Capítulo 9

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09 | el efímero amor de medianoche





TARDARON EN SEPARAR LOS LABIOS, y para cuándo lo hicieron, simplemente se observaron un segundo y Lara volvió a unirlos. La pelinegra jamás creyó que se pudiera sentir tan bien el intercambiar saliva con alguien más, pero ahí estaba, derritiéndose entre los helados brazos de Draco Malfoy. El rubio por su parte no podía pensar demasiado, el aroma a vainilla de Lara le embriagaba los sentidos, sus manos parecían tener vida propia y no querer separarse de la pelinegra, y el sentir como su estómago se apretujaba le incentivaba aún más.

Draco apoyo uno de sus codos en la cama y quedó con la mitad del cuerpo sobre Lara, la cual, al notar su intención movió la cabeza hacia atrás dándole a su mejor amigo vía libre para hacer estragos en su sistema nervioso por medio de su cuello. Los labios de Draco acariciaron esa zona, para después besar y morder. Lara dejó escapar unos suaves gemidos que fueron un infierno terrenal para Draco y se limito a cerrar los ojos mientras sus manos acariciaban la espalda del slytherin.

Lara no podía con todas las emociones que estaban experimentando a la vez, y aunque aquella no sería su primera vez, estaba jodidamente nerviosa porque las caricias de Draco Malfoy no se asemejaban a las de Fred Weasley, quizás porque los sentimientos que la pelinegra había tenido por el pelirrojo y los que tenía por su mejor amigo se llevaban un abismo de diferencia. Draco elevó la cabeza y Lara pudo observarlo, la poca luz que se filtraba le daba en la mitad del rostro resaltando sus ojos color plata, su cabello rubio estaba completado despeinado dándole un aspecto todavía más sensual.

Ambos se fundieron en otro ferviente beso antes de que la ropa comenzará a molestar, cuando quedaron desnudos Lara sintió que la cara le ardía de la vergüenza — Eres hermosa...— había murmurado Draco,  y cuando llegó el momento, la plata ardiente en los ojos de Draco Malfoy se fundió en el azul océano de los de Lara Potter.




El dedo de Draco recorría el brazo desnudo de Lara desde el codo hasta el hombro y de regreso, como un juego pícaro y a la vez tormentoso. Los ojos del hombre se deleitaban con ver la figura de Lara plácidamente dormida. La luz que entraba por la ventana se le reflejaba en el cabello, y las pecas de sus mejillas y brazos se hacían más notorias, Draco tuvo el impulso de querer contarlas todas pero le parecieron tan infinitas como las constelaciones que nombraban a algunos miembros de su familia.

La respiración lenta de la pelinegra era todo lo que llenaba los oídos del slytherin y durante unos momentos quiso llorar. Le hubiese gustado que su padre no lo hubiese metido en aquel lado tan oscuro, retorcido y amargo, que no tuviese esas ideas de la pureza de sangre, y que no fuese tan cobarde. Le gustaría que Lara no fuese una Potter, o el no ser un Malfoy. Le gustaría que Voldemort no existiese. Le hubiesen gustado tantas cosas.

Porque en el fondo lo sabía, amaba a Lara Potter con todo su ser, pero ese era un amor de medianoche que no podría sobrevivir en el día, no en esas circunstancias. No podía ponerla en peligro, ya suficiente lo hacía con estar cerca. Sabía que él no era Potter, el no era valiente cómo enfrentar la muerte por salvar a quienes amaba, o quizás si, pero sabia que no podría levantar la varita en contra de Voldemort, o en el peor de los casos, contra su padre. Y también sabia que Lara si sería capaz. Sería capaz de mover montañas, nadar océanos, enfrentarse a un dragón ella sola si eso le aseguraba poder vivir su amor libremente. Pero el amor no triunfa en épocas de guerra, o eso siempre oyó decir.

La vida de ambos se componía de muchos quizás, o muchos mañana, pero solo podían vivir un día a la vez. No sabían si mañana Voldemort atacaría Hogwarts, o si ambos morirían debajo de los escombros de lo que fue un castillo antes. No sabía si el moriría en los brazos de quienes amaba, o si peor, le tocaba ver morir a Lara.

No, no podía imaginarse eso. El solo pensamiento del cuerpo inerte de Lara en sus brazos, pálida, sin vida, sin la alegría que la caracterizaba, sin la sonrisa, sin el alma, le volvía loco. Un punto de locura sin retorno. Le llenaba los ojos de lágrimas y sentía que alguien le metía la mano en el pecho para apretarle el corazón, con la amenaza de sacarlo sin remordimientos. De dejarlo sin nada más que la agonía de ser un cascarón vacio.

Definitivamente no podía permitir que eso pasase. No podía permitir que una mano negra se posará sobre Lara para arrebatarsela.

Instintivamente uno de sus brazos rodeo el cuerpo de la slytherin, la cual, se acurrucó contra él y le abrazo de igual manera. Su respiración le calmo: los pensamientos, los demonios, las ganas de llorar, la sensación de llanto. Le calmo. Le recordó que el lugar más seguro, más cómodo, y más hermoso era a su lado, pero también el más efímero. Cuando estaba fuera de los brazos de Lara se sentía desprotegido, débil y cobarde de nuevo. Sabía que iban a dominarlo, a quebrarlo y a moldear su alma a semejanza de un oscuro ser.

Cuando no estaba cerca de Lara volvía a ser el Draco déspota, tonto, irritante, sombrío y todos los adjetivos malos posibles. Aquel que se merecía el desprecio, aquel que mereció el puñetazo de Hermione en cuarto año. Aquel que merecía sangrar. El que no merecía redención, ni perdón absoluto.

Él que no la merecía.



Scars [Draco Malfoy]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora