LAS MUÑECAS DE LALITH.El jardín de las almas perdidas.
CAPÍTULO 10
Mientras tanto en la casa. Arely un fuerte golpe la despertó, abriendo ella los ojos mirando para todos lados de la recámara, miró el reloj siendo las diez de la mañana, pensó en ver a
las niñas para darles de desayunar, puesto que ya era tarde, salió Arely de la recámara caminando por el pasillo llegando hasta la recámara de Mitzi, mirando la cama destendida.
Pero no viendo a su hija dormir en esta, pensó en que tal vez estaba con sus hermanas en otra recámara, así que se fue a la otra habitación, abrió la puerta mirando la cama vacía y con las cobijas revueltas, ahora en voz baja pronuncio los nombres:
-Carón, Mitzi. -
Al no obtener respuesta de sus hijas, enseguida pensó que las tres niñas estarían en el cuarto de Careen, salió Arely de la habitación entrando a la recámara, enseguida buscó a las tres niñas, con una sonrisa decía sus nombres: -Careen, Carón, Mitzi. -
La cama también se encontraba sin arreglar, con las cobijas en el piso, ahora bajó su sonrisa. Arely las buscaba en el armario, pensando si se hubieran escondido, hablando ella en voz alta expresó:
-Deben de estar abajo, en la cocina, tal vez ya estarán desayunando algo. -
De inmediato salió de la recámara, caminando por el pasillo, con prisa bajó por la escalera llegando hasta la sala, yendo directo a la cocina, en donde todo se encontraba tal como ella lo había dejado, las buscó en la lavandería, el baño, el comedor, abrió la puerta trasera mirando todo el patio, viendo el árbol que solo tenía las ramas secas, enseguida cerró la puerta, al no poder encontrarlas le entro desesperación y angustia,
ahora comenzó a gritar:
- ¡Carón! ¡Careen! ¡Mitzi! ¡Carón! ¡Careen! ¡Mitzi! -
Asustada Arely con prisa comenzó a subir de nuevo las escaleras, escuchando los rechinidos de los escalones en el silencio de la casa, indagó en el baño del pasillo, después entraba con prisa nuevamente en cada recámara, buscándolas con desesperación y con mucha preocupación, con ambas manos abría de nuevo los armarios y debajo de las camas con consternación continuaba gritando:
- ¡Carón! ¡Careen! ¡Mitzi! ¡Carón! ¡Careen! ¡Mitzi! ¿Dónde están? ¿En dónde se esconden? -
Entró a su recámara buscándolas en el baño, después en el armario, no pudiéndolas encontrar en ningún lugar de la casa, miró el teléfono pensando hablarle a Bryan, descolgó la bocina poniéndosela en el oído, no habiendo línea en esta.
- ¡Oh! Mi dios. ¿En dónde están mis niñas? -
Preguntó con una cara de preocupación, en ese momento se escuchó un fuerte golpe en el ático. ¡¡Pack!! Levantando inmediatamente su rostro, asustada miraba hacia el techo diciendo:
-No puede ser que estén ahí, no... no pude ser. ¿Cómo se subirían? No alcanzan la cuerda para bajar la escalera, además, es pesado el resorte de la puerta como para que ellas la puedan bajar. -
Diciendo esto. Arely apresuró sus pasos saliendo de su recámara, llegó al pasillo mirando colgar la cuerda blanca de la puerta, enseguida estiraba su brazo derecho, agarrando la cuerda con su mano, cerró el puño y jaló con fuerza bajándose la puerta, enseguida ella desplegaba los escalones, poniendo la punta en el piso de madera.
Muy despacio levantó su cara mirando hacia la obscura entrada, enseguida se subió apresuradamente los peldaños gritando:
- ¡Carón! ¡Careen! ¡Mitzi! ¿Dónde están? ¡Carón! ¡Careen! ¡Mitzi! ¿Dónde están? -
En su nerviosismo ahora se daba cuenta que el ático estaba totalmente obscuro. ¿Cómo podrían estar sus hijas adentro en absoluta obscuridad? Deprisa colocó su mano derecha en el interruptor, prendió la luz alumbrándose todo el lugar, mirando ella con prisa girando su cara de un lado para el otro, viendo todo como la última vez que entró en este.
Arely terminó de subir ingresando al ático, mirando ahora con más atención las cajas de las muñecas que estaban todas abiertas, giró su cara mirando detenidamente el estante de enfrente, en donde ahora había colocadas diez muñecas en este. Arely caminó lentamente acercándose a la repisa, miraba a cada muñeca, las cuales ya había conocido, cuando Bryan abrió todas las cajas y las colocó en ese lugar.
Pero en ese momento, en la repisa miraba a una muñeca que era muy parecida a su hija Mitzi. Arely con la boca abierta, muy atentamente miraba el cabello y sus facciones, tenía puesto todo su uniforme escolar, era una muñeca increíblemente real, ahora sin poder creerlo, miró a dos muñecas que eran las dos gemelas, a Carón y a Careen, estaban vestidas con su pijama, tenían los ojos cerrados, pero para la madre, las reconocía que eran sus hijas las que estaban en esa repisa.
Arely ahora giró su cara, muy despacio fue mirando detenidamente a cada una de las muñecas, al mirar a la tercera muñeca se fijó muy detenidamente que era su piel de color café clarito, su cabello era de color negro, cortito y chino, las cejas eran abundantes, las pestañas largas, su nariz chata, en su boca tenía sus labios delgados, tenía puesto un vestido de color blanco con los brazos al descubierto, se podía mirar las
rodillas y sus espinillas, tenía puestos unos guaraches de color café, mirándosele sus dedos y las pequeñas uñas, pero ahora le llamó la atención el pecho de la muñeca, en donde tenía como escritas unas letras.
Arely se acercó sabiendo que ya había tenido a esa muñeca en sus manos, pero ahora le colocaba sus dedos en el vestido, bajándolo un poco del pecho, con curiosidad miraba descubriendo que tenía escrito: "Nikte", al leer el nombre se quedó ella quieta casi sosteniendo su respiración, en ese momento se recorrió hasta la primera muñeca, con curiosidad y nerviosismo con sus dedos le jalaba la ropa, mirando en el pecho el nombre tatuado de: "Laura".
A la segunda muñeca le jaló su ropa, descubriendo el pecho leyendo: "Corina", ahora se saltó a la cuarta muñeca mirando en su pecho el nombre de: "Nayhelli", a la quinta muñeca leyó: "Jazmín", en la sexta muñeca jaló su camisa leyendo: "Brenda", en la séptima muñeca que era la güera, le abrió su blusa leyendo el nombre de: "Yadira".
Hasta ese momento se acordó de la fotografía que había en la chimenea, que una mañana le mostró Bryan, acordándose de los apellidos que él le mencionó, con miedo decía en voz alta: -Yadira... es... Yadira González... Cobos... no puede ser... no puede ser... que sea ella. -
Con más miedo, Arely se acercó a la muñeca número ocho, con sus manos le abrió la blusa blanca escolar, muy atenta le miraba en su pecho leyendo el nombre de: "Mitzi", moviendo muy despacio la cabeza Arely, de derecha a izquierda negaba diciendo:
-No...no... no algo está mal... no... ¡Ella es mi hija! ¡Esto no es verdad! ¡Ella es mi hija! -
Con más miedo, ahora Arely agarró a la muñeca número nueve, con sus dos manos que ya le temblaban, muy despacio le bajaba un poco el pijama de su pecho, mirando asombrada el nombre de: "Carón", ella asustada continuaba girando su cabeza de derecha a izquierda, como negando lo que veía enfrente de ella, asustada comenzó a decir:
-Esto es una broma, no... no... no es posible... esto solo es un sueño.... una pesadilla. -
Agarró a la décima muñeca que era parecida a Carón, muy despacio le bajó el pijama, con miedo miraba el nombre escrito de: "Careen", con mucho cuidado con su mano derecha le tocó su cara sintiéndola muy fría diciendo: -No... ellas son mis hijas no... no... ¡Ellas son mis hijas! ¡Son mis hijas! ¡Ellas son mis hijas! ¡No! -
-Son mis muñecas. -
Le expresó una voz ronca. Arely enseguida giró su cara mirando a una mujer con cabello negro, de una piel pálida, de ojos rojos, nariz fina, de labios de color negros con filosos colmillos. La miró con mucho terror, el ente estaba parado justo en medio del ático. Arely con temor enseguida le dijo:
-Son mis hijas... son mis hijas. ¡Devuélvemelas! -
Lalith muy seria le señaló: -Ahora ellas son de mi hermosa colección de muñecas, nunca más volveré a estar sola en este lugar, por siempre estarán conmigo. -
Arely miró hacia las cajas de las muñecas, viendo el filoso cuchillo, que la última vez que subió al ático, lo había dejado tirado. Así que rápido dio unos pasos, se inclinó y con su mano derecha agarraba el filoso cuchillo, se enderezó dando tres pasos hacia el ente, tratando de vencer su miedo que la estremecía de pies a cabeza, la amenazó diciéndole:
-Te mataré antes que te robes a mis hijas. -
Lalith sonrió mostrando sus dientes y colmillos, pero no se movió ante la amenaza de la mujer. Arely con coraje dio unos pasos más acercándose, queriendo apuñalarla, ya pisaba el círculo blanco, que estaba dibujado en medio del ático, cuando no pudo dar otro paso más para alcanzar a la mujer, quien enseguida le expresó:
-Que tu sangre derramada sea la vida, que usaré para seguir existiendo en esta casa. -
Ahora Lalith levantó su brazo derecho, y en ese momento Arely sintió como una gran fuerza agarraba su mano derecha, llevando a fuerzas el filoso cuchillo a su garganta.
-Bryan amor... ayúdame... Bryan ayúdame... Bryan... por favor... -
Decía Arely desesperada, sintiendo la fría punta del filoso cuchillo tocar su piel, atravesándola poco a poco, cortándole la yugular, comenzando a llenarse su cuerpo de su sangre, cuando cortaba toda la garganta, sintiéndose ahogar por la sangre que salía manchando el círculo blanco del piso.
Arely muy despacio se fue hincando, abriendo grandes los ojos, miraba a sus hijas en la repisa sin poderlas ayudar, obscureciéndosele su vista cayendo en medio del ático manchándolo con su sangre.
Lalith sonrió al tener a sus tres nuevas muñecas, ahora el Demonio se hincaba aun lado de la mujer, abría sus labios negros bebiendo la sangre de Arely, adentro del círculo conjuro a sus espíritus, pudiendo Lalith salir del ático llegando hasta el vehículo que manejaba Bryan, les faltaban veinte minutos para llegar a la casa, cuando sin esperarlo en el asiento trasero escuchaban una voz ronca decir:
-Yo soy Lalith, y tus hijas ya son mis muñecas, nadie me lo va a impedir. -
Samanta asustada giró su cara, buscaba quien dijo esas palabras. Bryan en el espejo retrovisor, miraba una cara pálida con los ojos rojos, que lo veían fijamente, tenía los labios negros con esos filosos colmillos, la voz tenebrosa le decía:
-Nunca hubieras investigado a mis muñecas, muere Samanta Allen, muere con él, nadie desenterrará mi cuerpo del jardín, nadie me quitará a mis muñecas, esas ya son mías. -
Samanta muy asombrada, miró unos brazos que estaban descarnados, con las manos agarraba el volante, girándolo a la izquierda a la velocidad que llevaban.
Bryan trataba de frenar poniendo los dos pies en el freno, pero el carro ya estaba afuera de la carretera, comenzaba a bajar por la tierra suelta, volcándose aparatosamente comenzando a dar de vueltas.
Entre las maromas el techo se aboyaba al tocar la tierra una y otra vez, sintiendo ellos los golpes por todos lados, hasta que el coche se detuvo muchos metros abajo, quedando el vehículo sobre las cuatro ruedas, pero todo aplastado del toldo por las vueltas que se dio, mirando ellos todo obscuro a su alrededor.
Bryan aturdido, escuchaba una voz ronca decirle:
-Pudiste ser feliz con Michael y tu hija Heidi, pero preferiste tratar de arrebatarme a mis muñecas. -
Se desmayó Bryan sin saber cuánto tiempo paso.
-Trata de sacar a la mujer. -
-Creo que ella ya está muerta... creo que ya se murió, no hay más por hacer. -
-No sé si el hombre este vivo, tiene mucha sangre en la cara. -
Bryan escuchaba las voces muy lejanas, trataba de reaccionar, miraba el tablero de color gris, que estaba batido de su sangre y de la sangre de Samanta, el parabrisas se veía todo
roto y lleno de tierra, no pudiendo ver nada para afuera, muy despacio Bryan giró su cara, mirando los ojos verdes de su compañera, estaban abiertos, pero ella ya había muerto, con su cabello güero todo lleno de sangre.
Bryan se quejó un poco, en ese momento uno de los policías les comentó:
-Todavía está vivo, el hombre todavía está vivo, vamos ayúdenme a sacarlo del vehículo. -
-Traten de sacarlo con cuidado del vehículo, corten la puerta para poder sacarlo. -
Bryan en ese momento recordaba, que se dirigía a su casa para sacar a sus niñas, cuando sufrió el accidente vehicular. Al estarlo sacando los bomberos y policías del carro, él muy débilmente les expresó: -Saquen a las niñas... saquen a las... niñas. -
Los de rescate y los policías, a cómo podían checaban el vehículo, pero solo veían a la acompañante muerta en el asiento del copiloto. Bryan trató nuevamente de decir que las niñas estaban en su casa, se esforzó por decir:
-Saquen a las niñas... -
Antes de decir de su casa. Bryan miró los ojos rojos acercarse a él, vio claramente a Lalith, quien puso sus heladas manos en su cuello, presionaba fuerte para ahorcándolo y que no hablara más. Bryan abrió su boca tratando de gritar, enseguida
Lalith le colocó sus fríos labios en su boca, succionando el aliento de vida, saboreando la sangre que salía de sus labios.
Bryan desesperado mirando el ente enfrente de él, intentaba decir:
-Saquen a... las niñas... -
Los paramédicos miraron como Bryan ponía los ojos en blanco, muriendo en ese lugar.
-Súbanlo a la ambulancia y traten de... -
-Ya murió señor, el joven murió, fueron muchos los golpes que recibió, como para sobre vivir a este accidente, y no vemos de que niñas hablaba, tal parece que estaban los dos solos en el vehículo, no hay nadie más. -
Un policía les ordenó: -Chequen su cartera, si tiene alguna dirección o un número de teléfono, para poder avisarle a alguien que lo conozca, o los conozca... pobre mujer pobre pareja, no las pudimos salvar. -
Al encontrar una tarjeta de presentación de su trabajo, un jefe de policía de inmediato marcaba a la oficina, para ver si los conocían, contestando enseguida una secretaria, con mucha educación expresó: -Venta de autos Hayward, muy buenos días. -
-Disculpe señorita, soy el oficial John Smith. ¿Conoce a Bryan Cervantes Montes? -
-Es uno de nuestros vendedores, pero al parecer salió de su oficina y todavía no regresa. -
-Aquí estoy con él y... tuvo un accidente en la carretera ¿Podría hablar con su jefe? -
-Permítame un momento por favor. -
La secretaria enseguida transfirió la llamada, contestando el jefe Tom:
-Bueno, este es Tom Hayward, Bryan es mí empleado dígame. ¿Qué sucede oficial? -
-Buenos días, quiero informarle que el señor Bryan Cervantes Montes, tuvo un accidente y... la compañera que iba con él falleció, desconocemos quien sea o como se llame, es ella de pelo color güero. -
Ante esta mala noticia, hubo un silencio en la línea telefónica, Tom después de asimilarlo un poco, le respondió:
-Ella es... bueno más bien, era Samanta Allen, nuestra compañera de trabajo. -
-Gracias, estoy apuntando su nombre. -
- ¿Cómo esta Bryan? -
-Disculpe, pero él... ya falleció, murió cuando lo estábamos atendiendo, lo último que decía era, saquen a las niñas, saquen a las niñas, y ya buscamos en el compacto, pero solo viajaban ellos dos, no hay más personas... no entiendo a qué se refería con eso de... saquen a las niñas. -
Ante esta información hubo otro silencio en la línea telefónica, hasta que Tom pudo decir: -No lo puedo creer. -
- ¿Sabe en donde vive Bryan? -
-Sí, yo puedo ir a la casa para avisarle a su esposa, se llama Arely. -
-Está ahorita en su negocio de autos. ¿Verdad? Es adonde estoy llamando. -
-Sí... oficial. -
-Okey, mire tengo a dos policías muy cerca de ese lugar, que lo acompañen a la casa de Bryan, para avisar a sus familiares de este lamentable accidente, si me da la otra dirección otros policías irán avisar a la casa de la señorita.
Veinticinco minutos después, una patrulla se detenía en la casa de Bryan.
El jefe Tom se bajó de la patrulla acompañado de dos oficiales, Charlie Thuron y Patrick Bernard, enseguida les comentó: -Esto va a hacer muy duro para la señora
Arely, tienen tres hijas pequeñas. -
-No digas eso, pobrecitas. -
-Aunque no quiera decirlo, esta es la realidad oficial, no hay vuelta de hoja. -
Enseguida tocaron el timbre de la puerta principal. Din... don, sin recibir contestación, tocaron varias veces el timbre, toda la casa estaba en absoluto silencio, sin recibir alguna
contestación, hasta que el oficial Patrick Bernard expresó:
-Checa si está abierta la puerta. -
Su compañero Charlie Thuron, de inmediato puso la mano girando la perilla, abriéndose un poco la puerta, los tres hombres se miraron por un momento, el oficial abrió más la puerta, enseguida se asomaba Tom diciendo:
-Arely... Arely. -
No hubo contestación, toda la casa se encontraba en absoluto silencio, el policía Patrick Bernard, después de observar el lugar comentó:
-Entremos para ver qué pasa, tal vez la señora salió por un momento de la casa. -
Tom miró a los dos policías diciéndoles:
-Ustedes son la ley y la autoridad, entremos solo para checar, si no hay nada, entonces nos salimos a esperarla afuera de la casa. -
El policía Patrick Bernard miró más detenidamente el interior de la casa, diciendo:
-Oye. ¿Esta no es la casa en donde hace seis meses desapareció una niña? -
Antes que su compañero respondiera, Tom enseguida le contestó: -Se llamaba Yadira González Cobos, pero hasta donde yo sé, en estos años, ya han desaparecido unas ocho niñas en esta casa, y han encontrado muertas algunas mujeres en el ático. -
Ante las palabras, los tres se miraron en silencio unos a los otros, enseguida el policía Charlie Thuron ordenó:
-Busquemos el ático en el segundo piso.
De inmediato caminaron con rumbo al segundo piso, estaban subiendo las escaleras, escuchando los rechinidos de los escalones, al llegar al pasillo miraron la escalera del ático que se encontraba desplegada, tocando el piso de madera, levantaron la cabeza mirando la luz encendida, los dos oficiales enseguida sacaron sus pistolas de sus fundas, caminaron muy despacio y en silencio, solo haciéndose unas señas con las manos, por si hubiera alguien, no los escuchará.
Ellos comenzaron a subir muy lentamente la escalera, detrás de los oficiales subía Tom, al ingresar de inmediato descubrían a una mujer que permanecía tirada a la mitad del ático, con el cuello cortado por un cuchillo, que estaba en su mano derecha. Se acercaron más mirando su rostro, Tom la reconoció diciéndoles:
-Es Arely... ella es... Arely, es esposa de Bryan el que murió en el accidente. -
Tom se quedó muy quieto, estaba impresionado mirando este cuadro tan siniestro, mientras los dos policías en silencio miraban a la víctima, que yacía sin vida en un charco de sangre. Tom rompió el silencio ahora con preocupación les expresó:
-Las tres niñas. ¿En dónde están? ¿En dónde están las niñas de Bryan y Arely? -
Los policías voltearon a mirarlo, de inmediato revisaban todo el lugar, ya la repisa estaba con los diez lugares vacíos, ahora había diez cajas del mismo tamaño en una orilla del
ático, otras cajas eran grandes y otras cajas eran del tamaño de un refrigerador, ninguno de ellos imaginaria que las niñas se
encontraban adentro de esas cajas, ya convertidas en unas muñecas, si, ahora ellas eran.... las muñecas de Lalith.
Ante esta situación, en unos cuantos minutos la casa se llenó de muchos policías, quienes como le paso a Arely, de una forma desesperada buscaban a las tres niñas en toda la casa, cuarto por cuarto, recámara por recámara, en todos los armarios, pero ninguno de ellos las encontró en la casa, tal como decía la canción de Lalith:
por mucho tiempo sus padres la buscarán, en los cuartos y en el armario pensarán que escondida está
pero no la encontrarán, porque en mi mundo ahora vivirá, esa hermosa niña una linda muñeca ya será
esa hermosa niña la tengo que encontrar, cuando yo la tenga en mis brazos la voy a cuidar...
Michael lloró amargamente por la desaparición de sus tres sobrinas, sus lágrimas no pararon por la irreparable pérdida de su hermana Arely, y por su oculto amor y padre de su hija Heidi, que era Bryan, a los dos los sepultaron al tercer día de su muerte, hasta el día de hoy, no encontraron a las tres niñas perdidas, a los cinco meses de búsqueda, Michael pagó en el panteón por tres pequeñas tumbas, imaginando que ahí descansan en paz sus tres sobrinas, sin imaginar que estaban sus almas en el jardín de la casa, en donde vivieron por unos cuantos días...
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LAS MUÑECAS DE LALITH el jardín de las almas perdidas.
Mystery / ThrillerSheila Bedford Ferris es una joven de doce años, su padre Paul Bedford abusa de ella y trata de aislarla de la gente, siendo tan grande sus celos por su hija que la encierra en el ático de su casa, en donde él ingresa para demostrarle cuanto la...