• Capítulo 4 •

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"El único delito fue dejarse atrapar"

Poco a poco comencé a abrir los ojos, mi vista estaba un poco borrosa pero después de unos segundos pude ver en donde me encontraba. Estaba en la enfermería de la prisión, un lugar blanco, una cortina cubría el pequeño espacio en donde estaba, tenía un suero puesto y solo escuchaba el pitido de una máquina.

Mi cuerpo dolía pero aún así traté de incorporarme.

-N-no, no, no hagas eso la enfermera dijo que podías lastimarte.

Lucy corrió hacia mi impidiendo que pudiese moverme.

-Tienes suerte de que Miriam haya intervenido, si no estarías peor.

-¿Miriam?- pregunté con confusión- ¿quién es ella?

-Es... La que manda aquí- frunci el ceño.

-Creí que era Rina.

-No, Rina es solo la imitación barata de Miriam, todas le tienen miedo porque es buena peleando y la respetan porque nos hace algunos favores de vez en cuando. En cambio Miriam... Es peligrosa, le tememos, es solitaria y ruda, las veces que se ha peleado con alguien las cosas terminan mal.

-¿Qué tan mal?- dije curiosa.

-Algunas están con unas heridas graves, otras en coma y algunas más... Muertas.

Levanté mis cejas en señal de impresión, lo que no entendía aquí era el por que de su intervención.

Las cortinas se abrieron dejando ver a una mujer alta, era pelirroja, sus ojos celestes más claros que los míos, tenía pecas por toda la cara y unas bolsas enormes abajo de los ojos, se veía demacrada y cansada, su mirada era intensa, su cuerpo era de complexión normal, llevaba las mangas dobladas hasta sus codos lo cual permitía ver unos cuantos tatuajes.

-Lucy, déjanos solas- dijo en el momento en el que entró.

Lucy agachó la cabeza murmurando un "si" saliendo del pequeño lugar.

-Tú debes ser Miriam- dije mirándola a los ojos.

-¿Cómo lo sabes?

-Reconocí tu voz, la escuché antes de desmayarme- expliqué. Su voz era un poco grave, ruda en pocas palabras.

-Entonces debería decir, mucho gusto Owen- sonrió.

-¿Por qué estás aquí? - pregunté.

-El que una chica pueda noquear a cinco hombres entrenados pero no a una reclusa mediocre es curioso, y yo soy curiosa- una sonrisa ladina se colocó en su rostro.

Miriam estaba recorriendome con la mirada, inspeccionando si hacia cualquier movimiento, parecía una mujer lista y seguramente era mayor que yo.

-¿Q-que quieres decir con eso? - dije incorporandome un poco sin importar lo que me había dicho Lucy hace unos minutos.

-Tal vez nadie lo notó pero yo si, no soy estúpida, me gusta observar a las personas y perfectamente me di cuenta de lo que hiciste.

-¿Y qué fue lo que hice?

-Provocaste a Rina y te dejaste golpear...¿Acaso querías que te matara?

-¿Qué? Por supuesto que no.

-¿Entonces por qué te castigas de esa forma, Owen?

No contesté nada, ella seguía observandome mientras se sentaba en una silla al lado de la camilla. Me quedé pensando en lo que había dicho, hasta que finalmente contesté a su pregunta.

Mi dulce maldad  |MDV #2| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora