Cobos en medio del ático de esa casa, con el cuello cortado de lado a lado, el cuchillo estaba en su mano derecha lleno de sangre, todo asegura que fue un suicidio por la desesperación de no poder encontrar a su hija, porque la policía buscó a Yadira en cada cuarto, en cada recámara, en cada armario, creyendo que quizá estuviera escondida…—
Sin ellos saberlo, cada que checaban las historias, Samanta decía parte de la canción, que el Demonio Lalith cantaba cada noche en esa casa, cuando a las tres de la madrugada y quince minutos, jugaba con sus siete muñecas en el jardín de las al-
mas perdidas:
por mucho tiempo sus padres la buscarán, en los cuartos y en el armario pensarán que escondida está
pero no la encontrarán, porque en mi mundo ahora vivirá, esa hermosa niña una linda muñeca ya será
esa hermosa niña la tengo que encontrar, cuando yo la tenga en mis brazos la voy a cuidar…
Bryan muy atento escuchaba a su compañera de trabajo seguirle explicando:
—Pero no la encontraron, y para repetir la misma misteriosa historia, él esposo murió en el hospital de un paro cardiaco, la enfermera dice que él muy bajito repetía:
—Saquen a la niña… saquen a la niña. —
Ante esta historia tan macabra de las ocho niñas perdidas, Bryan volvía a mirar muy atento todos los recortes del periódico, hasta que después de un momento giró su cabeza, y miró a Samanta directo a la cara diciéndole: —Quiero que sepas… que… que mi amigo Jonathan Freeman, pinto mi casa, comenzó el viernes… —
Al escuchar estas palabras, ella enseguida asintió con la cabeza, insinuando que lo escuchaba, en seguida lo interrumpió diciéndole:
—Lo conozco, Jonathan Freeman trabajó aquí pintando la fachada de este lugar. —
Bryan la escuchó viendo que ella no sabía nada de la muerte de su amigo, así que le siguió diciendo:
—Jonathan me habló sobre las niñas desaparecidas, me dijo que lo mejor era salirme de esa casa, que estaba maldita, que la dejara… que no viviera en esta. —
—Que buen consejo, se ve que él es tu amigo. —
—Él era mi amigo. —
— ¿Era? ¿Qué? ¿Te enojaste con él? —
Ante las preguntas Bryan le contestó: —No, claro que no, pero el viernes en la noche de regreso a su casa tuvo un accidente, su carro se salió del camino, cuando lo sacaron los paramédicos comentan que él decía: saquen a las niñas, saquen a las niñas, pero él viajaba solo esa noche. Después lo visite en el hospital, me dijo que unos ojos rojos aparecieron en la parte de atrás de su asiento, y mientras conducía, una mano hue-
suda agarró el volante y lo sacó del camino, en el hospital me volvió a decir que…
Sacara a las niñas de la casa, entonces en ese preciso momento, empezó a tener un ataque cardiaco, la enfermera me sacó del cuarto, después como a la hora, su cuñada me llamó a mi casa, diciéndome que ya había fallecido Jonathan en el
hospital. —
—Cuanto lo siento Bryan, no sabía que había muerto. —
Contestó Samanta, quedándose sorprendida por lo que escuchaba, ahora ella en una hoja apuntó todo lo que le había contado de su amigo Jonathan, al terminar de escribir, puso la hoja en su pared, junto a sus recortes de periódicos y todos sus apuntes, miró atentamente lo que escribió.
Entonces le volvió a mencionar:
—Cuanto lo siento, era buena persona, pero quizá lo que se le apareció sea el culpable de los accidentes de las familias anteriores, por alguna razón les paso el accidente, lo que no me explicó, es que el pintor Jonathan era muy ajeno a tu familia. ¿Por qué le paso esto? Tal vez perdí la pista de algunos amigos de los familiares de las niñas desaparecidas. —
Mientras escuchaba Bryan a su compañera, puso su vista
nuevamente los recortes de los periódicos, y enseguida miró a
Samanta diciéndole:
—Creo que debería de hablar con la vendedora de la casa, para ver si ella sabe algo más de este misterio. —
— ¿Cuál vendedora? —
—La que me vendió la casa, quizá ella sepa algo de todo este misterio. —
—Después de lo que sabemos y los datos que tenemos, quizá digo, quizá ella sepa el principio de esta macabra historia y… ¿Cómo se llama la vendedora? —
En ese momento sonó el teléfono de Samanta interrumpiéndola, volteó su cara mirando el teléfono, viendo que era su jefe, enseguida contestaba ella: — ¿Cómo estas Tom? —
—Bien Samanta, tengo a la esposa de Bryan en la línea te la transfiero. —
—Está bien gracias. —
Ella con una sonrisa se quitó la bocina de su oído, estiró su mano derecha dándole la bocina a su compañero de trabajo diciéndole:
—Es tu esposa Bryan. —
Él sonrió agarrando la bocina con su mano derecha, enseguida le preguntaba:
— ¿Qué pasa Arely? —
—Las niñas se sintieron mal y no fueron a la escuela, si empiezan con calentura necesito que las lleves al doctor. ¿Me oíste? —
—Está bien, pero hoy saldré de mi oficina para checar unos carros, voy a ir algunas direcciones. —
— ¿Cómo que saldrás de tu oficina? ¿En dónde andarás?
Tú nunca sales Bryan. ¿Por qué saldrás hoy? Dime. ¿A dónde vas? —
Al escuchar las preguntas que se alcanzaban a oír claramente, Samanta sonrió mirando la cara roja que ponía Bryan, quien con pena le respondió: —Hoy el jefe Tom me pondrán en el departamento de grúas, tengo que ir a varias direcciones para checar, porque las personas no pagan los carros, recogeré los que no se paguen y regresaré a... —
—Escúchame muy bien Bryan, si yo te cacho con alguna zorra en la calle, adelante de ella te cacheteo por andar de pinche idiota enamorado, y después le reviento a ella su puta
madre por resbalosa. ¿Me oíste imbécil? ¿Te quedo claro? —
Ante esta protesta tan agresiva, Bryan contestó:
—Pero amor, es parte de mi trabajo, no ando de enamorado es mi trabajo, hoy tengo que salir a la calle. —
— ¡Mentira! ¡Esa es una estúpida mentira! Y lo sabes. ¡Nunca has estado fuera de tu oficina! Diario te llamo cada hora o cada dos horas, y ahí debes de estar trabajando, tú quieres verme la cara de tu mensa. —
—Solo iré con una licenciada a checar los vehículos en varias direcciones, es parte de mi trabajo. —
Al escuchar que saldría con una mujer, Arely le preguntó:
— ¿Qué? ¿Escuché bien? Todavía aceptas que si iras con una pinche vieja afuera de tu oficina, tus hijas están enfermas Bryan y tú poniéndome los pinches cuernos con una maldita zorra, me estas engañando pendejo y lo admites maldito idiota. —
—Escúchame… —
— ¡No! ¡Tú escúchame imbécil! Si crees poder hacer algo a mis espaldas, estas muy pendejo, no sé qué cara pondrás cuando llegues a la casa, pero te lo advierto y te lo dejo bien claro, pinche imbécil, en una hora te llamo, si no estás en tu oficina pobre de ti pinche idiota… te prohíbo poner un pie afuera de tu oficina, aunque creo que esa maldita zorra siempre esta aun lado de ti. —
—Pero amor tengo que salir de la oficina, me lo ordenó mi jefe… —
—Escúchame bien hijo de puta, en una hora te llamo, y ahí de ti si no estás en tu oficina, pinche imbécil traidor. —
Arely colgó el teléfono de golpe muy enojada. Bryan apenado por un momento miró a su compañera de trabajo, trató de dibujar una sonrisa disfrazando la vergüenza en su rostro, comentándole:
—Esa es… mi esposa, y no sabe con quién tengo que salir a la calle, no quiso llamarte zorra. Te pido una disculpa por sus palabras. —
Después de todos los gritos e insultos que escuchó en el teléfono. Samanta también trató de dibujar una sonrisa en su cara diciéndole:
—No te preocupes, solo es un poco posesiva diría yo, ya te sentenció a muerte… ¿Qué harás? —
—Bueno, platicamos mucho del asunto de la casa, te iba a decir que el jefe Tom me mando contigo, para poder checarlos compradores de los vehículos que no han pagado, y sirve que también averiguamos algo de la casa. —
Samanta permaneció en silencio, con sus manos enseguida abrió el folder, mirando muy atentamente cada hoja en donde tenía los datos la dirección, el tipo de vehículo, el nombre del
comprador, cuanto debían. Bryan apenado se acercó poniéndose a un lado de ella, aspiró el delicioso perfume que la mujer tenía puesto, Bryan también miraba las direcciones de las personas que visitarían, con su dedo índice de su mano derecha señaló la hoja diciéndole:
—Esta dirección queda muy cerca de donde está la vendedora de casas, podríamos ir primero a ese lugar, y después pasar a ver a Eloísa. —
Al escuchar esta sugerencia. Samanta giró su cara mirando a Bryan, con una sonrisa le preguntaba:
—Dime. ¿Quién es Eloísa? —
—Es la mujer que me vendió la casa, a lo mejor ella sabe algo sobre la casa, o la historia de todo esto. —
—Muy bien pensado, nos queda de paso, vámonos ya para que no se haga más tarde… aunque mueras en el intento por dejar la oficina. —
Comentó Samanta bromeando, mientras su compañero ponía una sonrisa en sus labios. Al salir de la oficina los interceptó su jefe Tom Hayward le informó:
—Bryan me llamó otra vez tu esposa, está preguntándome que si hoy saldrías a la calle a checar unos automóviles, le dije que sí saldrías de la oficina, que esa era tu asignación de hoy, porque tú les vendiste los vehículos a esas personas, y tenías que visitarlos en su casa, para hablar con ellos de porque no han pagado en dos meses sus vehículos, que yo te autoricé la salida y que no sabía a qué hora volverías a tu oficina. —
—Te lo agradezco Tom. —
—Le comenté que la licenciada Samanta te acompañaría, porque si no pagaban, ella de inmediato mandaría la grúa para llevarse los carros y traerlos de regreso a la oficina. —
—Gracias, le comenté a Arely que me acompañaría la licenciada, pero ella más se enojó conmigo, le pido una disculpa jefe, Arely es muy celosa. —
—Por ahora ella está muy furiosa, me dijo que de todas formas te llamaría cada hora a la oficina para saber si ya llegaste de la calle. —
—Bueno a ver qué pasa, es mi trabajo checar el pago de esos vehículos. —
—Así se habla Bryan y… ¿En que quedaron ustedes dos? ¿Te dio buenos datos nuestra amiga Samanta? —
—Lo que ella sabe es asombroso, no te enojes Samanta, pero tu deberías de trabajar para el F.B.I. todos los datos son tan acertados. Es una persona increíble, con este trabajo que hizo juntando todos esos datos tan importantes. —
Samanta solo sonrió, ante las palabras de su compañero, ahora Bryan expresó:
—Debo de averiguar algo más, antes de que les pase algo a mis hijas, ahora sí, ya me preocupó vivir
en esa casa. —
—Pues vayan a donde necesiten ir, para tener toda la información necesaria, y por favor no olviden checar a la gente que debe los pagos. —
Al escuchar esto. Samanta sonrió contestando:
—Es lo primero que haremos jefe Tom, visitaremos al señor Simón Franco para que nos pague lo atrasado, y después a unas calles de ahí, veremos a la vendedora de casas, para ver que más sabe ella de esta misteriosa historia, sirve que la anexo a mi investigación paranormal. —
—Vayan con cuidado, y no te preocupes Bryan, yo atenderé las llamadas de tu dulce esposa. —
—Te lo agradezco mucho Tom. —
Los dos empleados salieron con prisa de la oficina, cruzando el patio con los vehículos en venta, subiéndose al carro de Samanta, manejando por veinte minutos hasta el lugar indica-
do, viendo al señor Simón Franco, platicando del embargo de su vehículo por su falta de pago, el señor en media hora consiguió el dinero pagándoles lo atrasado. Después se fueron a la calle en donde se ubicaba la oficina de la venta de casas, en un anuncio grande tenía escrito:
“Real Mortera” venta de propiedades bienes raíces, compramos su casa. Teléfono: 206 36 13 33 36. Con la vendedora Eloísa Mortera Sepúlveda.
Había una fotografía de Eloísa Mortera Sepúlveda, quien mostraba una gran sonrisa. Samanta y Bryan abrieron la puerta de la oficina entrando al lugar, enseguida preguntando a una joven recepcionista por la vendedora.
—Buenos días, señorita. —
—Buenos días, mi nombre es Lourdes Espinoza. ¿En qué
les puedo servir? —
— ¿Se encuentra la vendedora Eloísa Mortera Sepúlveda?
Necesito hablar con ella. —
— ¿Cuál es su nombre? —
—Bryan Cervantes Montes para servirle. —
— ¿Bryan? —
—Sí, Bryan Cervantes. —
La secretaria trato de sonreír, de inmediato agachó la cara para esconder su nerviosismo, levantó su rostro contestándole: Tendré que presentarle una disculpa, porque la señorita Eloísa salió de viaje, pero ella de seguro regresa el día veintiséis de marzo, perdón, pero. ¿Era para algo urgente? —
—Me vendió una casa y teníamos unas preguntas sobre esta, es algo urgente e importante. —
La recepcionista recordó la casa, y cuál era la dirección en donde se encontraba la propiedad, en unos segundos le contestaba:
—La propiedad tiene el número… treinta y seis de la calle Eagle. ¿Correcto? —
—Así es señorita, esa es la casa que le compré a la señorita Eloísa. —
—Como ella es la dueña de esta empresa, hasta donde yo tengo entendido. ¿Tienen todos los servicios? Sin cargo extra les puso agua, luz, gas, teléfono… —
—Sí, no hay problema por eso, no hay problema por los servicios. —
—Entonces ustedes necesitan esperar, hasta que llegue la señorita Eloísa, para que platiquen su problema, los vendedores son ajenos a las ventas de otros, y en especial si mi jefa Eloísa les vendió a ustedes alguna casa. —
Al escuchar esta respuesta. Bryan miró a Samanta por un instante, después puso su vista en la señorita que los atendía, diciéndole:
—Hablaré por teléfono el día veintiséis o vendré a verla, muchas gracias por su tiempo señorita… ¿Cómo me dijo que se llamaba? —
—Soy Lourdes Espinoza para servirles. —
—Mucho gusto y muchas gracias por su tiempo, señorita Lourdes, tenga un buen día. —
Después de despedirse, Samanta y Bryan de inmediato salieron de la oficina de ventas. Eloísa desde un cuarto, con mucho cuidado entre las persianas se asomaba por una ven-
tana, mirándolos alejarse del lugar. En ese momento se abría la puerta entrado Lourdes a la oficina de Eloísa, informándole:
—Ya se fueron Eloísa, era Bryan preguntando por ti, por
algún asunto de la casa. —
Eloísa giró su cara hacia la puerta, mirando a la joven que estaba parada en la entrada de su oficina, ahora giró su cara mirando nuevamente por la persiana de la ventana, continuaba viendo alejarse a la pareja de su compañía diciéndole:
—No quiero verlos, porque todo se podría alterar, la familia ya está adentro de la casa, para mañana todo habrá acabado para ellos. —
Lourdes quien era fiel a su patrona, no le cuestionaba en nada, solo obedecía lo que ella le mandaba, que, si venia alguien de esa dirección que dijera que no se encontraba en el
pueblo, la recepcionista con una cara muy seria le contestó:
—Estaré al pendiente Eloísa, por si regresan. —
Eloísa giró de nuevo su cara contestándole: —Por nada les
digas que estoy aquí, y mucho menos que pasen a mi oficina, si llaman por el teléfono diles que no estoy, ahora salte por si regresan de nuevo. —
—Sí, está bien señorita Eloísa. —
La muchacha enseguida cerró la puerta de la oficina, camino yéndose a sentar en la silla de su escritorio. Mientras tanto en la calle caminaban hacia su carro Samanta, con muchas dudas que tenía, le comentó:
Cuando escuchó tu nombre la vi muy nerviosa. ¿Crees que ella oculte algo? —
Bryan miró hacia la oficina contestándole:
—Me dio la impresión de que escondió a Eloísa. —
—Pues no nos queda de otra, más que esperar hasta el día veintiséis. —
— ¿Crees que por andar averiguando, podamos tener algún accidente vehicular? —
— ¿Un accidente? ¿A qué te refieres Bryan? —
—Estoy pensando en todos los accidentes de los vehículos, que tal vez querían ir a la casa para sacar a las niñas antes que les pasará algo, y por no dejarlos llegar a su destino, “el ente” … el demonio que me describió Jonathan, provocó de alguna manera que murieran en el choque, y también pienso que… que posiblemente, a la persona que sobrevivió, el ser
obscuro lo fue a matar al hospital, para que no hablara. —
Samanta al escuchar esta explicación, que se volvía algo lógica, giró su cara para mirar el rostro de Bryan, sorprendida le preguntó:
— Tú crees, que fue hasta el hospital el “ente” o Demonio, para no dejarles explicar lo que en realidad pasaba en la casa, o más bien en tu casa. —
—Pues mi amigo Jonathan trató de decirme las cosas, y en ese momento le dio un infarto, muriendo sin poder hablar más… solo débilmente dijo… “saca a las niñas”. —
Ante estas palabras los dos se detuvieron quedándose parados a los costados del carro, se veían uno al otro, Samanta puso la mano derecha, con la llave quitaba el seguro de la
puerta de su vehículo, en ese momento muy seria le comentó:
—Entonces si es así, manejemos con mucho cuidado para ver a los demás clientes, no sé en qué momento venga esta tragedia sobre nosotros. —
—Creo y pienso por lo que platicamos, y lo que me mostraste en los recortes de periódico, bueno llegó a la conclusión, que el verdadero peligro sería, el ir directamente a la
casa con las firmes intenciones de sacar a las niñas de ahí. —
Samanta se quedó pensativa, mientras abría la puerta de su automóvil, entrando los dos para ir a ver a otro cliente, fueron a las demás direcciones para cobrar, en algunos lugares llamaron a la grúa para llevarse a los vehículos.Está historia continuará....
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LAS MUÑECAS DE LALITH el jardín de las almas perdidas.
Mystery / ThrillerSheila Bedford Ferris es una joven de doce años, su padre Paul Bedford abusa de ella y trata de aislarla de la gente, siendo tan grande sus celos por su hija que la encierra en el ático de su casa, en donde él ingresa para demostrarle cuanto la...